Será casposa y lamentable, como ustedes prefieran, y tal vez sea verdad. Pero yo en una película como ésta no busco una gran calidad, un guión sobresaliente ni unas actuaciones de infarto. Lo que busco es que me hagan reír. Y eso lo consigue.
No ostenta un humor inteligente y busca la risotada a través de situaciones descacharrantes sin atisbo de sutileza. Pero si consigue hacerme reír, ¿qué más da que no sea una maravilla?
Las lamentables peripecias de los dos petardos son una sucesión de escenas a cuál más hilarante, sin descanso. Y aunque Jim Carrey nunca ha sido santo de mi devoción y apenas lo soporto en películas que no sean ésta o "El show de Truman", porque se repite más que el ajo haciendo siempre lo mismo, en "Dos tontos muy tontos" sin embargo aún tenía un aire de fresca novedad (que perdió después). Y su partenaire, Jeff Daniels, muy propio con sus caretos de pasmado. Ambos son el paradigma del mal gusto, de lo friki elevado al cubo, de la incompetencia, de la torpeza, de lo impresentable, de la cara dura, pero los salva esa ingenuidad incorruptible que tienen, esa absoluta falta de sentido del ridículo y su instinto para meter la pata hasta el fondo y, sin embargo, salir bien librados.
Sea como sea, esta pareja tiene química.