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Vivoleyendo rating:
9
Drama Umberto Ferrari, aged government-pensioner, attends a street demonstration held by his fellow pensioners. The police dispense the crowd and Unberto returns to his cheap furnished room which he shares with his dog Flick. Umberto's lone friend is Maria, servant of the boarding house. She is a simple girl who is pregnant by one of two soldiers and neither will admit to being the father. When Umberto's landlady, Antonia, demands the rent ... [+]
Language of the review:
  • es
April 1, 2010
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Vittorio de Sica era los ojos y la voz de un pueblo doliente, mísero, encallecido. Aquella Italia negra de hambrientos crónicos posa sin paliativos frente a una cámara sufrida y desnuda, que rueda desde la delicada, compasiva y respetuosa visión de un director que tenía la llave maestra para fotografiar el sufrimiento con el mayor tacto.
Los desempleados, las mujeres solas y amenazadas, los niños que tienen que madurar deprisa, los ancianos desvalidos… Todos los sectores sociales en peligro de abandono e inanición desfilan por esas imágenes de protesta que ponen en evidencia las carencias de la agigantada deshumanización.
El pensionista desahuciado que da con sus huesos en la indigencia, es la viva estampa del egoísmo individual y colectivo. Ha rendido servicios a la comunidad durante treinta años. Ciudadano honrado a carta cabal, no habría contado entre sus expectativas la de ser recibido por una vejez homicida. Cualquiera que ha trabajado tantos años espera lo que es natural: alcanzar una ancianidad de plácido descanso. Algo muy, muy lejos de la realidad. Con la jubilación empieza la acelerada caída hacia el tormento. La pensión no alcanza para cubrir las necesidades básicas, y vivir requiere unos gastos que no puede sufragar un anciano que no cuenta con nadie que le ayude. Don Umberto es empujado a esa carrera despiadada que es peor que el hambre, que las deudas eternas, que la patrona sin escrúpulos que quiere echarle de la habitación por impago. Es la carrera de los microbios, que ya son menos que personas, que mueren despacio más por la decepción vital que por las exigencias primarias cada vez menos satisfechas. Lo que mata a los viejos tirados en la calle, que ya sólo tienen lo puesto y como mucho la inapreciable compañía de un fiel perro o la amistad de alguna moza doméstica en apuros, es constatar que su mundo se ha derrumbado. Que no cuentan con más manos que, quizás, las de muchachitas tan desahuciadas como ellos, también apaleadas y arrolladas, pero que, a pesar de su precaria situación, aún regalan ternura y sienten lástima por otros que están tan mal como ellas. En cambio, los que pueden pasear tranquilos su buena fortuna, se desentienden, huyen como conejos ante los mendigos que abundan en Roma, y en todas partes, como si la mendicidad fuese una pandemia contagiosa y marcada con un estigma de mal augurio, semejante a la lepra.
Umberto contempla el fallecimiento de sus esperanzas, el cruel ocaso y, terco, se resiste a pedir o aceptar limosna. Es intolerable malvivir con la obsesión de las liras que siempre faltan, de la malnacida de la patrona usurera, de las pequeñas triquiñuelas de pobre para ir tirando. Si la vida se ha reducido a algo tan miserable… ¿Para qué seguir? Si los únicos que se preocupan por ti son tu perro y la bondadosa criada de la patrona, y ya no puedes mirarte al espejo porque sólo ves a un desgraciado que no tiene donde caerse muerto… ¿Qué sentido tiene continuar?
SPOILER ALERT: The rest of this review may contain important storyline details. View all
Vivoleyendo
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