El mundo no es como un ordenador que puedes resetear y dejar en blanco para volver a configurarlo de nuevo. Por muy averiado que esté, no se puede pulsar un botón y reiniciarlo. Los ordenadores viejos suelen estar achacosos a causa de virus, exceso de programas y archivos, morralla de diverso tipo, montones de cosas inútiles o que no se usan o que se han quedado desfasadas y llevan siglos sin actualizarse. Por otro lado almacenan muchas cosas valiosas (aunque el valor sea sólo sentimental), que queremos conservar. Por ello es difícil borrar el disco duro sin más y mandarlo todo a la porra. Y si es así en el caso de una simple máquina, ¿cómo será en el caso del mundo real, de una ciudad, de un sitio lleno de gente? ¿Y si aparece un pirado que sin el menor temblor de conciencia estuviera dispuesto a resetear una ciudad entera, eliminando a millones de inocentes que lo peor que han hecho ha sido vivir cada día sin más crímenes que olvidarse de devolver a tiempo algún libro a la biblioteca pública, malgastar un poco de agua porque la cisterna del wáter está estropeada y da pereza llamar al fontanero, entrar en páginas web porno autorizadas, chatear en el trabajo cuando el jefe no mira, tontear con la chica del bar, pegar los mocos bajo la mesa del cole o llevarse un castigo porque mamá dijo que había que volver a las once y hemos vuelto a la una por estar pasándolo bien con los amiguetes o con el ligue? En todas las ciudades hay corrupción, pero Gotham tiene la desgracia de atraer a todos los locos con manía por borrarla del mapa y mandar a tomar por culo a todo quisqui, incluidos los que todavía maman de la teta de su madre y no han tenido tiempo de perpetrar ninguna trastada.
Hacer tabula rasa. Apretar una tecla y adiós. Todo se quedaría en blanco para volver a empezar sobre las cenizas.
Nolan, al igual que siempre, consigue un espectáculo pirotécnico, denso, tenso, un juego de prestidigitación de ritmo infernal y desaforada imaginación e imaginería, un entretenimiento brutal de gran calidad, creíble no porque sea la recreación-saga más cojonuda del superhéroe de DC (y del género de adaptaciones de cómics) en el cine, sino porque te crees a este Batman que no sólo es un hombre-murciélago noctámbulo con un traje cool y unos cacharros guapos que persigue a los maleantes. Es un hombre con una historia compleja, un pasado triste, un presente a la deriva y un futuro tan negro como su caro disfraz, rodeado de personajes vibrantes, tanto los buenos como los malos, algunos situados en una frontera en la que no es fácil distinguir los límites.
Nadie como Nolan para que hasta los que no somos fans de los cómics de superhéroes ni disfrutado con películas de Batman de otros directores cobremos respeto a este icono.