No sé si es por la forma de contar esta impactante y desoladora historia, que una vez aclarada probablemente suene a tema algo recurrente o ya algo explotado, o puede que al verla ya uno se oliera parte del pastel (que no fue mi caso, pues a riesgo de parecer ingenua o poco avispada he de decir que me sorprendió hasta el final).
Tal vez lo que se cuenta en el fondo no sea algo novedoso en el celuloide, ni se descubran las Américas con ello, y se quede en algo anecdótico pero, eso sí, golpea con la fuerza de una patada dirigida al estómago.
Puede que sea por ese guión asombrosamente elaborado, cuidado hasta el mínimo detalle; por esa narración que se aproxima a la alucinación, que se despliega a saltos, flashes que a veces confunden y sorprenden; por esas frases lapidarias que se clavan en la memoria y que transmiten filosofía pura, que reflejan verdades como puños, haciendo que miremos a nuestras conciencias con cierto aire de paranoia, como si todos ocultáramos una culpa inconfesable, un monstruo personal que yace latente y que aguarda el momento para resurgir y aplastarnos. Así termina por sentirse el inocente espectador que se ha metido de lleno y se ha implicado.
Pese a que no entiendo gran cosa de planos ni de prodigios de la imagen, y no estoy puesta en esa terminología técnica relacionada con el mundo de la comunicación audiovisual, al menos sí sé cuándo las imágenes que veo me atrapan, me seducen, me horrorizan, me revuelven, me fascinan y, en suma, me dan la impresión de estar contemplando una maravilla visual de las que no se observan todos los días. Desde luego, se advierte la cuidada estética destinada a impresionar al espectador fácilmente impresionable, como es mi caso, y que incluso me atrevería a decir que va más allá, buscando un casi delirante virtuosismo y cierta belleza a través del empeño en mostrar algo que podría haberse mostrado de forma mucho más convencional, pero que se ha optado por mostrarlo de un modo muy particular e hipnótico. Y no precisamente agradable ni placentero, pero sin duda hechizante.
Y qué decir de esa banda sonora, solemne y elegante, un complemento ideal para el clima amenazante y violento.
Aquí cabe todo, en especial para quien la ve sin escepticismos: exageración, truculencia, intriga, suspense, estupor, incomodidad, pasmo... Y la sensación de que nunca se puede recobrar lo perdido. De que no se puede volver atrás ni enmendar los errores que produjeron una mancha imborrable.
La venganza no nos devuelve a aquel momento en el que cambió todo. No nos hace regresar en el tiempo. Sólo es una manera de huir del aterrador vacío que se apodera de ti cuando ya has perdido tu alma.
"Aunque no sea más que una bestia, no tengo derecho a vivir."
"Ríe y el mundo entero reirá contigo. Llora, y llorarás solo."
"Sea un grano de arena o una piedra, en el agua se hunde igual."