Ésa es precisamente la premisa de esta película: que todos podemos meter la pata hasta el fondo cuando creemos que tenemos la razón.
Esta historia trata, entre otras cosas, sobre malentendidos y desencuentros, cuando las voluntades de dos personas orgullosas e independientes se enfrentan para provocar una lluvia de chispas que nos hechizan durante todo el metraje.
En la Inglaterra de finales del siglo XVIII, bajo unas reglas sociales estrictas que marcan implacablemente las diferencias entre las clases sociales y entre los roles de hombres y mujeres, los protagonistas tienen el valor de intentar traspasar los férreos límites que se les ha impuesto y luchan por lograr su felicidad.
En un entorno que restringe estrechamente las posibilidades de elegir libremente (de hecho, como siempre ha ocurrido en muchas sociedades, casi todo el mundo estaba sometido a la voluntad de sus mayores y de una comunidad cerrada que velaba mucho por la reputación y las apariencias), algunos de los personajes se atreven a aspirar a lo que parece imposible.
También se nos muestra lo mucho que cuesta rectificar nuestros prejuicios, así como las consecuencias de los actos impremeditados, que podían condenar a una familia al rechazo social.
Para quienes la vean superficialmente, sin profundizar un poco, puede que esta película resulte poco más que una novela rosa con muchas personas obsesionadas con el amor y mucho lío al estilo "mucho ruido y pocas nueces"; pero quien sepa ver más allá, se encontrará quizás con una encantadora historia, cuyos protagonistas principales orquestan un duelo, un choque de voluntades, con diálogos brillantes y miradas elocuentes.
La protagonista llena la pantalla con su energía y su fuerza, y termina por hechizarnos con su sinceridad, su integridad y su valor.
Absolutamente recomendable, para los que estén dispuestos a disfrutar de un drama romántico delicioso.