Lucas y Marcos deciden asociar sus cualidades como delincuentes en una estafa que podría solucionar sus problemas para siempre: vender, en menos de un día, una falsificación de las “nueve reinas” –una preciada tabla de nueve sellos- a un coleccionista que está de paso por Buenos Aires.

Fabián Belinsky nos mantiene durante todo el metraje con un sexto sentido siempre alerta y dispuesto a llevarse cualquier sorpresa: ¿quién está engañando a quién? Efectivamente, tiene un papel esencial el constante juego que se hace con las expectativas del espectador: ya desde el primer encuentro de los dos protagonistas, Marcos finge una reacción agresiva cuando, en realidad, sólo quiere convertir a Juan en su cómplice. Esta jugada se repite en numerosas ocasiones, y más todavía cuando, al final, se desvela que toda la historia era una engañifa en la que todos estaban compinchados contra Marcos.

La película es amena debido, en gran parte, a la gran variedad de factores de los que se nutre: escenarios diversos (las calles de Buenos Aires, con transparentes travellings de seguimiento y giros de 360 grados, interiores lúgubres como la cárcel o la sala en la que juegan a cartas al final, escenarios lujosos como el hotel y el banco…) y una entretenida mezcla de suspense, acción, drama y comedia, más o menos en este orden. Cabe destacar, también, el ingenio con el que se ha trabajado el guion, con detalles simples que cierran en clave de coherencia la película, como la canción del final o el nombre de Sebastián. Una prueba exquisita de que se puede hacer una película entretenida y atrayente sin recurrir a superproducciones. Un tanto para Argentina.