Puede que sea porque nunca me ha hecho especial gracia Adam Sandler, cómico que verdaderamente tiene una considerable cantidad de aficionados que gustan de sus peripecias, pero "Little Nicky" no me resulta especialmente divertida, aunque el juego gamberro y desdramatizado que propone de la guerra espiritual me podría haber interesado mucho más de lo que hace.

Desde luego que uno no va a andar pidiendo sesudas reflexiones a una pieza cómica que quiere simplemente desmadrarse, pero más allá de perros que hablan y cameos de gente de la talle de Quentin Tarantino, pienso que esto no lo salva ni el apreciado Harvey Keitel, así como Eugene Levy ya no puede tirar para adelante con las secuelas de "American Pie", por mucho que trate.

Steven Brill caracteriza una New York asolada por demonios y chistes macarrillas que sin embargo tampoco se crean ustedes que arma tanto jaleo como se podría intuir.

Por muchos tonos de móviles que tengan los ángeles, lo cansado del cargo que esté el príncipe de las tinieblas y los helados que se tome el pobre Nicky con su novia... no me termino de meter en esta dantesca interpretación de fuego y azufre.