Una película dentro de una película, un hecho social de nuestro país hábilmente comparado con la sangrienta historia de nuestro continente, la historia se repite e Icíar Bollaín narra ambos hechos con gran acierto, fusionando ambas tramas en un drama solvente donde la realidad, nuestra realidad, supera a la ficción.

Muy importante resulta la labor de un elenco sólido y solvente, donde destaca un excelente Luis Tossar que lleva muy bien el peso de la película, igualmente el ganador del Goya Karra Elejalde, todo un roba-escenas que se luce en cada aparición. Sin embargo y como una revelación totalmente sorprendente esta nuestro Juan Carlos Aduviri; y es que el actor alteño cuanto menos llega a opacar al resto del reparto en sus intervenciones con una interpretación poderosa, colosal, emocionante. Por ahí también esta un correcto Garcia Bernal, aunque un tanto relegado por la potencia del resto de actores, pero no por eso se queda al margen cuando el elenco, con todos y cada uno de sus extras, se deja llevar por la historia, por sus personajes y nos regalan escenas de una espontaneidad inusual y memorable. Hasta Jorge Ortiz, impecable como siempre, tiene su momento.

La historia, como no podía ser de otra forma, es crítica en cuanto a los hechos que narra. La relación entre las historias tiene obvios tintes de denuncia; además de pasar con notable aprobado en términos de tensión, suspenso y ritmo. Esta fusión deja por demás una película con tintes épicos (como Aduviri muy bien sostuvo en alguna entrevista), una historia conmovedora y un brutal, crudo y muy necesario reflejo de nuestra realidad, tan presente acá como en cualquier otra parte del mundo.

Para el recuerdo ese impresionante trayecto de una Cochabamba sumida en el caos.