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Servadac rating:
7
Drama While working on a story in the border area, a young reporter discovers a divided town bisected by a river which is also the national frontier. He observes a surreal wedding in which the bride and her family stand on one shore and the groom and his relatives on the other. The town, a remote ghost town, almost forgotten at the end of the world, has been named "waiting room" by the locals because most of its inhabitants are refugees from ... [+]
Language of the review:
  • es
October 15, 2006
53 of 62 users found this review helpful
La continua atracción de Angelopoulos por el Norte nos lleva, en esta ocasión, a un gélido territorio de frontera en el que todos los valores parecen subvertidos. ¿Cómo no pensar en el hilo tenue de la muerte al ver la línea que separa ambos países? No existe un verdadero avance en la "sala de espera" en la que aguardan las almas exiliadas de los refugiados. Todo es vida vegetativa y gris, melancolía esencial y tristeza indefinida. El tiempo queda suspendido, inerte y congelado. Los habitantes de ese microcosmos (que pudiera integrar a todo el género humano) comparten un ¿perpetuo? aislamiento, sin apenas capacidad para comunicarse o comprenderse, cercenados, en apariencia, de las vivencias más profundas de sus semejantes. Todo se muestra como un continuo simulacro, con seres que actúan entre hastiados y abatidos. Abundan en la cinta las escenas memorables: la boda, a caballo entre dos mundos, con el río inexorable en medio de los novios; la primera escena, circular y sobrecogedora, en la que asistimos al rescate de los cuerpos suicidados en medio de una nube de helicópteros; el final, ¡ah, el final!, maravilloso. Con un amarillo deslumbrante, el de los "ángeles" que resplandecen en los postes, tratando de restablecer la comunicación. Una escena fallida: el reencuentro, protagonizado por los personajes de Marcello Mastroianni y Jeanne Moreau; hay algo en su tempo que no acaba de funcionar, pese a la preparación milimétrica de los encuadres y la exquisitez con la que está rodada. Un defecto: una película tan lenta, con un planteamiento tan diáfano, no debería resultar confusa, y, a ratos, adolece de ese vicio. Demasiado aire, demasiada contención, y un exceso de preciosismo retórico que desluce el tejido emocional de aquello que se nos presenta. Una idea tópica: el informador objetivo que no puede evitar su implicación sentimental. La atmósfera de nieve, lluvia y frío da vida al limbo de la espera, donde el desánimo penetra hasta los huesos. El guión parece salido del estudio de un ingeniero del lenguaje y de la imagen (¡qué pulcritud en cada toma!); todo está medido hasta el extremo, las simetrías, las reiteraciones, la inexistencia del sol y de la acción. La falta de utopías e idearios. Y el personaje más logrado de la cinta: el olvido de sí mismo en el silencio de la muerte.
Servadac
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