Del cine tailandés se conoce poco que se salga de la temática del muay-thai. Pocas películas de conocimiento público hay distintas a filmes como “Ong Bak” (2003), y el caso de “13 Beloved” no es precisamente una excepción. Es complicado conocer cine de otros países cuando no hay buena distribución de las películas o la publicidad es nula, y no hay más remedio que bucear entre los títulos para encontrarse, en muchas ocasiones, joyas como esta cinta de Chuklat Sakveerakul.

“13 Beloved” es la historia de un hombre desesperado, agobiado por las deudas, al que le cambia la suerte con una llamada telefónica desconocida. Lo que en un principio parece una broma se hace realidad al verse participando en un concurso en tiempo real, un misterioso “reality-show” en el que debe superar trece pruebas que una misteriosa voz le va asignando. Las pruebas van incrementando su dificultad a la misma vez que se incrementa el premio por pasarlas, pero también se hacen más virulentas y complicadas. Llegará un punto en el que pasarlas significará poner a prueba su moralidad.

La cinta supone también un reto para el espectador, ya que Sakveerakul no duda en mostrar no sólo un sentido de la violencia distinto al que nos tiene acostumbrado el cine norteamericano (algo bastante común en las películas asiáticas), sino una prueba de aguante de nuestros instintos más viscerales y nuestro sentido de la moralidad. No pondré ningún ejemplo de las pruebas, ya que el principal encanto del filme es ir descubriéndolas una tras otra, pero puedo decir que en más de una se roza la línea entre el atrevimiento más loable y el mal gusto más chabacano.

De una forma o de otra, la obra es un ejemplo brillante de cómo rodar con un ritmo excepcional y una fotografía no menos magnífica una historia con un guion sencillo pero muy efectivo. La curiosidad por saber a lo que se tendrá que enfrentar la próxima vez el protagonista es el motor principal de la película, es lo que mueve la trama y es lo que mantiene al espectador interesado.

Además del indudable trasfondo comercial de puro entretenimiento, el filme cuenta con moraleja relacionada con la capacidad del ser humano para superar cualquier obstáculo si tiene un objetivo último tan importante como para darle fuerzas a superarlo. En este caso, el protagonista no dudará en poner en venta todo lo que es él, lo que lo hace ser una persona, con la única intención de ganar dinero. Esa corrupción de su identidad como ser humano es el extremo de la pérdida de dignidad que puede verse en muchos concursos televisivos, cuyos concursantes están dispuestos a humillarse y a cosas peores con tal de ganar premios.

Muy recomendable.