Tengo mucho cariño a esta película. La vi una noche de esas que no tienes sueño y pones la tele para distraerte un rato a las 3 de la madrugada, enganchándola desde los mismísimos créditos iniciales. Cuando me pasa eso, dejo la película puesta. Es una señal del destino... Y en este caso funcionó, porque acabé llorando de tanto reír.

"U-Turn" es una película extraña, atípica, rara. Pero es buena, una vez que entiendes de qué va el asunto... ¿Que de qué va? Pues depende del punto del recorrido en el que te encuentres.

Durante los primeros cinco minutos, te parece una película seria, un thriller moderno de aislamiento y desesperación en mitad del desierto americano.

Luego ya vas frunciendo el ceño, cuando comprendes que algo raro pasa en ese pueblo en el que se ha metido Bobby llevado por la simpática mano del destino.

Y finalmente, en el momento más insospechado, descubres la profunda verdad del argumento. Descubres de qué va esta peli... Esta peli va de putear a Sean Penn, ni más ni menos. Entonces es cuando apoyas la cabeza en los brazos, te recuestas y ya puedes carcajearte a gusto hasta que acaba. Mola.

Otro intento fallido de recuperar los 90... o más bien los 80, lo que es todavía más grave. Porque si bien es cierto que la película original salió en el año 1990, también lo es que se podía encuadrar dentro de ese boom creativo que vivió el cine de entretenimiento en aquella década dorada que ya nunca, por mucho que nos empeñemos, se repetirá.

Señores, aquella época pasó. El contexto en el que nos movemos no es el mismo, y menos en el mundo del cine, que está demostrando cada vez a pasos más agigantados que empieza a agotarse y que su única esperanza son los remakes, precuelas, secuelas, adaptaciones, tirabuzones y demás fauna. Hollywood está moribundo y cada vez que aparece una cinta como esta, nos damos más cuenta de ello.

En cuanto al reparto, es escalofriante comprobar cómo un elenco de actores destacados (que no sobresalientes, ojo) consiguen actuar tan mal. Nadie se cree su papel, y casi da la impresión de que ellos mismos saben que lo que están haciendo no tiene ningún sentido. Que contar una historia como esta en el año 2012, es absurdo y está abocado al fracaso.

Lo dicho. Si hubiera habido algo que valiera la pena en este producto, es como digo en el título, que el Quaid original, nuestro amigo Schwarznegger, apareciese para partirle la boca a la réplica barata que interpreta Colin Farrell.

Colin Farrell... por Dios...

Eso debió pensar el guionista a la hora de preparar Cube Zero. Y me cabrea. Me cabrea mucho. Porque esta película es como esas gráficas de la bolsa cuando hay una recesión mundial, que cada vez cae más, y más, y más... y cuando crees que es imposible que sea más penosa, avergonzante, esperpéntica y traidora al legado de Cube (la original, la de Vincenzo Natali, que esa sí que es un peliculón) entonces se supera y te deja con la boca aún más abierta de lo rematadamente mala que es.
Cube se explicaba por sí misma. Era una metáfora de la vida en la que lo único que importa es el interior de ese cubo lleno de trampas y de personas con las que puedes colaborar o acabar sacándote los ojos para intentar llegar a una salida hacia la que sólo hay un camino: la inteligencia. Tenía una originalidad y una atmósfera brutales, y las actuaciones eran al menos, dignas.
Cube Zero es una parodia infumable, que falla en absolutamente todo, hecha para aprovechar el tirón comercial de una obra de culto y para dar respuestas donde no hacen falta, es más... sobran. La esencia de la película original residía en que no había una explicación, como tampoco la hay para nuestra presencia en el mundo. Esta precuela hace añicos ese concepto.
Es difícil encontrar una secuela o precuela cinematográfica que no sólo sea mala, si no que se hunda en el fango y arrastre con ella a la película original. Cube Zero sin duda lo consigue y con creces... Espantosa.

Buena película. Está lejos de ser perfecta, pero aún así "Una mente maravillosa" es una obra biográfica muy lograda y sobre todo, interesante. Al margen de las actuaciones, la dirección, el guión y el ritmo, esta película tiene algo que hace que merezca la pena verla. Y no es la historia de la vida de John Nash, eminente matemático ganador del premio Nobel en los años 90, que también... No, su punto fuerte es el retrato que se hace en ella del problema en el que este hombre, tan inteligente y sin embargo tan confuso, vive inmerso.

No diré nada que pueda fastidiarle el argumento y las sorpresas que la cinta guarda a un espectador que no sepa de qué va la historia. Yo tuve la suerte de ser uno de esos espectadores y, por eso mismo, creo que disfruté el doble de la película. Sólo me siento en la obligación de aplaudir el inmenso trabajo que se hace en ella retratando el fascinante funcionamiento de una mente humana, tanto para lo bueno... como para lo malo.

¿Qué está pasando? ¿Cuál es la verdad? ¿Cómo reaccionaríamos nosotros, y de qué seríamos capaces si nos viéramos en la situación de John Nash? ¿Podríamos enfrentarnos a algo así como él lo hace? Preguntas que nunca tendrán respuesta, pero que te hacen reflexionar. Y eso, para mí, es lo más destacable de esta película.

Vi esta película siendo muy pequeño, allá por mediados de los 90, una noche en la que, por alguna extraña razón que no recuerdo, estaba solo en casa. Por aquél entonces me valía con que una película fuera de dibujos animados para que captase mi atención. ¿Porco Rosso? Qué título más raro...
Muchos años después, aún recordaba la película porque en aquella época de mi infancia me sorprendió su argumento, lo divertida y lo bonita que era. Hoy en día podría usar palabras más grandilocuentes, pero paso. Me quedo con la impresión de entonces, porque es la auténtica y la esencial. La impresión de un niño ante una verdadera película de dibujos animados.
Por entonces ya conocía a Hayao Miyazaki y sus obras cumbre. No me sorprendió enterarme de que esta también era suya y de que con ella se popularizó en el resto del mundo como lo que es, uno de los más grandes directores de animación que ha habido.
Vedla, sin más. Y si tenéis hijos, no dudéis en presentarles a Hayao y sus cuentos. Les haréis un enorme favor que tal vez aprecien años después, cuando de verdad comprendan lo grande que es y la suerte que tuvieron de disfrutarlo cuando eran pequeños.