“Macarroni” es una historia salpicada de numerosos momentos tan divertidos como humanos. Me ha dejado buen sabor de boca esta historia y a la vez reflexión sobre la amistad que se desarrolla entre dos casi desconocidos con el caótico Nápoles y sus costumbres como telón de fondo. Nada más es esta película: un pelotazo de humanidad a través de la amistad aderezado con toques de humor.

Todas las demás subtramas que ocurren en la película son sólo pequeñas excusas del guionista para ir alargando la historia y dar así tiempo a que la amistad entre un viejo huraño, quemado por la vida, y un ingenuo napolitano, cargado de optimismo e ilusión, pase por todas las etapas posibles: descubrimiento, sorpresa, desconfianza, rechazo, enfado, búsqueda, compasión, dolor, perdón, confianza, preocupación, intercambiar confidencias, fidelizar la amistad en un símbolo (el Zippo), compartir experiencias hasta alterar tu vida por esa amistad, descubrir que no todo es perfecto en tu amigo, gastarle bromas, conocer a su familia, divertirse juntos, descubrir sus secretos, emborracharse, pelearse, compartir los buenos y los malos momentos y, por fin, descubrir que realmente sois grandes amigos… hasta que la muerte os separe.

Creo que Marcello está muy bien y muy expresivo en su papel de napolitano ingenuo y el resto de actores, en general encuentro buenas sus interpretaciones salvo algún personaje secundario y algún extra. Al menos comparando con lo que se ve hoy día…

Pero, en cuanto a actuación se refiere, está claro que Jack Lemmon destaca por encima de todo el elenco y, como muestra, un botón: nada más recogerle el taxi en el aeropuerto, durante el trayecto hasta el hotel, Jack Lemmon observa, durante 46 segundos, las calles de Nápoles por las ventanillas del taxi y, sin decir ni una palabra, nos transmite de manera sostenida, a medio tiempo, una mezcla de curiosidad, nostalgia, desinterés y desprecio, cambiante segundo a segundo, sin quedarse en blanco en ningún momento, sin apenas repetirse y sin caer tampoco en la exageración de sus gestos. Todo ello, además, ¡filmado sobre el retrovisor del taxi! Ojalá muchos actores de hoy día, de dentro y de fuera de nuestro país, que cuando “actúan” parece que tengan el rostro (y el cerebro…) de PVC, se fijasen en estas sencillas pero poderosas imágenes.

No podía esperarse menos de quien dijo en una entrevista: “I truly enjoy work and I love people” (“Realmente disfruto del trabajo y quiero a la gente [con la que trabajo]”).

Hay una segunda reflexión, escondida en el metraje de esta película, que es la del inexorable paso del tiempo y cómo, sin embargo, nunca nos parece que el tiempo pasa por nosotros, sino que parece que todo ocurrió ayer. Reflexión que está espolvoreada sobre el guion en diversos momentos a través de algunos recuerdos y equívocos que vive Jack Lemmon.

En el aspecto del doblaje, me encanta el sutil juego del tratamiento de tú/de usted en función de quién está enfadado y quién quiere ser amigo; roles que los dos actores llegan a intercambiar. Es un buen aporte del equipo de traducción que enriquece el texto sin alterarlo.

El resto, en spoiler: