Una nueva forma de realizar cine comienza a asentarse por fin en España. Con cintas como ésta o Tarde para la ira de Raúl Sánchez Arévalo, se sigue demostrando que nuestros thrillers están en muy buena forma y subiendo, afortunadamente para los amantes del género.
Rodrigo Sorogoyen (Stockholm) vuelve a sorprendernos este año con esta interesante y macabra historia que consigue mantenernos en tensión de principio a fin, aderezada con buenas dosis de crítica social y repleta de grandes escenas que pasarán a la historia del cine español. Poco que añadir de un Antonio de la Torre que está en todo su esplendor en el papel de un inspector de policía de homicidios tartamudo y traumatizado, regalando otra de sus interpretaciones magistrales que te deja sin palabras y con la mirada fija a la pantalla en cada escena. Combinación perfecta del otro papel protagonista interpretado poderosamente por un actor no muy conocido para el gran público que supone toda una revelación para nuestro cine, y por el que hay que quitarse el sombrero. Hacía mucho tiempo que no era testigo de una actuación masculina tan potente y de tantísima calidad como ésta, la cual nos regala momentos inolvidables que llegan a conmoverte profundamente (fantástica la escena del perro, entre otras). Sin duda creo que nadie lo hubiera hecho mejor, ni siquiera el gran Luis Tósar al que también le hubiera ido como anillo al dedo este papel. Merecidísimo por tanto el Goya de este año a mejor actor para un Roberto Álamo que está muy por encima de todo lo demás en esta película, y que sobresale aún teniendo al lado al mismísimo Antonio de la Torre. Destacable también el malo de la historia que tampoco se queda atrás, un irreconocible Javier Pereira que logra su cometido. Y todo ello sin desmerecer el resto de actuaciones secundarias que saben estar a la altura de esta obra de gran envergadura y bien ejecutada. Espléndido guión, gran puesta en escena y montaje, planos novedosos y muy atractivos, toda una delicia que espero disfruten tanto como yo.