Hay pocas cosas que me gusten más, en lo referente al cine, que el hecho de que las adaptaciones sean fieles (en la medida de lo posible) a sus homólogos literarios. Igual que descubro mi sombrero de copa ante la adaptación de El Señor de los Anillos, lo hago con Juego de Tronos.
Sin embargo no sólo la fidelidad garantiza calidad en el cine (y menos en una serie). Por fin una producción combina calidad argumental, algo que escasea en la inmensa mayoría de series, con una calidad visual digna de las mejores producciones de la gran pantalla. La fusión de ambos aspectos propicia casi diez horas de inmersión, inquietud, sorpresa y, en mi caso, de un cabreo sano y monumental los últimos capítulos. Pero, por encima de todo, propicia ganas de mucho más Juego de Tronos.
Un último apunte, que le suban el sueldo a quien hiciera el casting de actores.

Desde que me regalaron hace más de veinte años "El Señor de los Anillos" lo habré leído 4 o 5 veces, y "El Hobbit" otras tantas... Este último fue pensado como un cuento infantil para entretener a los hijos de Tolkien, sin originales horizontes de ser editado (algo que ocurrió, como el viaje de Bilbo, de modo inesperado). "El Señor de los Anillos", por el contrario, fue una obra mucho más compleja y meditada, posterior, y con visos de miras más amplias que su predecesor. De este modo, no se puede esperar una misma profundidad de películas basadas en una y otra novela.
Esto, aún así, no es algo cuyo conocimiento se pueda exigir a todos los que vayan a ver esta película, pero sí algo que puede explicar algunas de las principales críticas, como que no tiene el carácter épico de la anterior trilogía de Jackson, o algunas situaciones "absurdas" durante el film...
Evidentemente eso es cierto, pero la realidad es que nunca se ha pretendido algo similar al Señor de los Anillos, las novelas no lo son en absoluto.
Si en algo difiere esta película de su homónimo en papel es de que trata los temas de modo algo más serio, tratando de dar explicaciones a situaciones o decisiones mucho más livianas y gratuitas en el libro.
La película puede hacerse larga en ocasiones (aunque las casi 3 horas que dura acaban volando en el reloj), sobretodo su prolongada introducción. Pero no debemos olvidar que, tal como paso con la conclusión de El Retorno del Rey, este prólogo es el inicio de una trilogía, y 30 o 40 minutos de comienzo para un total de cerca de 9 horas ya no resulta algo desmesurado.
La historia es absorbente y entretenida, original y diferente a sus predecesoras, pero se antoja un poderoso aperitivo de las dos películas que quedan por venir.
Técnicamente es impecable, tal vez demasiado (los detalles dejan menos a la imaginación)... pero sobretodo es algo digno de verse.
Mi recomendación, huyan de los pseudo-aspirantes a crítico de cine (de los que por aquí abundan) y que sólo alimentan su propio ego a base de ferocidad y bilis (¿de verdad alguien puede pensar con el corazón en la mano que esta película merece un 1, un 2 o un 3?...) y, sencillamente, diviértanse con un gran espectáculo.

La mejor adaptación al cine de una obra de Stephen King. Y una de las pocas películas que, aunque la haya visto ya unas cuantas veces, consigue ponerme sistemáticamente el corazón en un puño. La película es muy buena, en general, pero esos momentos concretos son auténticas vivencias a recordar.

Y es que no se puede calificar de otra manera. Hitchcock maneja los tiempos de la película de un modo magistral, y los espectadores somos sus juguetes, de manera que además de sumergirnos progresivamente en la trama y en las inquietudes crecientes del protagonista, nos inyecta una dosis también creciente de desasosiego, que cuando parece calmarse y descansar por fin, estalla en uno de los mejores finales (en mi opinión) de la historia del cine.
Vértigo bien podría referirse, además de a la psicopatía del personaje de Stewart, a la montaña rusa de sensaciones por las que se asciende y se baja a lo largo del filme (enamorarse de Kim Novak incluido). Ninguna película me dejó jamás el desasosiego que me produjo ésta a su conclusión. Esta es parte de la magia de ese juego que es el cine, y Alfred Hitchcock juega como nadie.

Esta película, por lo que muestra, por lo que enseña, debería ser de obligado visionado en todos los colegios.
El valor de la película como tal (apoyado en la interpretación magistral de Kingsley), es el de acercarse a reflejar lo que supuso para el mundo esa pequeña y enjuta figura, la del gigantesco hombre que fue Gandhi.
Una autentica bomba de principios y de vida, para revolver conciencias en un mundo cada vez más turbio.