Pocas series atraviesan el umbral sagrado para volverse eternas, para permanecer.
Muy pocas, pero tengo que decir que Homeland es una de ellas. Han sido ocho temporadas de magia con una recompensa constante para los que nos mantuvimos fieles desde el principio. Magnífica.
Y recuerda, tú en tu corazón puedes amar a quien tu quieras.

Imaginad el alter ego de Doctor en Alaska.
Olvidemos la amabilidad y la luz resplandeciente, y dejemos paso a la alteración de la psique en las regiones polares, su influencia en el comportamiento humano, la espiral autodestructiva, un laberinto catabítico, convivir con los inuits y su conexión con otros planos de visión, una eterna oscuridad que impregna todo lo que toca,...
Pues eso, estoy gozando como un suricato vacunado contra la tularemia.