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Críticas de TRAVIS_BICKLE
Críticas 4
Críticas ordenadas por utilidad
10
18 de febrero de 2008
20 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cambio drástico de temática y localización espacio-temporal para el niño terrible de la industria, el portentoso, caprichoso y genéticamente genial Paul Thomas Anderson, quien vuelve a tocar el cielo con su quinta obra, una mirada excesiva, trágica, de adscripción épica, a un ser humano y a un entorno que lo define.

Hay sangre, mucha sangre, en THERE WILL BE BLOOD. Pero la sangre que destila la película es negra. El color del líquido que origina disputas e hiperbola las pasiones, que dibuja manchas de odio y orgullo en la árida meseta americana, que ubica a empresarios y propietarios en el vasto rincón más siniestro del planeta. Hay mucho de cine clásico en esta obra maestra. Pero toda esta herencia temática, ideológica y narrativa late bajo un sello postmoderno, el esqueleto narrativo y estilístico de Anderson bebe de fuentes sólidas a las que se les da un acabado autorial nuevo, vibrante, de latente potencia visual en cada fotograma. Vemos retazos de cine mil veces visto en televisión, pero en esta THERE WILL BE BLOOD se abraza el signo de lo coetáneo; son deseos y arrebatos humanos de siempre vestidos con la fuerza de nuestro tiempo.

Pese a un final que diluye la furiosa solidez de la puesta en escena en aras de un cierto exceso e histrionismo, THERE WILL BE BLOOD se sitúa en la vanguardia del cine de autor por sus arriesgadas decisiones narrativas –un ejemplo, su desarmante primer cuarto de hora-; por un empaque formal que trasluce la tensión de la historia con una planificación perfecta, perfilando con sus ángulos la oscuridad de esos seres humanos enfermos de mezquindad; y por la inteligente y matizada postura que el director adopta frente a los personajes -nunca maniquea ni enjuiciadora-, quienes se mueven con el solo peso de su bajeza innata -los débiles de fé ciega y de codicia sin límites nunca son objeto de burla, más bien de cierta piedad-.

Tuve la íntima sensación al ver la película de que no hay otro actor vivo capaz de encarnar, con toda la grandeza requerida, al complejo magnate Plainview. La bestial presencia de Daniel Day-Lewis enriquece las aristas de un personaje incómodo, dota de rabiosa humanidad a un monstruo falto de escrúpulos y enaltece las miserias del arribismo en persona. Cada cambio de gesto en esos primeros planos tan gratos es fruto de una meditada introspección del actor, pero cumple su función: sumergirnos de lleno en los abismos más sucios de una personalidad demoledora. Sólo con su físico y su entregada –puntualmente barroca- creación se concibe este desasosegante relato del auge y la caída de un magnate petrolero. Él es, en una interpretación calculada y pletórica, fría y grandilocuente, virtuosa y sin concesiones, la integral encarnación del mal, él y no otro actor es quien puede implicarnos en este firme y torrencial recorrido por los senderos de la avaricia y los peligros de la fé. Algo en sus ojos anuncia la violenta explosión bajo la calma. Y los premios le están lloviendo al actor. Con razón.
TRAVIS_BICKLE
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10
23 de enero de 2008
15 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay pocas historias que te hagan salir del cine con el cerebro y el espíritu atenazado,presionado por la grandeza de lo que acabas de ver,escuchar,tocar con tu fibra más a flor de piel. EN EL VALLE DE ELAH no ha sido,ni mucho menos, una decepción. Más bien ha confirmado y elevado a niveles imprevistos mi absoluta certeza de que me iba a introducir en una de las historias más poderosas, arriesgadas, sutiles, complejas y emotivas no sólo del reciente bautizado 2008, sino de lo que llevamos de década. La fuerza narrativa, el vigor ideológico, la nada manipuladora exposición de la anécdota, la recia pintura emocional de unos personajes en carne viva, el absolutamente nada maniqueo discurso sociopolítico subyacente, el sabio empleo de los recursos del oficio por parte de Haggis y unos actores que acarician la perfección encarnando cada una de las líneas de este guión maestro son los elementos que vaticinan la vigencia de esta cinta más allá de su improbable periplo recaudador por las salas comerciales.

Tratándose de Paul Haggis cuesta aceptar que la enormidad de esta descarnada, acerada, rotunda película haya sido firmada con su nombre y apellido, el mismo nombre y el mismo apellido que rubricaba otra cinta con inspiraciones críticas pero en las antípodas de la sutileza y el buen gusto,aquel producto acomodaticio, maniqueo, simplista y edulcorado llamado CRASH(COLISIÓN). Viendo esta última obra después de aquella se observan los dos extremos desde los que la industria yanki del cine puede poner sobre la mesa ciertos temas de calado social, ético y profundamente humano. Un extremo es el de lo grotesco por burdo, ramplón e inverosímil. El otro extremo es el de la inteligencia por transgresión, por absoluto dominio de los resortes de la emoción y la honestidad a la hora de hacernos transitar sus meandros.

La perfección de ese andamiaje se hace más vibrante, si cabe, con la densidad, la versatilidad, el permeable abanico de recursos interpretativos de uno de los más grandes intérpretes del último cine mundial: Tommy Lee Jones. Es uno de los grandes. Está en el Olimpo junto a Ed Harris, junto a Harvey Keitel, junto a Daniel Day-Lewis. Y su interpretación del tenaz padre-militar jubilado- en su febril pesquisa por los laberintos del estamento militar y policíaco para desentrañar la desaparición de su hijo militar es una de las más intensas, dúctiles, tiernas, esperanzadoras, sutiles y brillantes que yo he podido ver en muchos años. Su carga de dolor, de sufrimiento, de constancia, de patetismo, de ilusión se refleja en cada arruga de su rostro y la caída irrenunciable de sus ojos y nos arranca en cada plano un pedazo de piel, nos hace sangrar y, por si fuera poco, nos arrebata lo único estable con lo que entramos en la sala: la cordura. Sólo por su papel estelar en este nada complaciente y atormentado VALLE DE ELAH ratifica su majestad dentro de los pocos elegidos, los pocos actores que dignifican su oficio con un talonario de talento y sabiduría.
TRAVIS_BICKLE
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9
20 de febrero de 2008
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con NO ES PAÍS PARA VIEJOS sabía, desde el segundo 1, que estaba asistiendo a una obra maestra. La suma de elementos artísticamente ensamblados creando un todo perfecto como un engranaje se lograba con esta historia de corrupción y violencia. Todo en ella es brillante. Sin embargo, no logré, en ningún momento, dejarme arrastrar por el relato. No me enamoré de una historia potente, no me sedujeron sus personajes oscuros, no me involucré con su trama inquietante, con su ambientación seca y crepuscular, no pude dejar de percibir que toda esa brillantez quedaba lastrada por una frialdad excesiva.

Aún reconociendo su perfección formal, ese dominio técnico, la pericia al trasladar en imágenes una novela que se me antoja compleja por su densidad emocional, una riqueza expresiva y la soberbia dirección de actores, me faltó algo crucial, básico, esencial, para creerme que estaba viendo una cinta de los Coen: el humor. No lo encontré por ningún resquicio de esa Arizona brutal y desquiciada; no pude captar la sorna y la gamberrada que brillaba en SANGRE FÁCIL, o en BARTON FINK, o en FARGO, o en EL GRAN LEBOWSKI, o en EL GRAN SALTO, o en EL HOMBRE QUE NUNCA ESTUVO ALLÍ. Los hermanos Coen ofrecen su maestría absoluta e indiscutible al servicio de un viaje a los infiernos de la condición humana. Algo que ya dominan. Lo mismo que han hecho antes. Muchas veces. Pero esta vez sin humor.

Pese a todo, supe siempre que me encontraba ante una joya pulida y refinada, ante la más perfecta criatura de los directores y ante lo mejor de los últimos años. Reconozco que esa desnudez formal es la más apropiada vestidura para el cuerpo narrativo. Este trayecto de sangre y agresividad, de polvo desértico y pólvora, de huídas y persecuciones, de venganzas sin redención nos golpea a bocajarro, se hace vibrante, peligroso, demoníaco, nos empapa de su bestialidad...eso sí, depurada, perfectamente calculada y, al final, deshumanizada. Pude ver todos sus actos violentos como nunca antes en el cine de estos autores. Pero detrás de ellos no vi carne. No he visto pasión.

Tendré que darle una segunda oportunidad a esta última muestra de buen cine. Volveré a sentir el sudor de Josh Brolin huyendo en esa espiral de violencia y horror que se desata; supongo que volveré a percibir el signo de lo diabólico bajo el el rostro impasible de un Bardem ahogado en premios; con toda seguridad volveré a quedarme atónito ante el derroche de talento del maestro Tommy Lee Jones -su plano final es lo mejor de la película-; espero encontrarme de nuevo con ese círculo de sordidez asfixiante, con ese trágico itinerario donde las víctimas no son menos siniestras que sus perseguidores, con ese árido y perturbador aroma a muerte que te deja sin aliento.
TRAVIS_BICKLE
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9
31 de enero de 2008
3 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Confirma el señor Penn su talento para, si no hallar, al menos indagar su nombre propio dentro de la nómina de autores tras la cámara, su sello intransferible como creador de sueños en movimiento, de retazos de vida y muerte encarnados en personajes muy matizados, al menos en la escritura del guión, y en un uso libre, astuto, poético de los elementos que conforman la puesta en escena de esas ideas.

Y lo hace mediante este sentido y profundo homenaje a la libertad innata del ser humano para encontrarse a sí mismo, para afirmarse como entidad física y proyectar su más arraigada dimensión espiritual hacia la naturaleza que lo rodea, hacia el medio salvaje en el que desarrollarse y del que se ha visto privado en aras de una vida falsa, hipócrita, postiza, estéril, materialista y, en definitiva, carente de sentido y plenitud.

La visión de esta espeluznante, extraña y magnética INTO THE WILD apela a la zona más noble de nuestra sensibilidad y eleva la mera y rutinaria experiencia como espectador a la esfera de la emoción más pura, al territorio donde descubrimos nuestra propia integridad individual, al paisaje anímico en el que tomamos conciencia de lo que somos y en el que nos liberamos. INTO THE WILD nos seduce con su hipnótico recorrido humano, nos sumerge en la inmensidad del espacio natural que vemos, nos conduce con su música, con su sonoridad, con sus caminos, con sus personajes, con sus amaneceres, con el agua limpia, con la blancura de sus cumbres y la frialdad de sus estaciones, con el viento que corta rostros y vegetaciones, con todo lo que reafirma y anula a la vez el concepto que de nuestra existencia teníamos en principio.

Es una de las experiencias más arrebatadoras, subyugantes y emotivas que he podido vivir en un cine. Por todo lo que la historia plantea, por ese preciso empleo del montaje, por esa imperfecta pero perfecta planificación a base de encuadres cortos, por esa sorprendente facilidad para destilar quietud y dinamizar el ritmo, por esa sabia fórmula para extraer pasión de las miradas, de pintar con el rostro de los extraordinarios actores la tristeza, el desamparo, el miedo y el gozo más absolutos...

Sean Penn sigue investigando su pequeño hueco en el cielo de los creadores genuinos, y lo hace con una poderosa parábola sobre la pequeñez de nuestra vida frente al entorno, sobre el poder que escondemos para cambiar nuestro destino, para hacer temblar los pilares sobre los que se organizaban nuestros días. La historia del joven graduado de familia adinerada pero absolutamente disfuncional que abandona los oropeles de su vida de éxito para viajar al corazón de Alaska y reformular los códigos de su existencia es nuestra historia, la de cualquiera de nosotros, la de todos nosotros. Con ella recorremos todas y cada una de las emociones que nos alimentan. Hace falta mucha dosis de inteligencia e intuición para lograrlo.
TRAVIS_BICKLE
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