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España España · Jerez de la Frontera
Críticas de Manu Gutiérrez
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Críticas 9
Críticas ordenadas por utilidad
8
28 de noviembre de 2012
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Onibaba es una cinta que se cuece a fuego lento -pudiera ser uno de sus puntos flacos para según quién-, pero que absorbe con su atmósfera particular. Con sus claroscuros y sus sonidos que casi se traducen en tacto.

Nos presenta un Japón embrutecido por las calamidades que deja la guerra a su paso, y a una pareja de supervivientes que hacen lo posible por conseguir algo que llevarse a la boca cada jornada.

La película se mueve entre emociones arcaicas inherentes a casi todo ser vivo -como el apetito sexual-, y otras algo más complejas, como la ética que debe seguir una joven viuda -código moral que se enfrenta al frenesí primitivo-, y el posible castigo que recibiría su alma si corrompiese los vínculos con su esposo fallecido.

Jugando con esos elementos obtenemos una solución que se va cargando de monotonía y tedio, de vida cotidiana para, hacia su recta final, estallar en pulsos de pánico muy acertados.

¿Hasta qué punto una persona tiene potestad para ajusticiar el comportamiento de otra? ¿Pueden los espíritus inclinar la balanza del castigo hacia el lado de almas -en teoría- pecaminosas? ¿Acaso consideran mayor pecado el coartar la libertad de una persona sencilla que solo busca deleitarse un poco en este mundo sórdido en el que ha sido colocada?

Mención especial a la banda sonora; sencilla, a veces estridente, pero con la potencia que la historia merece. La que acompaña a las escenas en que la joven se adentra en los campos de juncos a la carrera para encontrarse con su amante, es especialmente inquietante. Silencios muy acertados en determinados momentos; ahi cualquier música restaría virtud al conjunto.
Manu Gutiérrez
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4
15 de diciembre de 2011
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película que, seamos sinceros, no deja a nadie indiferente. Mejor no entrar a debatir si se trata del séptimo arte o de un fraude. Cada director tiene algo que contarnos y una forma distinta de hacerlo.

No obstante, podemos discernir dentro del caos que impregna la obra, un comienzo que deja perplejo al espectador, casi en estado de shock, y una segunda parte muy tediosa.

Es brillante la manera sórdida y muy sensitiva, a la par que devastadora, en que se nos muestra la primera escena. Duele el estómago, se torna psicosomática. Podemos notar un punto de calidad que, por desgracia, no se mantiene.

Sujeta a una rígida estructura que se gesta en la mente de Elias Merhige, Begotten va decayendo en una larguísima segunda secuencia que, si bien al principio quita el aliento, nos insufla un cansancio inmenso dada su posterior monotonía. Los minutos se hacen eternos y la frescura se diluye.

Con todo, el impactante inicio y los créditos finales, que representan el único nexo entre la mente del autor y una posible interpretación por nuestra parte, salvan en parte esta obra de sensaciones y metafísica. Este cuadro viviente de Zdzislaw Beksinski, que en paz descanse y me perdone, puesto que detestaba la interpretación de su obra.

Tal vez si utilizamos ese criterio de "valetudo", Begotten resulta una experiencia única a la que todos deberíamos dar una oportunidad.
Manu Gutiérrez
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Baraka
Documental
Estados Unidos1992
8,1
11.474
Documental
9
20 de diciembre de 2011
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando llegó a la Tierra una foto tomada por la sonda Voyager I en los confines del sistema solar, más allá de Plutón, el genial Carl Sagan dio un discurso sobre aquel punto azul pálido. Pues bien, Baraka sirve como complemento; ahonda en la complejidad de nuestro planeta, sin hacernos olvidar que estamos sumidos en la más vacua e inmensa negrura espacial.

Aún así, la esfera en la que se desarrolla nuestra existencia no puede sino fascinarnos al momento de estudiarla mediante la tesis que Baraka nos sugiere. Paisajes de ensueño, desde el árido oeste de los EE.UU. a las pluviselvas tropicales. Desde los vestigios de Angkor Wat o Persépolis, al bullicio contemporáneo de Tokio. Desde los ritos más ancestrales, como los funerales en las aguas del Ganges a su paso por Varanasi o los cánticos tribales, a los procesos industriales en cadena.

No exagero si digo que la selección de lugares y eventos es tan acertada, que Baraka sería ideal para mostrar a una hipotética civilización extraterrestre nuestro mundo y la forma tan injusta en que la sociedad occidental gestiona sus recursos. Y no sólo existe un desequilibrio para con el planeta, sino también para con la propia humanidad. A tal reivindicación le dedica el documental unos sórdidos minutos en los que se plasma el sufrimiento causado durante el holocausto nazi y el genocidio perpetrado por los Jemeres Rojos en Camboya.

Una obra que trata de expresar con imágenes y música el lugar que ocupamos en el espacio, nuestro verdadero valor, que trata de contarnos de dónde venimos para elegir mejor hacia dónde iremos. Un trabajo de índole global en el que se interrelacionan todos los aspectos del ser humano y sus interacciones con el entorno. Totalmente recomendable.
Manu Gutiérrez
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9
16 de diciembre de 2011
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Posiblemente, "La Naranja Mecánica" necesite una de las valoraciones más extensas, ya que ahonda en multitud de aspectos del ser humano.

Como película, diseccionando su estética y estructura del cuerpo íntegro que forma junto a su mensaje, y estudiándolas por separado, es extraña.

Comienza con una apología de violencia "gratuita", una metáfora de la crisis en la adolescencia media, inmersos en una etapa animal y salvaje en la que se ejerce el bulling para asentar unos valores que creemos nuestros, pero que en realidad se necesitan para encajar con el resto de púberes.

Del hedonismo que evaporan Alex y sus drugos, inmerso en una atmósfera ultraviolenta y retro-kitsch, en una buena parte del metraje, pasamos mediante un guantazo en seco que restalla en nuestra piel, a plantearnos cuán ético es el método Ludovico.

Una película que, lo confieso, me parecía excéntrica, frívola y algo desnuda. Una película con gran mensaje que adolece de una forma demasiado aleatoria para transmitirlo. Que anestesia nuestro raciocinio en lugar de alentarlo para captar lo que la obra de Kubrik quiere decir. Pero, de pronto, hace estallar todo su potencial como un geiser eleva el agua hirviendo.

Se esbozan en mi mente el "soma" de Aldous Huxley en "Un mundo Feliz" y la lobotomía. Anulamos la voluntad del ser para condicionar su comportamiento. ¿Acaso no es tan aberrante como la violencia por la violencia?

Y entonces, vagamos durante el resto de cinta por un limbo entre lo real y lo onírico, una suerte de surrealismo masoquista que parece ajusticiar los defectos del hombre pasional y sincero, guiado por la amígdala, dueña del instinto.

Es esa manera tan propia de Kubrick, de romper esquemas mediante una potente vibración argumental, la que le da todo el valor a esta película. De conducirnos junto a Ludwig Van Beethoven a lo más profundo del pensamiento, para librar en tan sugerente campo de batalla una encarnizada lucha entre la ética impuesta y sociológicamente correcta y nuestro yo más natural.

Como colofón, la ambición humana nos arrastra a la frivolidad más vergonzosa, por la que fluctúan los parámetros del mundo en que vivimos, esa flagrante crítica a nuestra jerarquización, donde el tenebroso pasado es jugado como el as de la baraja para llevar el interés público donde más nos convenga.

Decid "¡Patata!"
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Manu Gutiérrez
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8
12 de diciembre de 2011
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un estímulo, infinitos juicios. Depende de cómo la mires. En el fondo no soy partidario de valorar un producto no acabado pero, si bien pueden darse cambios bruscos de perspectiva, la esencia de la serie parece encarrilada hasta ahora. Episodio 2x07

A "The Walking Dead" no se le puede recibir como si fuese uno de esos desalmados que pululan por las decadentes avenidas del downtown de Atlanta. Hay que recibir la serie con ganas, lo cuál puede llegar a permitir que te enamores de ella, y eso ya es bastante.

Es cierto que para gustos colores, pero desviándonos un poco de tal certeza, se puede valorar esta serie con dos enfoques bien distintos. Uno es el más puro survival horror; el otro se rinde ante los conflictos éticos y la filosofía en momentos de pandemia y desesperación. Si bien yo creo, y esto ya es a título personal, que muchas valoraciones aquí plasmadas son demasiado duras con el enfoque que eligen como útero en el que gestar su correspondiente crítica.

Y es que no todo es blanco o negro. Existe la escala de grises. Y la forma en que se desarrolla The Walking Dead no es estanca, permite filtrados de un compartimento a otro. Momentos de survival horror se suceden a otros en los que priman las emociones de los vivos. De aquellos que conservan intacta su corteza prefrontal, artífice del pensamiento racional.

Es cierto que la serie comienza a tomar un rumbo muy intimista en una atmósfera casi country, algo muy melancólico y excéntrico para los más puristas. Pero aceptémoslo, démosle una oportunidad, porque ya hemos visto demasiados centros comerciales arrasados, demasiadas instalaciones militares y demasiadas calles de Racoon City en las que prima devorar todo lo que se mueva.

El ser humano tiene un instinto de crítica destructiva que le lleva a opositar a las buenas intenciones, yo no entro a juzgar si eso es bueno o malo, simplemente sucede. Si la serie fuese de destrozar zombies a diestro y siniestro con arsenales infinitos, dirían que está vacía. Si decide plasmar toda la gama de color de la mente de los sanos, se dice que es un pastiche sentimental. Posiblemente sea 70% de lo segundo y 30% de lo primero. Pero está bien así. Logra emocionar si le dejas, pese a tener un par de momentos algo ilógicos. Está claro que, desarrollar una aventura cuyo fin parece ser colapsar sobre sí misma (un mundo devastado no es un infinito baúl de ideas) y en la que poner en conflicto a un montón de personajes, es muy complejo y puede dar lugar a incongruencias.

Pero estos guionistas se están atreviendo, y cada personaje tiene algo detestable y algo que admirar, y así es la vida. Bastante están logrando tirar del hilo de un mundo post-apocalíptico en el que parece que no queda más que esperar a que esos seres mueran de inanición, si es que de eso pueden morir.

En cuanto a mí, puede que haya sido demasiado benévolo, el tiempo también me ayudará a saberlo, pero ha logrado tocarme la fibra sensible.
Manu Gutiérrez
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