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Críticas de Kiko Izquierdo
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Críticas 15
Críticas ordenadas por utilidad
8
28 de noviembre de 2015
184 de 234 usuarios han encontrado esta crítica útil
La ganadora en Sitges de este año viene firmada por un equipo de lo más comercial/convencional: Karyn Kusama, directora de aquella cosa llamada Jennifer’s Body; y Phil Hay y Matt Manfredi, guionistas de otras cosas como Furia de titanes.

Y es quizá la experiencia adquirida en este tipo de trabajos lo que dota a la película de su mayor fortaleza: la tensión. La fórmula, no sé si sencilla, se resumen en aplicar las leyes de la tensión dramática del cine comercial (a veces, como sabéis, excesiva) a un cine un tanto más independiente, o raruno, vaya.

La película, de hora y media de duración, tarda en arrancar la friolera de 60 minutos, lo cual no implica que ese metraje sea aburrido, ni mucho menos, pero para cierto tipo de público (el del género fantástico), 60 minutos sin sangre son 60 minutos perdidos. Durante todo este tiempo, la tensión no sólo se mantiene sino que no para de crecer, y esto, puedo asegurarlo, es sumamente difícil.

Para ello, usan un recurso fundamental que a mí me ha parecido de gran inteligencia: la imposibilidad de aferración moral que el espectador siente durante esos primeros 60 minutos es sumamente angustiosa. El intentar por todos los medios situarse moralmente junto a un personaje y no conseguirlo frustra tanto como frustra la situación al protagonista.

Y ese es el segundo gran acierto de la película: hacer sentir al espectador la misma incomodidad con la película que la que el protagonista siente con su propia experiencia dentro de ella. Los silencios incómodos y las miradas sentenciosas te hacen querer mirar para otro lado y escapar de allí. Pero no puedes. Y él tampoco.

Cuando la película al fin estalla, lo hace de la mejor manera que podía hacerlo, de manera cortante y violenta, lo cual consigue no desahogar al espectador, sino introducirlo en una espiral de incomodidad cada vez mayor, que no cesa hasta que aparecen los créditos finales.

Es, en definitiva, un ejercicio de tensión magistral (en el sentido más literal de la palabra), y muchos cineastas independientes deberían aprender de él si quieren desprenderse de parte del tedio que suele caracterizar muchas de sus creaciones.
Kiko Izquierdo
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7
28 de noviembre de 2015
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin ser especialmente extraordinaria, Deathgasm consigue sin embargo crear una experiencia de visionado muy grata. Es, por fin, y no como Turbo Kid, una parodia de verdad. Es divertida, ingeniosa, exagerada y crítica, como toda parodia que se precie. No hace falta que te guste o que seas un entendido del heavy metal para que esta película te divierta a ti al mismo nivel que al resto de la sala. Es, también, una película perfecta para ver con buenos amigos.

Personalmente habría puesto aún más música y a un volumen aún mayor, para engrandecer la inmersión en su mundo, aunque supongo que esto es parte de la estrategia de hacer el visionado apto para el mayor tipo de público posible y no sólo para los más aficionados al género musical tan ridículamente asociado siempre al satanismo. Y esta es la virtud que más me sorprende: cómo nadie había hecho aún una película tan obvia y, sin embargo, tan divertida, inteligente y, en cierto sentido, autocrítica o autoparódica.

Ningún gag está fuera de lugar, todo está en su sitio. Encontré un pequeño fallo en el guion, un detalle sin importancia, que sorprende precisamente por estar, en general, bien escrito y cerrado. Sorprende de igual manera el ingenio con el que se resuelven ciertas escenas casi imposibles. Incluso se atreve a fundamentar, sin darse apenas cuenta, la existencia de las tribus urbanas (y unos de los principales argumentos por las que las defiendo): el protagonista le cuenta a la chica que a él le encanta escuchar esa música porque ve identificada su rabia y odio contra el mundo y así no se siente tan solo. Touché.

Es una comedia inteligente y muy bien realizada, pero es, sobre todo, una fantasía hecha realidad. Todo heavy que se precie verá proyectados en la pantalla algunos de los sueños que más recurrentemente le pasan por la cabeza mientras camina escuchando a sus grupos preferidos. Resumiendo: toda la mitología y simbología del satanismo metalero en una excesiva puesta en escena muy eficaz.
Kiko Izquierdo
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6
28 de noviembre de 2015
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un buen punto de partida y un guion que se basa en un buena obra original para una película que intenta demostrar que lo medieval también puede ser divertido, recayendo precisamente en lo contrario. Pesado largometraje que cree engrandecerse por momentos y sólo se mete más en el fango.

La literatura medieval está repleta de obras divertidísimas (quien haya leído algo de El Decamerón de Boccaccio lo sabe perfectamente), pero el director consigue hacer de una obra de características similares, el conocido como Pentamerón del napolitano Giambattista Basile, algo aburridísimo.

Si bien algunas escenas son indiscutiblemente brillantes, e incluso hay alguna casi desternillante, nada se le debe a la película, sino al libro original.

Las interpretaciones, excesivamente pétreas, se camuflan con las paredes de los castillos en que suelen sucederse los distintos cuentos fantásticos, que se nos van presentando de manera desordenada y casi aleatoria.
Kiko Izquierdo
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5
28 de mayo de 2014
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ambas.
Desde el punto de vista político: pero qué bien le viene a Telecinco recordar el temita de ETA cuando la democracia (su democracia) está en sus horas más bajas. Un ejemplo claro y burdo de la necesidad y la instrumentación del "cinema oficial" para el Estado, a través de su ramificación de los mass media.
Desde el punto de vista cómico: mediocre, una comedia más; no se le puede echar en cara que tire de estereotipos porque el humor va de eso, con más razón en esta ocasión. Sin embargo, es un humor que no termina de llegar a la risa, que se queda sólo en algunos momentos de chascarrillos que cualquiera un poco hecho a tratar estos asuntos con más o menos gracia podría haber escrito.
Desde el punto de vista audiovisual: ni Clara Lago ni Dani Rovira son tan malos actores como creía; el papel dominante lo tiene Carmen Machi, a la que le sobresalen las tablas. Técnicamente deja mucho que desear. El guion bastante flojo.
El final apresurado, como si se le acabase la película al cámara, termina de romper lo poco que podía haber gustado.
Aun con todo, y aunque he intentado de veras visionarla sin prejuicios, ha cumplido mis expectativas, de ahí que mi valoración no haya sido inferior.
Kiko Izquierdo
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8
5 de abril de 2015
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ante todo, esta película debe contemplarse (que no verse) de manera fría y con una distancia tan excesiva como cruel, que son, al mismo tiempo, las condiciones que la carrera televisiva le pone al protagonista, un neo-Frankenstein absurdamente contemporáneo: su cerebro es Internet (constantemente recita pasajes que parecen estar sacados de la Wikipedia), su lenguaje es financiero (aprendido, además, en un curso online), y su humanidad, inexistente.
Que no quede para los restos, que no se encasille, pero me parece que Jake Gyllenhaal atrapa a la perfección los personajes más "rarunos", sin poder evitar la obvia referencia al videoclip/cortometraje "Time to dance", un temazo de The Shoes que aparece brevemente en una pieza de 8 minutos en la que Jake Gyllenhaal demuestra con creces que sabe crear el "mal rollito" propio de un rarito marginado social. En esta película interpreta a un personaje evidentemente más desarrollado y complejo: es elegante, incluso a veces atractivo, y, sobre todo, jodidamente inteligente (el término anglosajón "clever" se ajusta mejor). La película es íntegramente suya (algo que suele ocurrir cuando un personaje está tan sumamente bien construido), el resto de temas son secundarios, aunque puedan no parecerlo.
Sobre la morbosidad televisiva hay mucho dicho ya (y bastante bien en casos concretos), no añadiré nada nuevo, si acaso la aparente funcionalidad de Louis Bloom como una especie de director de cine de acción (que no realizador) de la tele-realidad que, como sabemos, poco -más bien nada- tiene que ver con la realidad, si es que existe tal cosa, si acaso no es la realidad el juego diario de modificar la realidad, cada uno, a nuestro antojo.
Kiko Izquierdo
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