Mágnífica película del maestro Kurosawa. De estética sublime y gran fuerza visual. La disposición colorista de las tropas resulta de gran belleza, así como el marco y la recreación conceptual de la aristocracia nipona son muy acertados.

No hay mucho más que añadir. Se trata de una pequeña "americanada", pero al menos la banda sonora da muestras de una cultura roquera que ya quisiera para sí el afamado encargado de desvirtuar la alocada actuación de Jack Black para todos los hispanoparlantes.
El argumento es previsible, aunque no deja de ser entretenido, mientras que las actuaciones resultan ciertamente convincentes, si bien el señor "Black" no habría podido encontrar un papel mejor para desahogar su habitual actuación exagerada y excéntrica.

Aunque el argumento se presenta algo comprimido, el espíritu juvenil e inconformista resulta un excelente marco para la comprometida actuación del mítico James Dean. No es una obra maestra, pero es el reflejo del sentir común de una época, además de un icono para la posteridad.

La correcta y conseguida actuación de Russell Crowe queda completamente eclipsada ante un soberbio Denzel Washington, que consigue hacernos simpatizar con un criminal que es capaz de ser el más frívolo, a la vez que cercano y respetuoso. Ridley Scott ha sabido transmitir fuerza narrativa más allá de las aventuras épicas a través de las cuales lo hemos conocido bien desenvuelto. La puesta en escena es buena, aunque no brillante.