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Críticas de alegar373
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Críticas 20
Críticas ordenadas por utilidad
5
17 de abril de 2012
34 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
Demasiadas reminiscencias. El director de aquella genialidad llamada El quinto elemento, Luc Besson, ha impreso su estilo y los dos directores de este largo, James Mather y Stephen St. Leger, no han querido privar al público de esta cinta poco original. ¿Por qué? Porque va a funcionar en taquilla.

Después de más de un siglo de cine, no sería lógico que nos volviesen a contar que la hija –guapa- del presidente de Estados Unidos es secuestrada como rehén por los presos de una cárcel espacial y que un rebelde pero humilde caballero –musculoso- tiene que limpiar su nombre de acusaciones falsas de espionaje yendo a salvarla. Pues sí, otra vez.

Al poco misterio de esta trama se añade el traje de astronauta que luce el cuerpo de Guy Pearce, (recordad, es una cárcel espacial) que quita feromonas, sólo recuperadas a golpe de ironías y sarcasmos mientras recibe palizas. Pero no importa porque él resiste todo, le da igual recibir un puñetazo más con tal de bacilar al malo.

El “humor” es una constante a lo largo de la película. Claro, se le puede permitir a Bruce Willis, pero de momento Guy Pearce, aunque nominado tres veces por el Sindicato de Actores, no llena tanto la pantalla. La trama goza de acción tal y como promete, aunque es inevitable que Besson (se apodere de la mente del espectador en el quinto minuto. Es de suponer que, viendo la trayectoria de los dos directores de éste, su primer film, el francés (sólo coguionista esta vez) vio su primera obra, el corto Pray Alone, y decidió darles un empujón en la industria.

Los efectos especiales no son espectaculares, ni rozan la genialidad. Más bien recuerdan a los de un videojuego de naves espaciales o carreras de coches en los que pocas veces –si no nunca- participan individuos reales.

Bien, la obra no da más de lo que promete. Tampoco promete más de lo que ofrece. Por mucho que eso sea de agradecer, no hay más que minutos de entretenimiento que sean adornados por muchas palomitas y ganas de no pensar demasiado. Si funciona como lanzadera audiovisual para sus dos directores está por ver, pero desde luego el final de la película se adivina por sí solo, ¿verdad?
alegar373
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8
3 de abril de 2013
15 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que aún hoy en día sigan haciéndose películas sobre las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial es remarcable. Pero más trascendente aún es que, conforme los años pasan, la intensidad de ese momento histórico perdure y se haga más palpable aún en la pantalla que cuando la época se sentía más cercana. El director Christian Petzold aplaca los sentimentalismos fáciles de las películas históricas para plasmar una historia de amor sin música, sin caricias, sin sonrisas, pero con la fuerza inconmensurable del silencio de los pensamientos.

Bárbara vive en la Alemania del Este en los años 80. Es pediatra. Está enamorada de un joven que vive del otro lado del muro. Ha solicitado su salida para irse con él. El castigo: trasladarse a trabajar en un hospital de provincias. Allí, la soledad es lo único que suena más fuerte en su cabeza que los planes para escapar. El silencio lo inunda todo, hasta que conoce a un compañero de trabajo. Será entonces cuando los sentimientos retumben aún más fuerte dentro de ella y sólo el silencio pueda acallarlos. Tendrá que decidir si huir con su pasado o afrontar el presente.

Haciendo así testigo al espectador de una vida introvertida y encarcelada en la supervivencia política y burocrática, la actriz protagonista Nina Hoss (Anonyma – Una mujer en Berlín) carga con el peso de una realidad atormentada mientras convence a todos de que nada importaba, de que nada existía. La opacidad del personaje se vislumbra en escasas ocasiones, con plena libertad para que cada uno la interprete y la sienta a su parecer. Un genial ejercicio de interpretación, enmarcado en una fotografía menos pálida y triste de lo habitual, lo que da ciertos permisos para disfrutarla más.

Toda la cinta se basa en diálogos, la música sólo se permite en dos ocasiones y los sonidos ambiente reflejan frialdad, cotidianidad y un argumento sin carencias, fuerte y autónomo que no necesitaba de adornos. Una experiencia sobre la confianza, el miedo, el amor, las decisiones y la bondad: esas cualidades tan humanas y tan necesarias como conocer a Bárbara.
alegar373
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6
17 de marzo de 2013
13 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cándida, natural, romántica, desenfadada y muy indie. La segunda película de Josh Radnor como protagonista, director y guionista sigue la estela de la primera y más descuadrada Happythankyoumoreplease. La mejora, la viste de gala y le da por fin un guión que sí merece la pena. Siempre bajo el cobijo de Ted Mosby, ese personaje que agrupa las cualidades de todos sus papeles. Porque Radnor seguirá siendo el último romántico.

Una historia que rezuma realidad y cariño: un treintañero vuelve a su universidad por la fiesta de jubilación de uno de sus profesores. Allí verá cómo ha pasado el tiempo, cuántas cosas le diferencian de los actuales estudiantes y cómo se siente siendo ‘adulto’ frente a ellos. Allí conocerá a una joven de 19 años (Elizabeth Olsen) que le hará descubrir nuevas experiencias de lectura y de música clásica, mientras de forma paralela su antiguo profesor siente el vacío de una jubilación repentina.

Radnor hace un repaso así a todas las edades importantes del individuo, que marcarán un antes y un después en su forma de experimentar sus vivencias. Con una mágica chispa entre su personaje y el de la hermana Olsen, la historia de amor se queda en una mera excusa para narrar los obstáculos de la juventud y de la madurez, los que siempre existirán a pesar de la edad que se tenga. De forma acertada, aunque perpetuando las cualidades para el amor de sus personajes, el joven director continúa rechazando las comparaciones con el magnánime Woody Allen a pesar de que parece proyectarse hacia una madurez fílmica similar a la del ya establecido genio de la ironía.

Sin duda mejor que la primera, Amor y Letras (Liberal Arts) satisface inquietudes, recomienda autores, critica a los productos culturales de masas y desvela secretos. La tercera cinta de Radnor puede confirmarse como el triunfo definitivo tras este tímido pero logrado intento de filosofía juvenil.
alegar373
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7
17 de abril de 2012
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ésta es una de esas películas divididas en pequeñas historias de unos personajes que acaban entrelazándose. Como todas las de este estilo, su principal característica es la ligereza con que se consumen si están bien hechas. El Woody Allen francés -siempre interpreta a un personaje secundario en sus films- Emmanuel Mouret, despedaza el tema de la infidelidad en este largo, que si bien no llega a evaporarse, la espuma que crea en pantalla ameniza lo suficiente una velada de fin de semana.



Gente que se enamora, que se atrae, que se desenamora, que pide libertad o que restringe sus pasiones en favor de su pareja. Esto es El arte de amar. Y no podía ser otra cosa con este título, imitación u homenaje a aquella obra de Erich Fromm que nos enseñaba cómo iba eso del cariño entre los seres humanos.

Algunas de las historias se califican solas como originales, otras no lo son tanto. Sin embargo, Mouret se acerca bastante al equilibrio que se arriesga en las narraciones cortas. No exprime todo lo poético de cada una de ellas ni da a lección en bandeja de plata al espectador, sino que deja más bien a la intuición o a la percepción de cada uno la elección de sacar conclusiones provechosas –o no- del conglomerado.



Allá el espectador con su avispado intelecto o con su pasiva reflexión: aquí cada uno juega sus bazas, como en el amor y en la infidelidad. Mouret prefiere exhibirlas al público y que sus actores (entre los que se encuentra el protagonista de 'Intocable', François Cluzet, y la hija de Gérard Depardieu, Julie Depardieu) hagan algo sencillo pero entretenido. Nada de decoros ni de exageraciones. La realidad predomina aunque no ensombrece la originalidad ni el buen juego de diálogo (premiado en el Festival Mundial de Cine de Montréal).

No quedará en la memoria de muchos pero promete un tiempo ameno –poco más de una hora- en el que las risas se pueden conjugar bien con el intelecto en una(s) historia(s) de amor que nada tiene que ver con las habituales de la gran pantalla.
alegar373
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6
17 de marzo de 2013
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película de época que da esperanzas para la revolución del presente. Con extremada elegancia, el director Nikolaj Arcel logra hacer de ésta, su cuarta película, un baño de sabiduría y energía sobre cómo se manipula a un país, cómo se pelea por él o cómo se le destruye. Majestuosa, Un asunto real se alza ante el pueblo como un asunto más suyo que de nadie más.

Es historia: siglo XVIII, el rey Cristián VII de Dinamarca (Mikkel Boe Folsgaard) va a casarse con una total desconocida llegada de Inglaterra, la joven e inteligente Carolina Matilde (Alicia Vikander). Mientras el pueblo, oprimido, sigue con sus vidas sometidas a la nobleza, en la Corte el matrimonio real es una farsa que nadie se atreve a desvelar. Sin embargo, la llegada de un médico (Mads Mikkelsen) con ideas revolucionarias sobre la Ilustración cambiará el destino de todo un país.La Reina y éste comienzan una relación apasionada a espaldas del desvirtuado Rey, mientras que logran manejar los hilos de poder suficientes como para lograr liberar de muchas cargas al tercer estamento. Su camino estará lleno de obstáculos.



Con Lars Von Trier como productor ejecutivo, Arcel coguioniza esta historia -junto a Rasmus Heisterberg- que le apasionó desde pequeño. Afirma haber sido completamente fiel a los documentos históricos que se conservan sobre esta narración verídica, en su mayoría correspondencia entre los protagonistas. Y si bien es cierto que parecen acontecimientos algo idealizados en el transcurso de la película, el rigor de los datos y hechos confirma su veracidad; a excepción del idioma en que se ha grabado la cinta (danés), que no era el que hablaba la nobleza, sino el pueblo.

La actriz protagonista Alicia Vikander se autoimpulsa al séptimo arte interpretando este dulce papel envenenado, lleno de sentimiento y fuerza que transmite a la cámara como pocas, a pesar de ser ésta su segunda película. Este año promete ser el suyo: estrenará también Anna Karenina y The Seventh Son, ambas también de época. Porque Vikander sabe hacer entender la opresión su suponía llevar un corsé de ideas en esos momentos.

El vestuario y la grandiosa caracterización tanto de espacios como de personajes quedó en manos de Manon Rasmussen. Con un presupuesto alto para este tipo de producciones (alrededor de un millón de euros), el director no conocía del alto precio de las pelucas de época: “Las baratas parecen lo que son. Luego están los coches, los soldados, los trajes y los caballos.” El director artístico Niels Sejer logró sacarlo adelante con un resultado voluptuoso a la par que atractivo. Pocas veces aprender historia fue tan entretenido.

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alegar373
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