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España España · Estagira
Críticas de Runben
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Críticas 8
Críticas ordenadas por utilidad
8
2 de agosto de 2005
25 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muy a menudo, las grandes películas, al igual que los verdaderos grandes personajes, pasan desapercibidas casi por completo.
No se puede saber muy bien qué hace que una película sea ampliamente vista, pero me inclino a pensar que tiene que ver con que posea un par de ingredientes típicos, que agraden a nuestra domada retina. De lo contrario, será un fracaso.
Así ocurre, según mi parecer, en este caso. Como muchos de los que leerán esto, he visto muchas películas, y ésta, escala rotundamente a uno de los más altos puestos, claro está, de su época.
Lástima, que ni siquiera sea merecedora de alguna crítica sincera y bien hecha. O tan sólo de un comentario.
Así que, sin más, animo a todo el que lea esto, a que vea esta profunda (si se es observador) reflexión. Una historia que parece relatada desde el mismo corazón que describe. Una historia sincera, realmente diferente a todo lo que se pueda encontrar hoy en alguno de los pobres canales de la “caja tonta”. Los demás detalles, es mejor descubrirlos uno mismo.
Runben
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8
5 de julio de 2007
14 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un paisaje callado. Casi de noche. O quizás amanece. Un camión avanza a lo lejos. Cuando es de día, alguien baja. Solo. El lugar es bello, y las imágenes agradan la retina. Pero no vemos a nadie más que a aquel joven que anda sin compañía. Así comienza Brokeback Mountain, y con este momento nos podríamos quedar. Con él podríamos adivinar después los sentimientos que habitan ese alma. Esa montaña.
Después, la única persona que se suma a la escena es otro cowboy que llega en una furgoneta destartalada. Cierra fuertemente la puerta, y mira con pura curiosidad al que simplemente será su compañero de trabajo durante el verano en la montaña de Brokeback.
Éste es un nudo, difícil de deshacer, que nos hablará de amor humano en la naturaleza. Un encuentro que comenzó con amistad, y desencadenó pasión, amor y añoranza. Dos personas cuyos pasados y presentes, no les permiten tener el futuro que desean. Sienten que el mundo en el que habitan no fue configurado para alguien como ellos. Siempre hostil ante la diferencia. Lo único que poseen es la montaña, aquélla que no juzga sus actos y que les marca de tal manera, que la vida corriente que procuran llevar después de aquel verano, no logra sino sumirles en el desconsuelo y en el porvenir incierto.
Ésta es la propuesta de Ang Lee (“Sentido y sensibilidad”, “Tigre y dragón”), que junto con Heath Ledger y Jake Gyllenhaal a la cabeza del reparto, realizan una película delicada e intimista, centrada en la interpretación y narrada desinhibidamente (con un sólido guión que nace del relato de Annie Proulx), pero sin aspavientos, desde el corazón de la Norte América más tradicional (perfectamente pulido con la música de Santaolalla) que sin antojos se adentra en un campo de minas de la historia del cine (y de las demás).
Podemos estar de acuerdo o no con lo que aquí se muestra, e incluso aborrecer lo que los personajes son o hacen. Pero más allá de ello, la película en sí, sin duda consigue acariciar nuestra sensibilidad abriéndonos a dos duros hombres del sur, que ven sus vidas reducidas a un amor pseudoplatónico, olvidado en algún lugar de la montaña, y recordado en la soledad de los meses que separan sus miradas. Qué difícil es dibujar una situación en la que no hagan falta palabras. Planos amplios, largos silencios, arrebatos de violencia… tildados con el sonido de una guitarra solitaria, bosquejan lo que Jack y Ennis sienten. Una invitación atrevida todavía en estos tiempos, pero que sin duda ha llegado lejos gracias a su claro mensaje: El sufrimiento, al igual que el amor, también es universal.
Runben
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9
19 de agosto de 2005
15 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo que nos rodea, mirado con ojos entrenados, es una compleja alegoría, que muchas veces no quiere ser comprendida. Y, por desgracia, muchos desdeñan por ignorancia lo que no comprenden.
¿Cómo es la vida de un humano, que sólo vive en lo no-sensible? Un ángel, que no es capaz de percibir otra cosa, más que el no poder se capaz de percibir lo que los demás sí. Sin color.
¿Cómo es la vida de un niño, que sólo vive en lo sensible (no abstracto)? Un ángel, que deja de serlo, y empieza una vida en lo ya conocido, pero completamente nuevo. Lleno de color.
Así lo narra Wenders (que por cierto, con la base filosófica que define su carrera, no se saca de la manga lo que dice, cual humano extra despotricante)
Runben
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3
19 de agosto de 2005
17 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Parece ser que ahora el arte es lo que digan los críticos que lo es. Y los demás asentimos al unísono. Un hombre repeinado, con un traje fucsia, el pelo en punta engominado, con un bigote ridículo y unas gafas de pastas se levanta y dice:
-Señores y señoras, hoy, el arte, es lo primero que se os ocurra. Y si no se comprende, por motivos irrelevantes, mejor.
Una película de calidad, suele ir acompañada de cierto grado de complejidad, ya que será producto, seguramente, del gran trabajo de una mente preparada para narrar. Pero lo que nos encontramos aquí es una complejidad gratuita, que, salvo que fuese justificada por una trama motivadora (que no lo está) podría entenderse el por qué de la misma.
Es decir, después de toda la parafernalia narrativa que utiliza Lynch, en la cual se pierde (él mismo parece ser que admitió no conocer el significado del desenlace), entendamos o no la trama, ¿qué pobre historia es la que nos quiere contar? Evidentemente hay una, que es la que desea enterrar de manera incomprensible el autor. Pero esta es la pregunta: ¿de verdad merece tanto ornamento autocomplaciente y fútil?
Runben
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6
5 de julio de 2007
6 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un rostro humano: la mitad izquierda, de tez blanca, pupila azul y pelo rubio, llora manchada de sangre y tierra; la mitad derecha, de tez dorada, ojo rasgado y pelo negro, yace sin vida. Así es la interesante propuesta antibelicista del veterano Clint Eastwood (Los puentes de Madison); una idea que, sea original o no, ha sido escasamente llevada a la gran pantalla: No a la guerra. ¿No estamos ya cansados de ser incitados a la lucha, a la toma de armas y a la ira? Pero por muy buenas que sean las premisas de las que parte este film hermano de Banderas de nuestros padres, también nos cansan las películas lentas si no encontramos una razón suficiente para que sean tales, no siendo una de ellas tratar de inmergirse en el estilo nipón. Porque ese es el error que este grande del cine presenta: tratar de perfilar dos cosmovisiones, como son la americana y la japonesa, no es empresa fácil en absoluto; y puede ser que ambas se den juntas, pero nunca revueltas. Así es que encontramos a lo largo de los 141 minutos de Cartas desde Iwo Jima una esquela de patriotismo americano, mezclado con el japonés, al que contribuye una hermosa y parsimoniosa banda sonora (Kyle Eastwood y Michael Stevens), que está a todas luces fuera de lugar por no introducirnos en territorio asiático. Y detalles como la frase que pasa de la carta del soldado americano, al discurso final del coronel Nishi (Tsuyoshi Ihara), no hacen sino empobrecer al bando oriental mostrándoles faltos de principios, más que servir de elemento de unión entre ambos. A esto se añade una fotografía que trata de ser realista en grado sumo, siendo así que el espectador, de tanto forzar la vista en la oscuridad, al igual que los propios soldados acaba con dolor de cabeza. Y sin ser suficiente la penumbra, exiguos son los datos que se nos dan acerca de la preparación previa al combate, de la construcción de la intrincada red de túneles con que minaron Suribachi y demás, de la cantidad de soldados de que se componía el ejército imperial japonés, de los movimientos de uno y otro frente una vez comenzada la batalla, etc. La línea temporal no ayuda a suplir esta falta de claridad, sobre todo cuando observamos flashbacks poco fluidos o cambios de escenarios diurnos a nocturnos mientras los soldados corren despavoridos de una colina a otra.
Pero la batalla termina, y a pesar de que los nipones han sido masacrados, el entrañable personaje encarnado por Kazunari Ninomiya, Saigo, derrotada y melancólicamente, nos mira y llora: el bien y el mal, no entienden de banderas.
Runben
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