Si Philippe Petit lograba mantenerse en la cuerda sin caer al vacío, esta crónica de Robert Zemeckis sobre esa hazaña no consigue el mismo resultado. Ironías. Igual que el título que le pusieron en español: "En la cuerda floja". Primero que nada, la cuerda está cualquier cosa menos floja. Se nota que la mente humana se ha convertido en una colección de slogans y frases hechas. Pensar es elegir un slogan -y poner un título también. Así está el mundo.

Volviendo a la película, después de verla me he coscado de que existe un documental sobre el asunto. Me hubiera gustado haberlo visto primero. Pero bueno, me tocó The Walk, otra vez será.

Cuando lo vi al protagonista anunciando su hazaña en modo acting y con ese tufillo falsete propio de todo lo marketinero supe que la película no me iba a procurar ninguna satisfacción. Porque el film termina siendo un típico producto de marketing. Sabemos desde el comienzo el inconcutible éxito sin mácula del final. Listo. Cero drama, cero incertibumbre. Inútil entonces que te cuenten los obstáculos que hubieron de sortearse, las peripecias transitadas, los accidentes inesperados: todo eso fue desinflado de su potencial dramático desde el principio mismo. Es error típico de esta clase de biopics: arrancar con todos los fuegos artificiales festejando a un héroe de historieta superhumano e infalible. ¿Cómo entonces nos va transmitir el film lo que la persona real ha tenido necesariamente que padecer en su tránsito hacia la meta: incertidumbre, altibajos emocionales, contrariedad, desesperación incluso? ¿Cómo nos va a tener en vilo acerca del resultado final? Imposible. Por eso desde el minuto uno ya sabemos que la película será un trámite más o menos pasable, más o menos aburrido, hacia esa media hora postrera, la única que tendrá algo que queremos ver.

Como digo entonces, nada de "cuerda floja": lo único flojo acá es la película.

"Estoy bien, no te preocupes" es otra muy buena propuesta de ese interesantísimo director que es Philippe Lioret. Su cine es sencillo pero apasionante y de calidad, nunca desprovisto de contenida emoción, amasado con la arcilla de la vida cotidiana -que lo hace cercano y real- pero con una hondura que lo perfila como un "poeta de situaciones". Además sabe elevarse, sin hacer aspavientos, desde la costumbre y lo anecdótico hacia críticas más generales y abstractas acerca del mundo y la vida de nuestra civilización. Esto mismo está plasmado en las otras dos películas que he visto de este director, "Welcome" y "Todos nuestros deseos".

En "No te preocupes" nos presenta a Lili (Elise, no Claire como dice el resumen) -encarnada por una Melanie Laurent sobria y magistral- quien de regreso de sus estudios se encuentra con la ausencia de Loïc, su hermano gemelo -vale el oximoron porque es una ausencia tangible y atormentadora. Loïc es su hermano, también es su gemelo, pero quizás es algo más todavía (1). Y el hecho de no resultarle posible comunicarse con él siembra la vida de Lili de una incertidumbre intolerable. (2)

Recuerdo haber visto distraídamente esta película en TV allá por los ochenta o noventas. Algo me habrá dejado porque la revisité en estos días. Creo que es lo único de Burt Reynolds que llevo visto. La verdad es que me gustó, tiene esa magia del cine de los ochentas. Burt Reynolds interpreta a Nick Escalante, un pobre pero querible tipo que se las rebusca en Las Vegas con gente necesitada por una u otra razón de su fortaleza y habilidades de pelea. Un recio, ex combatiente de Vietnam, sencillo y de buen corazón, un perdedor que padece recurrentes jaquecas de las que culpa a la ciudad del pecado. Un perfil original e inopinado para un héroe de acción. Y con un sueño obsesivo: migrar a Venecia.

La película tiene una estructura más bien episódica pero con buenos diálogos y actuaciones. Sus protagónicos lo hacen muy bien. A más de Burt Reynolds he disfrutado la performance de Karen Young como la prostitula Holly; de Peter MacNicol como Cyrus Kinnick, un apocado muchacho que contrata a Nick como guardaespaldas pero le demandará luego otro tipo de ayuda; de Diana Scarwid como Cassie, la crupier del Aladino y amiga de Nick. Y hay un notable despliegue de secundarios.

Interesante saxo pastoso y melancólico marca el talante de los personajes centrales, los tonos rojos pululan como un clisé que refrenda el carácter diabólico de esa meca del vicio y la perdición. La dirección es correcta. Creo que mi episodio favorito es cuando Nick obtiene una gran fortuna en el casino, y lo que sigue.

Me queda un muy buen cine de entretenimiento, y que en lo personal me resulta entrañable quizás también por otras evocaciones a las que me queda asociado.

Tengo por regla no ver las películas "recientes" de Woody Allen. No sé bien dónde poner el corte, quizás en El Sueño de Casandra, quizás antes. Creo haber visto lo mejor de lo que fuera su gran cine (y no es tampoco que sean tantos títulos). Pero este director se ha vuelto tan innecesariamente prolífico que cada vez es más acotado el porcentaje de sus películas "útiles" o valederas, por llamarlas de alguna manera. Si digo que el 90 por ciento de sus trabajos son desechables podría incluso quedarme corto. Y es que en su etapa "geriátrica" el neoyorquino parece haberse empeñado en tomarle el pelo a su público. Yo no me cuento entre ellos (no soy capaz de ser adicto de nadie), pero me cuesta creer que haya quien profese tanta incondicionalidad como para considerar a Irrational Man algo más que una tomadura de pelo.

Me aboqué a ver este film como quien no quiere la cosa, a sabiendas del derrotero ruinoso adoptado por el director desde hace años, y -por qué no- queriendo un poco estar equivocado en mis apreciaciones, ser gratamente sorprendido por un auténtico "Woody" cosecha 2015.

Pero no. El vino estaba picado y la botella terminó en el basurero. Es inútil señor Allen: que Usted baraje por el aire sus habituales rutinas argumentales y simplemente tome una instantánea de lo que ha caído en el suelo no resulta en una película aceptable. Por favor no insista. Duele decirlo, pero le hace mucho mal al cine, y es lo último que podría esperarse justamente de Usted. Le pido humildemente que recapacite.

En cuanto a mí, toca evocar aquellas escenas que tengo por entrañables, los momentos hilarantes, los grandes suspensos y tantas cosas que me hicieron amar al neoyorquino: para que lo mejor eclipse y conjure a lo peor, a lo que no quiero recordar.

Manhunter de Michael Mann es generalmente conocida después de sus secuelas muy inferiores. La comencé a ver sin saber de su historia y me sorprendí cuando apareció el personaje de Lektor, el psiquiatra caníbal. Había visto las películas de esa saga sin mayor interés, y no son trabajos que yo tenga en estima. Pero Manhunter me ganó desde su primerísimo plano. Comienza en una playa y termina en una playa. Dos cuadros con imágenes dotadas de fuerza arquetípica. El juego que propone el director está claro desde el principio: una galería visual y simbólica. Dos hombres en una playa desierta dan inicio a la acción. Uno mira hacia el mar, con su ropa de trabajo, el otro hacia la arena, con atuendos livianos. Son dos policías. Uno está de servicio, el otro no. Uno abocado a las obligaciones, el otro disfrutando un idílico retiro con su familia. Pero el deber llama a la puerta, la realidad con sus horrores y dolores reclama atención. Contrastes, conflictos. Todo está implícito en el cuadro de esos dos hombres en la playa, cada cual mirando un panorama diferente.

El centro de la escena es ganado en lo sucesivo por la figura del detective Will Graham, encarnado por un contenido y fascinante William Petersen, el perfilista que deberá abrirse paso hacia el asesino de la luna llena desbrozando los tortuosos senderos de la mente. No será en este caso el villano quien detente el estelarato a la manera como en la secuela lo hiciera sir Anthony Hopkins. Faltará aquí la estampa icónica del monstruo, tan cara a esta clase de trabajos, y es esta carencia lo que quizás determinó la magra suerte comercial del film y su modesta fama futura.

Pero estamos ante un policial facturado con esmero y cuidado artístico. Su historia no es original porque luego hemos visto esa fórmula repetida hasta el hartazgo. Éste es sin embargo el primero y para mí el mejor, una verdadera joya de los ochenta y de Michael Mann -quizás el más logrado de sus trabajos. Un film que merece reivindicación.