¡Atención!: Si usted lector es un delicadito o delicadita de los que no gustan que le adelanten lo más mínimo del contenido, deje de leer aquí mismo, frénese en este punto y aparte, no salte al párrafo siguiente o de abajo, ¡advertido queda!). Se trata de un filme de esos que muestran a un tipo norteamericano, especie de supermago ya que lo pueden tener atado, encajonado o encarcelado, pero aún así logra abrir túneles, recorrer distancias, maniobrando máquinas y hacer asombrosas actividades que solo son más propias de la ficción «made in USA».

La película empieza desarrollando una estupenda e interesante crónica sobre un ciudadano que en la tranquilidad de su hogar es asaltado por unos violentísimos delincuentes de ésos que nuestros gobernantes, autoridades chiripitifláuticas y sobre todo el sistema judicial, siembran, abonan, cuidan toleramente y multiplican sin ningún sentido del Bien y del Mal, de manera que tales antisociales matan a la mujer e hija de ese «ciudadano ejemplar». Tiempo después los criminales son atrapados pero uno de ellos, gracias a un fiscal interesado solo en su escalafón y cuenta de éxitos judiciales, acuerda con la defensa que el inmoral culpable quede pronto libre. Ya se pueden imaginar la reacción del sufriente padre de familia, quién se convierte en una especie de justiciero que con gran talento le da por matar a funcionarios de justicia.

Lamentablemente, no sé si el director, el guionista, el productor, o el conjunto de todos ellos, parecen no haber visto o no haber aprendido de los buenos y célebres realizadores de filmes, que cuando trabajan una cautivadora narración cinematográfica siempre la redondean o acaban la faena con una excelente estocada hasta la bola (por ejemplo, John Ford, Alfred Hitchcock, Akira Kurosawa, Stanley Kubrick…) y no como en este caso de un «ciudadano ejemplar», o mejor dicho de un «fiscal ejemplar», donde se pifia la historia desde la tercera parte hasta el final de la manera más burda, incompetente y desprovista del más mínimo realismo.

Gran película sobre historia de la medicina en Occidente.

El guión nos muestra como sólo hace apenas cien años la medicina heredera de Hipócrates, esa misma que dizque hace el juramento hipocrático en las facultades universitarias de medicina, se ha convertido en mera ejecutadora de pinchazos; de manera que ya olvidó curar con ayuno, con alimentación, con hierbas, con agua, con tierra, con sol, etc.; hoy por hoy es una medicina totalitaria, tirana y yatrogénica: que sólo sabe vacunar y que encima tiene la inmoralidad de decir e imponer que sólo con vacunas se combaten las epidemias.

Esta película nos vende el cientifismo médico actual, esto es, que las vacunas o productos del sanitarismo industrial, mejoran nuestro sistema inmunitario natural, lo cual es falso porque nuestro sistema inmunitario natural es todo lo perfecto que puede ser. En resumen, nos vende el fraude impuesto a la fuerza por los estados, olvidando bellacamente que no hay ningún producto industrial que mejore la naturaleza humana ni la naturaleza de ningún otro animal.

Al menos es una gran película en el sentido de referente a la metamorfosis médica que se ha producido y que ha convertido a la medicina en «pinche medicina».

Con lo fácil que sería haberle dado a esa niña, cada vez que se ponía abusadora, una buena zurra o varios zapatillazos en los glúteos, medicina eficasísima y barata a la hora de educar y civilizar, la cual desde milenios hasta hoy ha evitado mucha pérdida de tiempo, de degeneración y de recursos de todo tipo a la comunidad humana.

Entonces, la película lo que resalta es que en esta sociedad buenista, falsa e hipócrita lo que impera en el trato con el agresivo incívico en su método de enderezarlo es en vez de ponerse una vez furiosamente colorado, no, se opta por aguantarlo poniéndonos todos cien o miles de veces amarillos. Y en vez de la medicina del bofetón bien dado a tiempo o el zapatillazo bien arreado con justicia, los expertos buenistas actuales prefieren yatronenizar al incorregible a base de medicinas, inyecciones y un dineral enorme en gastos y personal para aguantar al desajustado o abusadorcito.

¿Y mejora a la desequilibrada tanto tiento, empleo de recursos estatales y atenciones fraternas con ella? La película dice que no, que todo lo contrario, que cada vez la vuelve más esquizofrénica, bellaca y malvada.

Luego, conclusión: los métodos usados en todas las épocas, pueblos y culturas para corregir al desviado, eran útiles, baratos, naturales y eficaces; en cambio los de hoy son inútiles, derrochadores, innaturales y vanos, es decir, lo propio del psicologismo y el pedagogismo extendido en la degenerada y podrida civilización progre del presente, de la Europa que manda y se ha apoderado tiranamente de nuestras mentes y cuerpos.

«El reino» resulta una película que describe la realidad social de por qué VOX ha surgido como extrema necesidad en un Estado corrompido hasta el tuétano donde hay un montón de millones de españoles ninguneados por el PSOE, PP, CIUDADANOS, PODEMOS, IZQUIERDA UNIDA, los PARTIDOS SECESIONISTAS CATALANES y VASCOS y en general por todo el tinglado político «democrático» del reino actual que es España desde 1978, que no los representa en modo alguno sino al contrario los demoniza, insulta y señala bellaca y abusadoramente; porque el «establishment» politiquero instalado y bien adinerado a costa de saquear y esquilmar fiscalmente al pueblo español, representar lo que se dice representar solo representa a quien quiera que sea incluso a gran variedad de enemigos declarados venidos desde las más diversas partes del mundo, a todos menos a los españoles nativos que sienten amor por su patria y nación España, por su tradición católica desde hace casi dos mil años, españoles anatemizados continuamente como los malos de todas las «películas» desde poco después de que muriera Francisco Franco Bahamonde hasta el presente (incluida la última ceremonia de los Premios Goya en Sevilla, 02-01-2019), porque entre otros «pecados imperdonables», los susodichos españoles cuya VOX de extrema necesidad por vez primera ha empezado a ser representada o tenida en cuenta, ni se avergüenzan de jurar fidelidad a España ni de hacerlo besando a su bandera u oyendo respetuosamente su himno nacional de España.

Película del género religión, monoteísta y cristiana, pero dejando mucho que desear. Tanta entrevista a Dios, ¿para qué?, ¿para mostrárnoslo como DAVID STRATHAIRN, como alguien a quien cuando se le hacen preguntas de una cierta profundidad, las cuales siempre ha hecho el ser humano creyente durante milentos, la interpretación en forma humana del Todopoderoso aquí presentada las esquiva contestando a su vez con otras preguntas?: o sea Dios encasillado en el tópico de gallego. ¿Y para eso más de una hora de filme que pretende apoyarse en una pretendida teología?

¡Ahhh, y cuando Dios le señala a su entrevistador que va a morir (¡qué gran descubrimiento de lo humano!) va y le dice que lo siente, ja, ja, ja! Pero, ¿qué idiotez pretendidamente teológica es esta?, ¿cómo va a sentir Dios que un humano muera si gracias a Dios la muerte implica que el espíritu que se halla ahí encarnado y prisionero se libere de este purgatorio terreno?, precisamente lo bueno por excelencia de Dios es que nos hizo primordialmente espíritus y con la muerte o desencarnación volvemos a nuestra verdadera esencia-paz que es ser espíritus mientras que la carne es una mera coyuntura temporal sufriente, es decir, al morir nos salvamos de este puñetero mundo, de esta puñetera carne y de esta puñetera vida: la muerte es toda una inmensa esperanza.