Luego de la desaparición de un niño de 10 años en un paseo habitual en bicicleta por el bosque, el detective Greg Harper (Tenney) advierte algunas conexiones con secuestros similares ocurridos en el pueblo 15 años antes; no obstante, el autor de estos crímenes fue capturado, por lo que supone, se trata de un imitador o un error jurídico. El tercer largometraje del británico Adam Randall, protagonizado por Helen Hunt y Jon Tenney, logra disimular por su aspecto brillante, su bajo presupuesto y poco tiempo de rodaje. Con menos de una semana en la plataforma de streaming Netflix, ha logrado estar en el Top 10 “Los más vistos” de ocho países de Latino américa, ocupando el primer lugar dos días consecutivos en México.

Un matrimonio agonizante, madres en busca de sus hijos perdidos y siniestras revelaciones, concede un ambiente emocional a lo largo de la película aún más abundante que otras películas convencionales del mismo género. Se está ante un filme de “evolución”, ya que que al inicio parece poco prometedor, llegando incluso a bajar las expectativas; pero luego de un rato, mejora considerablemente. Es un ejemplar de thriller bien concebido, una obra con un buen trabajo en su anclaje narrativo, haciendo énfasis en el abrupto cambio de punto de vista en la segunda mitad y la generación de un efecto sorpresa en el espectador.

La historia pone todas sus fichas al descubierto, vuelve al principio y comienzan de nuevo los incidentes desde una nueva perspectiva; en esencia, es un movimiento brillante que replantea todo lo anterior, cambiando nuestras creencias y nuestra visión, dejando una gran sensación de asombro por el plot twist de la historia. Sin embargo, el director opta por repetir cada uno de los momentos de la película, a pesar de que muchos de estos resultan totalmente irrelevantes para la historia; lo ideal hubiera sido que se repitieran solo las escenas importantes de analizar y re-calcular. Con esos pequeños recortes de escenas, la experiencia al momento de la visualización habría sido menos tediosa.