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Chile Chile · www.elotrocine.cl
Críticas de Wladimyr Valdivia
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Críticas 157
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
25 de abril de 2017
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Corría el año 2004 cuando Fernando Lavanderos estrenaba su primer largometraje de ficción, ‘Y las Vacas Vuelan?’, donde un documentalista danés iniciaba en Chile la búsqueda de una protagonista para su próxima película, para luego atraparnos en un falso documental donde los límites entre la ficción y la realidad se cruzaban tanto para los espectadores como para los protagonistas, en un juego de espejos y un ejercicio de cine dentro del cine de pocos precedentes en el cine chileno. En su segundo trabajo, ‘Las cosas como son’ (2012), Lavanderos volvía a tener al misterio como un personaje principal, donde una mujer noruega de visita en Chile se ve enfrentada a una relación muy especial con el dueño de la habitación que arrienda.

Con facilidad, podemos trazar una línea entre ambos films, donde la búsqueda es el concepto angular de una corta pero intensa filmografía, y ‘Sin Norte’ no es la excepción. Su tercer y más reciente película vuelve a explorar los límites del deseo y la necesidad del ser humano de romper esquemas, como un lenguaje universal extrapolado a la realidad de un Chile gris, el de chilenos y chilenas atrapados en un espiral, donde normas y modos nos rigen, donde la necesidad de gritar convive casi con nuestra respiración.

‘Sin Norte’ es un film contemplativo, un drama romántico moderno que nos invita a viajar junto a Esteban (Koke Santa Ana) por un lado y junto a Isabel (Geraldine Neary) por otro. Ella decide emprender un viaje al norte de Chile, un viaje sin destino de encuentro con su interior, de dejar todo atrás sin importar quién, cómo y por qué. Esteban no la entiende, pero sabe que la ama y va en su búsqueda sin más datos de su paradero que algunas fotos que ella deja como migajas en la red.

Con los rincones más honestos del norte de Chile como escenario y personajes tan reales como mágicos al costado del camino, la cinta funciona como un sincero viaje de descubrimiento, de personas y personajes, de una geografía conmovedora, de la necesidad de huir de Isabel, de la necesidad de Esteban de entender sus razones y conectarse también con esa vitalidad perdida.

La firma de Lavanderos es el naturalismo y la dependencia de los personajes que pone en pantalla con su entorno, construidos gracias a un siempre excelente trabajo de dirección de actores. Y en esta ocasión lo hace junto a dos jóvenes talentos de la actuación como Koke Santa Ana y Geraldine Neary, el primero conocido por su faceta cómica en virales de internet, la segunda por su trabajo en televisión y que da sus primeros pasos en la pantalla grande. Ambos muy confinados con sus roles, espontáneos, frescos y consolidados en un drama que pareciese vivirse en pantalla.

Lavanderos vuelve a sorprender, esta vez con una road movie muy sólida en lo técnico, con el desarrollo de una historia llena de matices que nos pasea por estados de ánimos, empatías y apatías, y que una vez más hace gala de su consecuencia para con el espectador, ya que no pretende convencernos de nada ni ser del gusto de todos: ‘Sin Norte’ se revela como un drama desnudo sobre un viaje transpersonal de una mujer en búsqueda de sí misma y de comprender el amor, un hombre que busca razones, y un Chile que, a través de sus rincones, llanos y desiertos, nunca dejará de respirar.


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Wladimyr Valdivia
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9
20 de marzo de 2017
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con una filmografía de altos y bajos, es innegable la capacidad de M. Night Shyamalan para contar historias envolventes a partir de textos inteligentes que suelen comprometer al espectador a partir de giros inesperados y una atmósfera que ya es marca registrada. Sin embargo, esto es excluyente para sus cintas que se alejan del misterio duro, como ‘The Last Airbender’ (2010) y ‘After Earth’ (2013), probablemente dos de sus películas más débiles. Hoy, el director de origen indio está de vuelta con un título de múltiples lecturas, muchas más que las que nuestros sentidos puedan percibir.

‘Split’ (‘Fragmentado’) presenta a Kevin (James McAvoy), un hombre con personalidad múltiple que secuestra a tres adolescentes, manteniéndolas en cautiverio. Sin embargo, el rapto lo lleva a cabo tan sólo una de sus personalidades. Así, las niñas, lideradas por Casey (Anya Taylor-Joy), intentando jugar con la psíquis de Kevin, hacen todo lo posible por darse a la huida, mientras que su doctora tratará de descubrir lo que se esconde en la mente de Kevin: una nueva faceta aún no revelada.

Si bien la sinopsis puede no gozar de gran originalidad, la apuesta de Shyamalan resulta atractiva no sólo por su siempre particular puesta en escena, el excelente trabajo de montaje y la genialidad para invertir a sus protagonistas mediante pequeños descubrimientos que se nos van revelando con el pasar de los minutos; sino también porque en esta oportunidad, el director es capaz de conformar un thriller de misterio compuesto por muchas más capas que la percibida a simple vista, en donde la primera mirada será siempre resolver el problema, sin embargo, el desarrollo final de sus dos personajes principales terminan por abrirnos a un espectro de lectura superior, convirtiendo a ‘Split’ en una cinta redonda desde lo técnico y lo narrativo, dándose el lujo incluso de conectarnos a una historia, para muchos, previamente conocida.

James McAvoy (‘X-Men: Apocalypse’), acostumbrado últimamente a roles de acción, sorprende con una interpretación muy bien lograda en cada una de sus facetas: no todas las personalidades de Kevin son igual de carismáticas y McAvoy es capaz de dotar a cada una de vida propia, con la intensidad, la furia o la inocencia que la historia requiriese. Por otra parte, Anya Taylor-Joy (‘The Witch’) repite una característica que, al parecer, forma parte de su mejor registro interpretativo: el de una mujer fuerte y contenida, ajena al miedo y al dolor no por su ausencia sino por el conocimiento que sus personajes tienen de ellos y, a partir de ahí, su dominio y postura frente al mundo.

Porque Cassie (Anya Taylor-Joy) tiene muchas más cosas en común con Kevin (James McAvoy) que las que ella misma pueda imaginar. Son mediante flashbacks y repasos del pasado de ambos protagonistas que somos capaces de ir levantando estas capas e ir comprendiendo el comportamiento de ambos; porque a veces el dolor sí nos puede hacer más fuertes, y el control de la situación puede llevarnos a extremos insospechados, más aún cuando la supervivencia está en juego.

Es curioso lo que el director genera en el espectador promedio. Para muchos, luego de ‘Sixth Sense’ (1999), ‘Unbreakable’ (2000) y ‘Signs’ (2002), Shyamalan nunca fue capaz de estar a la altura de sus tres principales títulos. Sin embargo, para quien escribe estas líneas, su honestidad siempre ha sido su carta de presentación a lo largo de toda su filmografía; una honestidad reflejada en el riesgo de abordar historias llenas de magia y misterio muy alejado de los cánones estrictamente narrativos modelados por la industria. La crítica y el consumidor masivo nunca aprobaron cintas como ‘The Village’ (2004), ‘Lady in the Water’ (2006) o ‘The Happening’ (2008), tres títulos que mantenían el espíritu y firma de su cámara y pluma. Probablemente el ritmo vertiginoso, los golpes efectistas y la perfección de un guión maestro y sin vacíos no estuvieron presentes, pero la intensidad del arco dramático de estas tres cintas son incuestionables, así como el regalo de escenas memorables crípticas y visualmente alucinantes. Dicho esto, con ‘Split’, Shyamalan es capaz de mantener este estilo y características, además de volver a reencontrarse con un guión sólido, que cierra círculos, da explicaciones, conmueve, convence y deja con ganas de más.

‘Split’ es M. Night Shyamalan en su estado más puro, donde los giros argumentales vuelven a ser protagonistas, donde el suspenso y el terror se mezclan entre subtramas que siempre aportan al hilo argumental principal, donde las interpretaciones sorprenden y donde una sorpresa final nos regala una segunda lectura convirtiéndola aún más, en una maravilla del género. En una época donde los thrillers psicológicos comerciales de calidad escasean, ‘Split’ pide a gritos su visionado, y Shyamalan brilla por tanta identidad.


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Wladimyr Valdivia
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9
3 de marzo de 2017
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El año 2008, Barry Jenkins se hacía un nombre tras el estreno de su primer largometraje, ‘Medicine for Melancholy’, nominada en los Premios Gotham y los Independent Spirit Awards, donde ya daba pistas de tener una capacidad innata para contar historias potentes con muy pocos recursos, haciendo uso de los diálogos, las miradas y una cámara intensa desde la emocionalidad. Hoy es ‘Moonlight’, apenas su segundo trabajo, el que lo consagra.

Dividida en tres partes (“Little”, “Chiron” y “Black”), la cinta recorre la vida de Chiron, un afroamericano que reside en los suburbios en Miami, en una época donde los carteles de drogas proliferaban y temas como el racismo, la sexualidad y el maltrato eran motivos de duros conflictos sociales en los barrios. Cada etapa es un período en la vida de Chiron: el niño víctima de maltrato escolar (Little), el adolescente que descubre su homosexualidad y debe convivir con las adicciones de su madre (Chiron), y el ya adulto joven convertido en un importante líder de la droga (Black). Un camino que, entre el sufrimiento y las ganas de volverse a levantar, lo recorremos junto a Chiron en 111 minutos, en lo que sea probablemente, un de las películas más potentes del año.

El director es capaz de meternos en la piel de Chiron y hacernos sentir el dolor de una vida injusta para un niño, ilustrativa para un adolescente, y comprimida en fragmentos rotos para un adulto. Esto, junto al trabajo de tres actores, como el pequeño Alex R. Hibbert, Ashton Sanders (‘Straight Outta Compton’) y Trevante Rhodes (‘Westworld’), quienes interpretan a Chiron en las distinta etapas de su vida, engrandecen la cinta y la elevan al punto de obra maestra del cine. Sin caer en concesiones ni melodramas facilistas, ‘Moonlight’ nos introduce en temas como la violencia infantil, el despertar sexual, la homosexualidad o el poder de la amistad, con la simpleza de un relato natural pero crudo, con una cámara que brota genialidad en sus tiempos y momentos y que, a pesar de sus miradas y silencios, no nos da respiro.

Cuando el pequeño Chiron, víctima del acoso infantil, arrancaba de un grupo de compañeros violentos, conoció a Juan (Mahershala Ali), quien le tendió una mano. Ese día, Chiron entendió que la bondad existe y que sólo dependía de él para poder salir adelante. La marginalidad con la que Chiron convive lo obliga a buscar caminos, y es esa hostilidad la que como espectadores también sentimos, para entender la vida de él y de tantos que crecen en medio de una guerra social controlada por las armas, la droga y la violencia.

El trabajo de los secundarios es fundamental para llevar adelante la cinta. Tanto Mahershala Ali (‘Luke Cage’) -ganador del Oscar a Mejor Actor de Reparto por este papel- como Naomie Harris (‘Spectre 007’) y Janelle Monáe (‘Hidden Figures’) deleitan y conmueven, con roles claves dentro de la formación y crecimiento de Chiron, impecables en sus interpretaciones, alejándolos de los tópicos (que por cierto lo son) para significar verdaderos estados dentro del desarrollo de este hombre que creció lleno de miedos y envuelto en prejuicios.

‘Moonlight’ es una experiencia única, marcada por la sutileza y la elegancia de sus imágenes, musicalizada con sonidos que envuelven, merecida ganadora del premio a Mejor Película en los últimos Oscar.


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Wladimyr Valdivia
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9
12 de febrero de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno de los títulos más interesantes de la presente temporada es ‘Hell or High Water’, también conocida como ‘Nada que Perder’ o ‘Comanchería’ en algunos países. Sin mucha bulla, se metió entre las principales candidatas para quedarse con el Oscar a Mejor Película, con un dramático western moderno interpretado de manera magistral y una particular visión del Condado de Texas y sus desesperanzadores pueblos.

Dirigida por David Mackenzie (‘Perfect Sense’, ‘Starred Up’), la cinta sigue a dos hermanos, Toby (Chris Pine) y Tanner Howard (Ben Foster), el primero un padre divorciado, el segundo un ex presidiario recién salido de la cárcel. Juntos, comienzan a realizar una serie de robos a sucursales de bancos en los pueblos al Oeste de Texas y Oklahoma, para conseguir el dinero necesario para rescatar la granja familiar y lograr dar un paso en sus postergadas vidas. Marcus (Jeff Bridges), el viejo policía, va tras sus pasos.

Si bien su argumento no es el más original, ‘Hell Or High Water’ es capaz de desmarcarse del género al que se le intenta encasillar, deteniéndose en el drama que recorre a cada uno de sus personajes puestos en pantalla, en una historia que habla de redención, objetivos y segundas oportunidades. Ese cine que consolidara John Ford, Howard Hawks y William Wellman, y que revitalizaron los Hermanos Coen con ‘No Country for Old Men’ el año 2007, vuelve a tomar un nuevo camino de la mano de Mackenzie, director acostumbrado a ponernos entre la espada y la pared con sus películas, haciéndonos cuestionar lo correcto, lo indebido, lo justificablemente impropio.

Una mesera abarrotada con deudas está dispuesta a ir contra la ley con tal de poner a su familia en primer lugar; un abogado con un pasado familiar que lo hace resentir de los poderosos, está dispuesto a ir contra la marea para que no paguen justos por pecadores; una mujer de avanzada edad que atiende en un restaurant al paso, está aburrida de su trabajo, y así se lo hace ver a cualquiera que intente hacer un pedido de menú. Y están los protagonistas: A Toby lo dejó su mujer y sus hijos, Tanner necesita recomponer su vida y devolverle a su fallecida madre algo de lo que él jamás fue capaz de entregar, y Marcus, al borde del retiro, esta dispuesto a llegar hasta las últimas consecuencias para dar caza a ambos, y darle un cierre a una historia de vida llena de soledad y sinsabores. Todos retratos humanos, que se caen a pedazos.

Eso es ‘Hell or High Water’. El universo que se nos plantea es sórdido, agotado, en un desierto que poco tiene que ofrecerle a sus habitantes, donde la vida, anacrónica, se consume entre el sol, el tedio y la rutina, Aquí surge Toby, Tanner y Marcus, tres personas golpeadas por el ritmo del dolor de malas decisiones, de sufrimientos inexorables, de la desesperación por buscar un lugar mejor. Y Mackenzie lo hace con una sutileza capaz de desbordar el thriller y la acción que, a ratos, condimenta a la historia. Porque el corazón de la película es precisamente todo lo demás, es la angustia que rodea al trío protagonista y todos sus magistrales secundarios.

El trabajo de Chris Pine sorprende, quien nos tenía acostumbrados últimamente a roles palomiteros como ‘Star Trek’ (2009), ‘Horrible Bosses 2’ (2014) y ‘The Finest Hours’ (2016); es el personaje más mesurado entre tanto desaliño, capaz de hacernos empatizar y ver su actuar con otros ojos. Ben Foster (‘Inferno’), como antítesis, realiza uno de sus mejores papeles a la fecha, y Jeff Bridges (‘The Big Lebowski’), algo acostumbrado a secundarios claves, vuelve a dejarlo todo, quizás en el personaje más complejo de toda la cinta: un policía entregado, decepcionado de la justicia y con hambre de gloria, nominado al Oscar por este rol. Un guión polvoriento y perfecto, diálogos conmovedores y una banda sonora que funciona tan bien incluso ante su ausencia le dan forma a uno de los mejores títulos del año.

El rol de la banca y la administración de fondos y pagos habitacionales, los bancos como enemigos públicos de una sociedad consumida y maltrecha, y los golpes familiares, son abordados de manera cruda y muy bien entendida. ‘Hell or High Water’, convertido en una especie de neo western, habla de eso y, tal como lo mencionan en la cinta, de segundas oportunidades, pero no cualquier oportunidad sino la que se pueda heredar para su entorno, enmendando errores, encausando el camino, porque para Toby, Tanner y Marcus, todo está perdido, siendo ellos los únicos indicados para tomar el sendero de vuelta, para bien o para mal, y somos nosotros los que sabremos dónde está el límite, hasta donde estaríamos dispuestos a llegar, con la culpa (o la inocencia) de vivir al borde del abismo.


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Wladimyr Valdivia
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9
6 de febrero de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Kenneth Lonergan divide su tiempo entre sus dos pasiones, el cine y el teatro. Por eso es que su filmografía como director es tan escueta y tan sólo encontramos tres títulos: ‘You Can Count On Me’ (2000), ‘Margaret’ (2011) y ahora ‘Manchester by the Sea’, su obra cumbre. Y los Oscar no le son ajenos, ya que estuvo nominado como guionista el año 2000 por su ópera prima.

En su cine, reconocemos con facilidad un elemento en común en sus personajes principales: las cargas del pasado y la (in)capacidad para salir adelante. Una madre soltera huérfana (‘You Can Count On Me’), una estudiante causante de un accidente fatal (‘Margaret’), y ahora es Lee Chandler (Casey Affleck), un hombre que se gana la vida como conserje de un edificio en Boston y que ve obligado a volver a su ciudad natal tras la muerte de su hermano. Allí, debe hacerse cargo de Patrick (Lucas Hedges), su sobrino de 16 años, y enfrentar un pasado doloroso, el mismo que terminó por separarlo de Randi (Michele Williams), su ex esposa.

‘Manchester by the Sea’ es un drama con todas sus letras. La vida de Lee no ha sido fácil y así lo demuestra su poca empatía y sus problemas para relacionarse. Carga con una cruz que se nos es revelada a mitad del metraje y, con ello, descubrimos las razones de su comportamiento. Es el dolor de heridas que no sanan, es la culpa con las que a algunos les toca sobrevivir, es la imposibilidad de crear lazos. Lee escapa de las responsabilidades, vive al margen, es el miedo a fallar y de volver a cometer los mismos errores. Su relación con su sobrino es prueba de ello, donde su amor por él es incondicional, sin embargo, no es capaz de mantener una conversación, de darle estabilidad, de madurar junto a él.

La cinta lleva un ritmo excesivamente pausado, pero esto no es impedimento para que Lonergan nos entregue todo en un guión sólido y lacerante, con diálogos que se confunden entre la cotidianeidad, lo irrelevante del día a día, con trazos profundos que atraviesan la psicología de cada uno de sus personajes en pantalla. Con ello, la estructura de la narración se presenta en diversas líneas temporales expuestas a la vez, en un trabajo de montaje exquisito y que no alcanza a ensuciar el relato, sino a embellecerlo, entre flashbacks que nos posicionan en contexto del presente; virtud del director y su capacidad para definir personajes, situarlos y construirlos.

El trabajo de Casey Affleck supera cualquier expectativa, siendo capaz de contener a un hombre golpeado por la vida e incapaz de sacudir las heridas. Su capacidad para este tipo de roles parece innata y no por nada suele ser su costumbre (recordamos al policía Patrick Kenzie en ‘Gone Baby Gone’), siendo ‘Manchester by the Sea’ lo que puede ser su consagración junto a su nominación al Oscar. Además, tanto Lucas Hedges (‘The Zero Theorem’) como Michelle Williams (‘My Week With Marilyn’) también resultan perfectos para el papel, siendo esta última un verdadero eclipse cada vez que está en pantalla, a pesar de los escasos minutos, trabajo que le valió su cuarta nominación al Oscar.

‘Manchester by the Sea’ es una historia desgarradora sobre un corazón silencioso que no tiene cura y tampoco es capaz de sanar aunque quisiera. Porque existen, porque en la vida estas cosas pasan, y Kenneth Lonergan da cátedra sobre el dominio de las emociones de sus personajes; sobre el timing; sobre el uso de la cámara, contemplativa o determinada cuando corresponda; y Casey Affleck, justo cuando su vida no pasa por el mejor momento debido a serias acusaciones sexuales en su contra, se confirma como un monstruo de la pantalla grande.


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Wladimyr Valdivia
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