Los actores que aparecen en cartela no son más que una mera escusa para hablar de esta cuestión contemporánea, la violencia visual. Esta película es uno de los perfectos ejemplos para mostrar como se nos ha educado visualmente a lo largo de la historia de este y el siglo pasado.
Sin violencia explícita, M. Haneke nos deja con algo parecido a un síndrome de abstinencia en todas aquellas escenas, que en muchos otros estilos, géneros, etc. la requieren para poder mantener la atención y aprobación del espectador contemporáneo.
Genera situaciones que no podemos llegar a comprender debido a nuestra sumisión frente a la imagen. En resumen, necesitamos más Artistas y menos empresarios en el cine, más Atrevidos, que no paren de cuestionarnos las políticas de la imagen y sus límites, entre otros discursos.
Gracias.