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España España · Alcalá de Henares
Críticas de JMJátiva
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Críticas 7
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
3
4 de enero de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Larry (James Stewart) y Eddie (Lew Ayres) forman una exitosa pareja de patinaje que lleva años deslumbrando al público. Cuando Larry se enamora de María (Joan Crawford) se empeña en incorporarla a sus espectáculos; pero ella no es una buena patinadora y eso provoca que muchos productores dejen de confiar en el trío. Sin embargo Larry es un optimista incorregible y sueña con que algún día sus ideas artísticas tengan un reconocimiento mayor. De manera accidental María comienza a trabajar como actriz en unos estudios y, en apenas unos meses, se convierte en una gran estrella del cine. Pero esos no eran los planes de Larry; él no soportará dejar de ser el pilar de la pareja y pasar a ser un mantenido.

La MGM tiró la casa por la ventana en la producción y la promoción de esta película. El éxito parecía asegurado: dos grandes estrellas (Stewart y Crawford) en un espectáculo musical basado en grandes números de patinaje (en aquella época, los shows musicales de patinaje eran extraordinariamente aclamados en USA y la gente acudía en masa a verlos). Además, con el reclamo de Joan Crawford interpretando varias canciones y ejecutando varios números sobre el hielo. El cóctel parecía idóneo y la expectación era enorme. Sin embargo, “The Ice Follies of 1939” fue un fracaso absoluto de público y crítica.

Lo que falla en la película es el guión. Trata de ser una comedia romántica ambientada en el mundo del espectáculo pero el guión resulta excesivamente plano, soso y aburrido. La historia adolece por completo de gracia y de emoción. Solo algún diálogo mínimamente chispeante entre los dos protagonistas se salva de la mediocridad general; pero no es suficiente. Los dos protagonistas están bien, pero sus papeles no transmiten nada al espectador. El tono resultante es de un drama sin sentimiento o de una comedia sin gracia.

Además del flojo guión, la película (al menos vista hoy) tiene otro hándicap: el exceso de metraje dedicado a los números de patinaje. El montaje final consta de más de veinte minutos repartidos en dos momentos en los que se enlazan, en cada uno de ellos, varios de números consecutivos. Da la sensación de ser un relleno totalmente independiente de la película que saca al espectador de la historia (ya floja de por sí, como comentaba antes). No tiene mucho sentido porque, para más inri, apenas intervienen los actores en estas larguísimas escenas. Se supone que Stewart interpreta a un patinador genial y no hay ni una sola escena de él sobre la pista de patinaje. La Crawford sí lo intenta, con más pena que gloria. En su momento se vendió la película publicitando que Joan Crawford interpretaría varios números y varias canciones. Pues bien, sus números sobre patines son de una dificultad ínfima y su voz en las canciones fue doblada en la postproducción por una cantante profesional. Esto enfureció mucho a la Crawford, que amenazó con denunciar a los productores (ella había rodado seis canciones y al final dejaron dos y sin su voz).

En definitiva, una película sin alma que desaprovecha la interpretación correcta de dos grandísimos actores.
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JMJátiva
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6
2 de enero de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Constance Bennett interpreta a Judy Carroll, una frívola y extrovertida actriz envuelta en un escándalo judicial por haber sido la amante de un político corrupto. Dicho escándalo provoca que Judy pierda lo que más quiere: la custodia de una preciosa niña que acaba de adoptar y a la que ama profundamente. Para mitigar algo el dolor de esta pérdida, la actriz decide viajar unos meses por Europa. A la vuelta, le pide a su representante que le consiga una entrevista con un joven dramaturgo, pues está muy interesada en interpretar a la protagonista de la obra que ha escrito. Ese encuentro le devolverá la ilusión y la alegría a Judy. Aunque no todo es perfecto: el joven dramaturgo está casado.

La película recoge los prejuicios de la época en torno a una joven que ha salido de los bajos fondos convirtiéndose en una glamurosa actriz gracias, en parte, a la gran labor de su manager (interpretado por Paul Lukas). Obra menor de George Cukor hecha para el lucimiento absoluto de la estupenda Constance Bennett (hermana mayor de Joan Bennett). A mediados de los '20, Constance comenzaba a despuntar en el cine mudo cuando decidió retirarse para contraer matrimonio. Pocos años después, tras divorciarse, volvió a retomar su carrera de actriz; supo cambiar perfectamente el registro y adaptarse al nuevo cine sonoro (algo que otros muchos artistas no consiguieron), hasta el punto de convertirse en una de las grandes estrellas de los años treinta y primera diva de Cukor (con el que rodaría tres títulos más, entre ellos, "Hollywood al desnudo").

No es una película redonda ya que, a pesar de su escasa duración, presenta bastantes altibajos, con momentos cercanos al folletín melodramático que resultan bastante impostados y otros con un tono de comedia romántica ligera que tampoco terminan de funcionar, en parte, por la falta de química entre la Bennett y un flojo Joel MacCrea.

Lo mejor, en mi opinión, es la empatía que logra Constance Bennett entre su personaje y el espectador, que se acaba mostrando irremisiblemente compasivo con esa mujer a la que los convencionalismos sociales castigan de una manera cruel. Ella sufre los reveses de esos prejuicios pero, de puertas hacia fuera, de cara al resto del mundo, finge una imagen de fuerza y frivolidad que no es real. Constance Bennett sabe expresar perfectamente esa dualidad en una actuación meritoria, sin recurrir a ningún tipo de estridencia ni exageración. Mención especial merece, también, el gran secundario Paul Lukas. Aquí realiza una interpretación soberbia como el abnegado, cariñoso y enamorado representante de la joven.

La película es interesante, con más luces que sombras. Un buen ensayo del maestro Cukor para sus obras mayores, que no tardarían en llegar.
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JMJátiva
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7
28 de diciembre de 2016
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que John Ford era un ferviente patriota norteamericano es más que sabido. No solo se alistó en la II Guerra Mundial (fue herido en la famosa Batalla de Midway), sino que siguió siendo reservista tras el conflicto bélico y alcanzó el grado de contraalmirante. Pero también se sentía orgulloso de sus orígenes gaélicos (era hijo de emigrantes irlandeses). Habría más ejemplos, pero “El hombre tranquilo” (con John Wayne) es, posiblemente, su gran homenaje a la tierra de sus ancestros, un verdadero poema de amor a Irlanda y a sus costumbres. Algunos años antes dirigió esta extraña “El arado y las estrellas”, basada en la obra de un dramaturgo irlandés muy vinculado al nacionalismo, al socialismo y a la lucha del proletariado de principios de siglo: Sean O’Casey.

La película narra un hecho histórico y legendario para los irlandeses: la insurrección 1916. El lunes de Pascua, los rebeldes nacionalistas (un ejército de voluntarios independentistas paramilitares) se levantan contra las autoridades británicas y proclaman la independencia. Tras seis días de guerra en las calles de Dublín, son neutralizados y casi exterminados. No obstante, para los irlandeses ese levantamiento, aunque fracasó, supuso un punto de inflexión en la lucha nacionalista que culminaría años después con la independencia y la creación de la República de Irlanda.

La película recrea esos seis días desde el punto de vista de la esposa (Bárbara Stanwyck) de uno de esos líderes rebeldes. Ella vive aterrada por la vinculación de su marido con ese movimiento y, cuando es llamado para la insurrección, cae en la más honda desesperación. El filme alterna bastantes escenas documentales reales (con voz en off) con secuencias más o menos costumbristas en las que se refleja el modo de vida de los irlandeses proletarios de la época, así como sus ideas políticas. Incluso hay algún momento cómico en la primera parte de la historia. La última media hora, sin embargo, es asombrosamente dura y es ahí donde se aprecia el buen hacer de John Ford, con varias escenas magníficas que comentaré en el spoiler.

Bárbara Stanwyck realiza una gran interpretación, muy alejada de los papeles de mujer frívola o impávida que tantas veces encarnaría en aquellos años. Las imágenes documentales son un reflejo histórico muy interesante donde se puede ver un Dublín muy castigado por los cañones y las bombas británicas. La película va ganando en profundidad y dramatismo a medida que avanza su corto metraje hasta llegar a esos minutos finales que son extraordinarios.

Un notabilísimo trabajo del maestro Ford.
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JMJátiva
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9
26 de diciembre de 2016
2 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película arranca con un planteamiento conflictivo clásico: un celoso (y lunático como iremos descubriendo) marido desconfía de cada hombre que se acerca remotamente a su mujer. Dichos celos no solo le están enloqueciendo a él, sino que están minando y destruyendo el sincero amor de su esposa. Además de crear una imagen de ella ante la sociedad injusta y falsa, a base de rumores infundados que él mismo propaga. Charles Laughton interpreta al psicótico marido, capitán de un submarino preparado para zarpar en la costa de Oriente Medio; y Tallula Bankhead (su triste mirada le va como anillo al dedo al personaje) encarna a la sufrida esposa.

La brutalidad del capitán arroja una noche a su mujer (hastiada y maltratada indignamente por la locura de su marido) a los brazos de un joven desconocido. Ambos amantes pasan una noche de amor (y lo que surja) en la elipsis habitual que obligaba el decoro cinematográfico de la época; al amanecer, ella se despide misteriosamente, sin haberle confesado al apuesto teniente (Gary Cooper) que era una mujer casada. Pero el destino caprichoso que gobierna toda tragedia hará de las suyas. Al día siguiente se presenta el nuevo teniente en casa del capitán y, ¿adivináis quién es? Ya está montado el jaleo. Los celos del maniático marido encontrarán un nuevo objetivo; pero esta vez sí ha sucedido lo que su enferma mente siempre imagina…

La paradoja del marido celoso que acaba provocando la infidelidad de su mujer la encontramos ya en Cervantes y su novela ejemplar "El curioso impertinente". Es un tópico llevado también en muchas ocasiones al teatro clásico. Toda la película es bastante teatral, de hecho. Las interpretaciones de Tallula Bankhead y el genial Charles Laughton (uno de los mejores actores de la historia del cine de todos lo tiempos) son fantásticas. El personaje que construye Laughton es ciertamente sensacional: un simpático y querido capitán, respetado por todo el mundo, que esconde una terrible obsesión que le lleva a la locura más cruenta. El buen humor y la cordialidad del personaje público desaparecen cuando se queda a solas con su esposa y el afable capitán se transforma en un monstruo cínico y cruel. La gestualidad, el tono de voz y las extravagantes carcajadas con las que viste Laughton al personaje son inolvidables. La mejor definición la expresa el teniente Sempter (Gary Cooper) cuando descubre que se ha acostado realmente con la mujer de su admirado nuevo capitán: “Es un hombre genial y patético al mismo tiempo”.

La película está plagada de diálogos estupendos. Como muestra, un botón. El teniente Sempter siente curiosidad por la dama que acaba de conocer huyendo en la noche y aprovecha (¿por qué no?) para tirarle los trastos a lo Gary Cooper:

- (Teniente) ¿Qué quiere usted?
- (Esposa) Me gustaría no haber nacido.
- ¿Por qué?
- (Silencio). Adiós.
- ¿Va a dejarme así?
- Creo que sí.
- ¿Y a dónde irá?
- No lo sé.
- Yo también voy allí…
- No soy buena compañía…
- Me arriesgaré.
- No soy de esas…
- Lo sé. No soy estúpido.

El segundo acto del filme es delirante y grandioso. Transcurre en el interior del submarino, donde el loco capitán pretende cometer una venganza absolutamente espantosa.

“Entre la espada y la pared” (por cierto, ridículo título en comparación con el original, “Devil and the deep”) es una película colosal, con uno de los giros argumentales más sorprendentes que recuerdo y unas interpretaciones sobresalientes. Por cierto, Cary Grant apenas aparece unos minutos al principio de la película, aunque su papel permite avanzar la enfermiza personalidad del capitán en una escena teatral magnífica. Aquí me planto porque tengo unas ganas de spoiler que no me aguanto más.

Película formidable.
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JMJátiva
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6
25 de diciembre de 2016
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Tres jóvenes con diferentes orígenes familiares y distintas motivaciones deciden ingresar en la Academia de la Armada. A los tres, eso sí, les une una misma afición: su pasión por el fútbol americano. Poco a poco irán fraguando una hermosa amistad mientras se forman como marinos y destacan en el equipo de fútbol de la Armada.

Correcta y entretenida comedia que se deja ver con gusto. Cierto es que está repleta de tópicos: la personalidad dispar de los tres protagonistas, su evolución durante su formación, el triángulo amoroso entre la adorable chica, el ligoncete de turno y el joven tímido e inseguro, el partido final por el título, el entrenador estirado que trata de motivar al perezoso y talentoso jugador apelando a su orgullo (una especie de Mourinho, pero sin sus brotes paranoicos y psicóticos), la exaltación exagerada de la camaradería y de la amistad... Todo bastante típico, aunque eso no le quita a la película su punto de amenidad y, en ocasiones, hasta de encanto.

Los actores están muy bien. Mola mucho ver como un jovencísimo James Stewart comienza a darle forma a ese personaje que tanto y tan bien interpretaría: el buenazo tímido que tartamudea ligeramente entre medias sonrisas. También destaca la interpretación de un inmenso Robert Young, auténtico protagonista principal de la película. Los dos amigos (tan diferentes ellos) perderán la cabeza por la impresionante Florence Rice. Como para no...

En definitiva, buena película. Para pasar un buen rato, sin duda.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
JMJátiva
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