Lamentablemente no es fácil de entender y de explicar como un buen contador de historias, como es Clooney cuando actúa como director, haya desperdiciado esta magnifica oportunidad para hacer una gran película, o incluso, una película decente.

La historia es atractiva y sugerente, aunque una vez más nos meta en el manido y explotado tema de la 2ª guerra mundial, sin embargo el resultado es una narración vacía, monótona y aburrida. No esta claro si en un afán de darle un aire light, a lo bélico y natural y campechano a las circunstancias de la épica, se produce una grave confusión entre la consistencia que se le exige una historia real y las peripecias inconexas y voluntaristas de un grupo de filántropos salvadores de la cultura y el arte universal.

El despropósito es aún menos explicable cuando se observan los mimbres con los que ha contado para su realización, un variado, florido y brillante ramillete de consolidados actores, y una actriz, para perpetuar este fiasco. Logra que prácticamente nada sea creíble en cada uno de los personajes que tan solo trasmiten emociones y sentimientos de cartón piedra.

Estamos ante una historia que pretende ser pura esencia de cine social actual, aunque quizás al rebasar ciertos límites que la lógica de la realidad nos impone resulta parecer más una fábula. A partir de un interesante guión, lleno de intenciones, de una muy buena ambientación, así como en una presentación muy atinada del perfil de los personajes se desarrolla inicialmente una acción bastante consistente. Sin embargo, a partir del hecho central de la historia, el atraco, toda la trama se desvanece un poco, comienza hacerse repetitiva en sus planteamientos y dilemas éticos, morales y sociales y en consecuencia y de manera paradójica diluye su carga de denuncia y critica a la sociedad, que se supone intenta lograr.

Nos volvemos a encontrarnos dentro del cine europeo actual con otro filme que tiene como objetivo despertar las conciencias de los espectadores. En este caso Guédiguian toca muchos palillos, pero el marco de la trama hace sobrenadar uno en especial, el papel de sindicatos y sindicalistas en la componenda global del mundo laboral y de la huida hacia delante de los intereses propios y del apaño en medio de las crisis económicas. Hay otras pociones, se plantea ¿se hace todo lo que se puede, si es así porque tener mala conciencia? Esa, fundamentalmente es la reflexión que deja un filme hecho con mucho oficio cinematográfico.

Buen cine político con algo de thriller, esta adaptación de una obra teatral. Un joven idealista empieza a trabajar como director de comunicación para un prometedor candidato que se presenta a las elecciones primarias del Partido Demócrata. Durante la campaña tendrá la oportunidad de comprobar hasta qué extremos se puede llegar con tal de alcanzar el éxito político.

Parece evidente que Clooney como director sabe contar muy bien historias. En este caso es un esplendido retrato de ese mundo, tan desconocido para casi todos, cual es el de los entresijos de la política, en concreto el de los procesos electorales y de primarias. Sus cualidades cinematográficas le permiten hacer un trabajo técnico muy elegante, muy profesional y atractivo para el espectador. El meticuloso cuidado de los actores y la oportunidad de tener un reparto de primera fila también ayudan a ensamblar un buen producto, aseado, ameno y consistente.

Posiblemente se le podría acusar al fondo de la historia de amarga, cínica y deplorable y por consiguiente de una visión pesimista y negativa de nuestra realidad, pero claramente la verosimilitud con la que es narrada, su realista puesta en escena y su creíble discurso, permiten darle un voto de confianza a la misma. No hay engaño, hay una ficción y detrás un buen filme de cine político, bien ejecutado.

Un rico aristócrata tetrapléjico, tras un accidente de parapente, contrata como cuidador a un inmigrante de un barrio marginal recién salido de la cárcel. A pesar de sus diferencias y de sus dos mundos tan enfrentados, poco a poco, congenian hasta forjar una amistad tan disparatada, divertida y sólida como inesperada.

La película está basada en una historia real y ha sido en Francia un éxito total de público, es uno de los filmes más taquilleros de la historia de Francia. El principal mérito de esta comedia es que tiene la habilidad de convertir asuntos cargados de tensión –incapacidad profunda, soledad, marginalidad de barrios bajos, el color de la piel, la pobreza- en un entretenimiento despojado de connotaciones negativas. Ello se alcanza gracias a un buena dirección, un notable rodaje y a la química entre los dos personajes centrales, que hacen una inmersión perfecta en la historia.

Parece evidente que detrás de su rotundo éxito de público hay una cierta cocina que le da unos atributos de comercialidad muy importante: aprovechar la avidez del espectador medio por recibir mensajes edificantes, el inteligente uso del humor para humanizar la dureza de la realidad y el ligero toque de cine social son suficientes ingredientes para que un producto bien hecho y cuidado, en forma y contenido, pueda incluso a llegar a sobrevalorarse en el cine actual. En resumen, hacer algo decente y entretenido que llegue al espectador medio tiene su recompensa hoy día.

No logra en absoluto el director manchego ninguno de sus objetivos: ni es una comedia loca, disparatada y genial, ni es una alegoría brillante a la situación social del país, ni hay destellos de cine kirch, original y trasgresor que había en sus primeras comedias. Todo queda en un humor bastante tosco y forzado carente de sarcasmo e ironía, en una falta total de enredo en la trama, plana como el vuelo del avión y en una interpretación coral notable de un nutrido grupo de buenos profesionales de la pantalla, que permiten salvar los noventa minutos de proyección de manera mas llevadera.

Los muchos y brillantes recursos cinematográficos de Almodóvar quedan absolutamente inutilizados en esta ocasión, perdidos en este intento de comedia sin ton ni son, donde el mundo almodovariano ni se llegue a identificar ahogado por su propio creador en un despropósito de cine ramplón, torpe y de poco fuste.