Si hay algo que ha perdido Woody Allen en sus últimas películas, es la chispa en sus diálogos, y los guiones poco imaginativos encadenan ya demasiadas películas, exceptuando la magnífica Match Point. Es cierto que sus antiguas Manhattan, Annie Hall, ect, prácticamente carecían de guión, siendo por otro lado unas complejas exploraciónes de la sociedad aburguesada americana, con diálogos ocurrentes, actores plenos de energía, y una fotografía sólo lograda por el genio de Brooklyn. Vicky Cristina Barcelona, carece de guión, diálogos, y trabajo actoral, con pésimas actuaciones de Bardem, Scarlett y Hall, y una graciosa Cruz. El único logro, es una ambientación, localizaciones y fotografía geniales...También es justo decir, que el Ayuntamiento de Barcelona y la Generalidad, le han pagado lo suyo a Woody para que ponga a la ciudad por las nubes. Y otra decepción, es la bajada de pantalones de Woody Allen ante las instituciones públicas catalanas, al ceder en su guión, y cambiar el objetivo de Rebecca Hall en Barcelona, alegando un estudio de la cultura catalana o algo así, cuando realmente era una simple estudiante. Muy mal gran Woody.

Tomas Vinterberg, consigue crear una atmósfera afixiante en este crudo drama rodado según las reglas regidas por el manifiesto Dogma. La película se basa en un guión muy bien ensamblado por el maestro danés, y en la estupenda actuación de un reparto coral de actores daneses. La historia, al principio distante, te atrapa, y te ahoga hasta adentrarte en la mansión masónica, y consigue que hagas vivir el relato con emoción y cercanía. El uso de la cámara al hombro y el granulado de la fotografía aumentan el realismo, ya de por sí, implícito en el guión. Es una película muy recomendable para todos los gustos, para cualquier persona amante del buen cine actual. Disfrutad la película.

La verdad, es que acudí al cine a ver la película, con algo de miedo, debido al cine que suele hacer este señor llamado Michael Mann. Ni me convenció en Heat, ni me convenció en Collateral. En Enemigos Públicos, los diálogos son penosos, la fotografía de telefilme, y la emoción solo acude a rescatar la película en la escena final. Ni un ápice de ella antes. Eso sí, tiene algo de personalidad, pero carece de vida.

En fin, una película para pasar una tarde de fin de semana, y que no tengas a mano cualquier cinta de cine de gánsters de los años cuarenta.

Algo deslabazada película de corte descaradamente independiente. Con un guión más bien flojito y una puesta en escena bastante austera, la película se soporta en una aceptable fotografía , y en las típicas escenas de paisajes o lugares deshabitados aderezados con música cool, muy del movimiento indie.
Parece que al director le faltaba saber que quería expresar realmente. De todas maneras, a tener en cuenta en el futuro.

La última película de Antonio Banderas, lejos del paupérrimo y sobrevalorado cine español, es una cinta diferente y osada, poética y exuberante, llegando a plasmar perfectamente el homónimo libro del también malagueño Antonio Soler. Es un viaje a una edad y a una época,a el verano del despertar sexual, de los amores imposibles e infinitos, de las promesas con el corazón en la mano, en la que todos los sentimientos están a flor de piel. En definitiva, no hay que tomar la película como un argumento lineal y convencional, sino como el retrato de un momento inolvidable en la vida de un grupo de amigos, sobre todo en el camino de Miguelito Dávila y en su sueño de ser poeta.