La búsqueda del mal, pero no el mal racional, sino de lo inverosímil. Eso es esta institución mental, que deja al aire cualquier ingrediente de terror que se os ocurra, e incluso muchos acontecimientos de esta temporada son inconcebibles e inesperados por cualquier mente ciudadana. No hace falta remontarse a la década de los 60, a un escenario lóbrego, con un mar de fluctuación entre la vida y la muerte, para reconocer quien es magnánimo o quien es bellaco, o tal vez sí, tal vez sea el subconsciente el que maquina esos parámetros que nos remarcan quien es de fiar y quien es pérfido.

Sea lo que sea, el papel, más que destacable, de Jessica Lange como Hermana Jude, seguido de sus secuaces, harán el resto. Un elenco principal que no deja indiferente a nadie, en el que todos son preponderantes y van en pleno in crescendo cuando más nos escudriñamos en los entresijos que esconden las paredes y los vínculos de la institución. Todo este cúmulo de elementos angustiosos quedan orquestados con diferentes modos de filmación brindados por el productor para que nuestra retina mande señales de alerta a nuestra mente. Una temporada, dividida en trece apartados, que provocará insomnio a más de uno.

Una borrachera nocturna que sirve de hilo-conducto para descifrar una trama que va más allá de los planes establecidos. Santos Trinidad, interpretado por José Coronado, demuestra la refractariedad del personaje y el propio significado de su nombre. El actor, que valga la redundancia, fue coronado con un Goya -más que merecido- demostrando que no solo está para realizar publicidad 'integral'.

Urbizu reivindica el cine nacional para plasmar en esta proyección uno de los grandes miedos ostensible en la sociedad. Planos oscuros, "travelling", cámaras de vigilancia, casas abandonadas, todo dirigido para tensar al espectador. Una representación digna, a mi parecer, de sus galardones (por ejemplo 6 Goyas, entre ellos a mejor película, director y actor) y de otros que no obtuvo debido a llevar la etiqueta de 'película española'.