Este film podría resumirse como: “La mejor parodia jamás rodada del cine de TV americano” pero pierde sentido cuando caes en la cuenta de que, en teoría, no hay parodia, van enserio. Cocktail de tópicos de peli abúlica americana, en la que intérpretes mediocres sueltan un continum de diálogos absurdos que bien parecen improvisados. Todo ello se encaja dentro de una trama de física rocambolesca y absurda, en la que aturden al espectador con todo tipo de palabras rimbombantes sin ningún tipo de asesoramiento científico. Trama con la que el mismísimo Stephen Hawking reaccionaría tirándose de los pelos; esto la convierte en algo menos creíble si cabe. En definitiva: si eres capaz de concebirlo como una comedia, podrás aguantar hora y media comentándola de manera jocosa.

Conciencia colectiva, despersonalizaciones, Doppelgänger, locura, autodestrucción…
como un viaje inducido por LSD, trata todos estos temas de manera sutil, casi sin darnos cuenta. Nos envuelve en una extraña atmósfera psicodélica evocando sensaciones diferentes y contrapuestas que se mezclan a medida que los personajes se adentran en el extraño fenómeno que forma el núcleo central de la película. Lo siniestro de repente se torna bello y acabarás por entenderlo todo sin entender nada. Para bien o para mal, no creo que esta peli te deje indiferente.

Esta mini-serie cumple con su cometido: entretiene y te obliga a verla hasta el final. Comienza con un planteamiento lo suficientemente sugerente como para llamar tu atención y sigue manteniendo la tensión y el suspense sin llegar a aburrir. Tira quizá en exceso del tópico “en este tranquilo barrio residencial donde nunca pasa nada, todo el mundo guarda algún terrible secreto”, pero si eres capaz de pasar eso por alto, la trama fluye de forma efectiva y cuando te des cuenta ya has llegado al final. En definitiva, no esperes una gran serie de las que enamoran con un trasfondo y personajes cautivadores y carismáticos, simplemente una serie para pasar el rato y bastante efectiva en ese propósito.

J.J. Abrams no cambia de rumbo y redunda en los errores y excesos que ya cometió en “Perdidos” ; en vez de enmendarlos con una mayor madurez como guionista y director, aparecen elevados a la enésima potencia. La serie viene a ser un híbrido resultado de mezclar “Expediente X” con “C.S.I”, con un una serie de guiños que te hacen recordar a "Lost" : casos extraños, casi caricaturescos, en forma de misterios individuales que van esbozando otra trama desarrollada más lentamente que mantiene una expectación muy forzada y artificial. El abuso de recursos para mantener ese cierto gancho, mediante hilos que no conducen a ninguna parte, e incógnitas que consiguen resolver con un guión torpe, diluye la poca transcendencia mayor que se podría destilar de la serie, que es la referencia constante a la ética, los límites, y las aspiraciones de la ciencia. En el plano interpretativo, un John Noble sale airoso, elevándose por encima de un reparto de actores de SerieTV, con un personaje que destaca entre el resto, que no te acabas de creer. Entrañable, completo, profundo, con muchas caras, Walter Bishop, tiene tal vez el suficiente carisma para incluso, hacerte encariñar.

Comedia de acción gamberra en la que te puedes encontrar todo lo que esperas de una película española:
tetas, culos y un poco de acción grotesca cargada de diálogos y personajes bastante zafios, fórmula que sirve para entretener y sacar alguna que otra carcajada. Aún así no todo se queda ahí: una sutil apología a la defensa de una forma de vida y unos ideales. Detrás de esa careta burlesca y extravagante, y ese devenir decadente, hay unos personajes que añoran con cierta melancolía una época obsoleta de esplendor y juventud.