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España España · Miranda de Ebro
Críticas de Michi
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Críticas 16
Críticas ordenadas por utilidad
8
8 de enero de 2008
26 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cineasta Greco-Francés Costa Gavras, es sin duda uno de los mayores representantes del cine político de la segunda mitad del siglo XX. La mayor parte de su filmografía consta de películas basadas en acontecimientos históricos reales, y con un alto compromiso político y social. Obras como Z (1969), sobre la situación corrupta del gobierno y el ejercito, que acabaron por desencadenar el golpe de estado en su Grecia natal; Missing (1982), mostrando la implicación de la C.I.A. en el golpe de estado de Pinochet; La caja de música (1989), tratando la integración de los nazis en la sociedad americana tras la guerra; o Amen (2002) denunciando el silencio de la Iglesia Católica frente al exterminio de los judíos, dan muestra de ello.

Esta vez, deja atrás su cruzada contra gobernantes, militares y dictadores, para abordar la nueva crisis de la sociedad contemporánea: el desempleo y la lucha personal por mantener un estatus, llevada hasta las últimas consecuencias.
Una reestructuración de plantilla en la empresa en la que trabaja el protagonista de esta historia, Bruno Davert, le deja sin empleo. La peculiaridad de esta película, es que aquí, el que se queda sin trabajo no es un obrero como en la mayor parte de las películas que abordan este tema, sino que se trata de un alto ejecutivo. Precisamente esta condición, le hace tomarse la noticia con mucha tranquilidad (incluso podríamos decir que con alegría, debido a la alta indemnización recibida). Una persona cualificada, con experiencia laboral en el sector, no debe tener problema en encontrar un nuevo trabajo…¿o quizás sí?
La deslocalización de las empresas a países con mano de obra más barata, deja en la misma situación a varios directivos. Todos igual o mejor cualificados que él, lo que convierte cada entrevista de trabajo en una lucha encarnizada por un puesto de dirección, que le permita preservar el bienestar económico que le mantienen a él y a su familia. Tras tres años de entrevistas culminadas con el típico, “Gracias por venir,...ya te avisaremos… ”, a Bruno, se le empieza a caer el mundo encima, y decide poner fin a esta situación. Para ello, trama un plan que le permitirá acceder al cargo de sus sueños en la empresa Arcadia.
En un mundo en el que los valores económicos priman sobre el resto, la lucha por obtener el premio de pertenecer a las altas esferas de la sociedad del bienestar, le obligará a pasar por encima de todos sus contrincantes, sin importarle el modo.

Gran parte del éxito de éste thriller social, con pinceladas de humor negro, reside en la brillante interpretación de José García. El actor Franco-Español, conocido en el país vecino por sus papeles cómicos, cambia aquí su registro, para bordar un personaje agridulce, capaz tanto de hacernos sonreír, como de sacar a flote nuestros más miserables instintos.
Costa Gavras, comenta que le eligió para hacer el personaje por “tener la misma mirada de Jack Lemmon”.
Bonito halago.
Michi
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8
16 de febrero de 2009
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gafas de sol, gorra y trompeta en mano, Benito Lacunza, emprende el camino de vuelta hacia su Estella natal a causa de la inminente muerte de su padre. Benny Lacun (como se hace llamar en los tugurios en los que toca), hubiera preferido quedarse en Madrid, tocando la trompeta o/y emborrachándose hasta altas horas de la madrugada, pero su novia le ha azuzado para que vaya al pueblo a controlar a su hermano y a su tía, “…no vayan a estar repartiéndose la herencia…”. Benito es un “viva la vida” gamberro pero entrañable. Un tipo normal, pero con poca implicación en las relaciones afectivas, no vayan a salpicarle. Su hermano Lalo, es al contrario, un joven inocente e introvertido. Se pasa la vida metido en su taller, creando esculturas con chatarra y desperdicios. Disfruta creando belleza con lo que los demás rechazan. Ahora está enamorado de Nines, una madre soltera, castigada por la vida, a la que Benito conoce muy bien de sus tiempos mozos. Para cuidar de su hermano, (y sobre todo de la herencia), Benito se quedará unos días más, y así conocer las intenciones de Nines.

Bajo las estrellas es la primera película del joven cineasta Félix Viscarret. Uno de los directores de cortometrajes más reconocido en el panorama español (su primer trabajo recibió una mención especial en el Festival de Berlín de 1999). Precisamente, este renombre le sirvió para que Fernando Trueba, le encargara la adaptación al cine de la novela de Fernando Aramburu “El trompetista del Utopía”. Un trabajo por el que recibió el Goya al mejor guión adaptado. Un Western rural sobre perdedores, personas que andan solas y a la deriva, que al final se encuentran y deciden confiar los unos en los otros. Un drama desgarrador, lleno de humor, siempre provisto de ternura.

En cuanto al plantel de actores, mención especial para Alberto San Juan, único a la hora de recrear personajes que bordan lo impresentable, pero que consiguen engatusarnos con su desparpajo. Por este papel, recibió el Goya al Mejor Actor. Emma Suárez (con la que San Juan ya trabajó en el drama carcelario Horas de Luz), dota a su personaje de una dulzura y vulnerabilidad que sólo ella es capaz de conseguir. Pero si hay algo que sorprende, sin olvidarnos del extraordinario papel de Julián Villagrán, es la actuación de la jovencísima Violeta Rodríguez, cuyas escenas de complicidad con Alberto San Juan emocionan.

Y si de momentos estelares hablamos, no podemos olvidarnos del paseo bajo las estrellas, de un Benito desencajado por una brutal paliza, mientras suena la canción Stella by Starlight interpretada por Enrique Morente, metido en el papel de crooner aflamencado. Sencillamente sublime.

Además de la canción, la banda sonora de Mikel Salas también es fascinante. Melodías extrañas usando ukeleles, banjos y xilófonos, que remarcan, más si cabe, el estilo Western-chatarrero de la película. Instrumentos que a veces no suenan del todo bien. Chirriantes, estridentes…..como Benny Lacun.
Michi
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7
20 de junio de 2012
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bahman Ghobadi se forjó, con sus películas Las tortugas también vuelan y Media Luna (galardonadas con la Concha de Oro en el festival de Cine de San Sebastián en sus ediciones de 2001 y 2006 respectivamente), una merecida reputación gracias a sus historias de importante calado dramático, regalando al acomodado público de occidente esas dosis de miseria, dolor y exotismo cultural que año tras año buscamos en el cine de oriente medio y que hace arrasar particularmente al iraní en los festivales de medio mundo.
Quizá cansado de mostrar esa cruda realidad rural de sus compatriotas, en su última película, Nadie sabe nada de gatos persas, se adentra en uno de los problemas sordos de la Teherán actual: la incesante censura del gobierno de Mahmud Ahmadineyad y la fuerte presión de los fundamentalistas religiosos ante la música y los sonidos “impuros” de occidente. Una represión a las expresiones artísticas que emitan ese impertinente tufillo a aperturismo. Una persecución que lleva a muchos jóvenes a pasar por la cárcel, pero que no les impide seguir formando miles de grupos musicales. Oleadas de jóvenes que luchan desde el subsuelo, desde la clandestinidad, desde la oscuridad de los garajes y azoteas de una ciudad que late con fuerza a pesar de las dificultades. A través de este docudrama (todos los personajes de la película -exceptuando a Nader, el incansable representante musical de los protagonistas Ashkan y Negar- son reales y se interpretan a ellos mismos), el aclamado director nos acompaña en un paseo por la música actual iraní; por un mundo repleto de trabas en forma de permisos, autorizaciones y leyes absurdas, de la que obviamente tampoco se escapa el cine. La mayor parte de la filmografía de Bahman Ghobadi, premiada en medio mundo, no ha sido estrenada en las salas de Irán. Sólo puede verse a través de copias piratas distribuidas por el propio director. Nadie sabe nada de gatos persas (ganadora del Premio Especial del Jurado en la sección “Una cierta mirada” del Festival de Cannes 2009) fue rodada de manera clandestina, en apenas tres semanas, cámara en mano, sin licencias de ningún tipo. Por supuesto, no estrenada en Irán y con un Bahman obligado al exilio si quiere volver a hacer cine.
Un formato casi documental (quizá la parte de ficción, sobre todo el final, reste un poco de credibilidad a la historia), plagado de videoclips musicales, de denuncia, pero sobre todo de esperanza. La esperanza de ver a una importante y creciente cantidad de jóvenes luchando por algo que no debería ser discutido: la libertad artística. Como muy bien explica uno de los músicos en la película, “hemos subido aquí para poder gritar, para despertar a la ciudad, a todos estos edificios, a las calles. Si cantamos enterrados el sonido no pasa del techo”.
Michi
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8
22 de octubre de 2008
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Empezaré tranquilizando a aquellos a los que solamente la lectura de las palabras “Comedia Romántica”, les provoque dolores de cabeza, exceso de sudoración o sarpullido cutáneo.
Si. Efectivamente se trata de una película “Romántica”, porque la protagonizan una pareja de enamorados visitando París: la ciudad del amor. Pero no les veremos cogidos de la mano en un paseo por los campos Elíseos, o besándose en un idílico crucero por el Sena. En la película, sobre todo, les veremos conversar, charlar y discutir. De cosas tan trascendentales como los celos, la confianza o el miedo al compromiso, o tan irrelevantes como la indiscreción de la familia de ella, la obsesión de él por fotografiar cada pequeño detalle (a pesar de ser ella fotógrafa profesional), o por las, para él, censurables conductas sexuales de los franceses.
Es en estos casos cuando la palabra “Comedia” toma el mayor protagonismo.

Julie Delpy, además de dirigir y protagonizar 2 días en París, es la encargada del guión, la música y el montaje. Muestras más que suficientes del escaso presupuesto con el que contaba, y que le obligo a incluir en el reparto a sus padres, los actores Albert Delpy y Marie Pillet (bendito acierto).

Dos grandes influencias podríamos encontrar en esta película: las de los directores americanos Richard Linklater y Woody Allen.

Con el primero colaboró en las preciosas Antes del Amanecer y Antes del atardecer. Precisamente en esta última participó en la elaboración del guión, junto al propio Linklater y el coprotagonista de la película Ethan Hawke, trabajo por el que fueron nominados al Oscar al mejor guión adaptado. Un guión con similitudes a éste en la historia: una pareja, ella parisina y él americano, paseando por París; y en el que los diálogos, se convierten en protagonistas principales, esta vez desnudos del romanticismo de las películas de Linklater y teñidos de burla, y sarcasmo.

La influencia de Woody Allen, se denota en la definición de los personajes, neuróticos, inseguros, con un humor muy cínico, algunos grotescos (como los padres de ella), en definitiva exagerados y extravagantes, pero entrañables.

En cuanto al reparto, además de la “pluriempleada” Delpy, y sus padres, nos encontramos con tres importantes sorpresas. Primero la del coprotagonista Adam Goldberg, al que hemos visto siempre en papeles secundarios en películas como Salvar al Soldado Ryan, Una Mente Maravillosa o Deja Vu, y que borda el papel de neoyorkino hipocondríaco sarcástico (sin necesidad de llevar gafas de pasta negra y pelo rojizo).
También destacables la pequeña, pero hilarante, aparición de Daniel Brühl (Good Bye, Lenin!, Salvador (Puig Antich)), como activista vegetariano antiglobalización, y la presencia de Adan Jodorowsky hijo del cineasta y escritor Alejandro Jodorowsky, interpretando al nuevo icono de la escultura francesa.

Sin duda una de las comedias francesas más rentables de los últimos años. Tanto para los productores como para el espectador.
Michi
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7
21 de febrero de 2012
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Proclamar que Ricardo Darín es uno de los mejores actores en habla hispana, no es una declaración arriesgada. Es una reflexión respaldada por multitud de premios, la bendición de la crítica y del público, y –quizá lo que es más importante- por el legado de unas interpretaciones magistrales. Lo son, como no, la del adorable hijo, padre y amante en El Hijo de la Novia o la del eterno enamorado de El Secreto de sus ojos. También la del insensible timador de Nueve Reinas o la del desorientado escritor en El Mismo amor la misma lluvia. No faltará el que diga –o en este caso maldiga- que mucha parte de ese mérito recae en la calidad de los personajes y no en la interpretación de Darín. Pues bien; en respuesta a estas posibles críticas, Darín en Un Cuento Chino, no duda en dejar colgado su ajustado atuendo de Galán y yerno perfecto, para embutirse en el traje oscuro y recto de un dependiente de ferretería solitario y huraño. Un personaje que parece ubicado en una época distinta a la de sus coetáneos, que huye de las relaciones personales y cuya única satisfacción en la vida consiste en reírse de las curiosas desgracias ajenas que aparecen diariamente en las noticias de los periódicos y que recorta y colecciona con asombrosa meticulosidad. Un hombre prácticamente inexpresivo, gris y lacónico, riguroso y obsesivo, ante el que sólo una chica –la interpretada por la bella Muriel Santa Ana- es capaz de descubrir las bondades que encierra esa impenetrable fachada.

Sebastián Borensztein, director y guionista de escaso currículum en el mundo del cine (ésta es su tercera película tras la comedia La Suerte está echada y el thriller de producción mexicana Sin Memoria) pero de enorme éxito como creador de Series en la televisión Argentina, inventa una fábula que comienza (espectacularmente) con una historia verídica, pero que parece realmente increíble. De ahí el acertado título de la película: Un Cuento Chino. Sebastián a través de un esforzado trabajo de guión, consigue que el espectador preste su atención en este original relato costumbrista, en ese tira y afloja entre dos culturas, en esa convivencia forzada entre una extraña pareja formada por un Argentino que no habla una palabra de chino y un Chino que no habla una gota de Castellano. Para ello, como comentaba al principio, se apoya en unas geniales interpretaciones –incluyendo además de las de los anteriormente mencionados Ricardo Darín y Muriel Santa Ana, la del chino Huang Sheng Huang- que ponen la pizca de humor necesaria a una historia en la que sobre todo, se acentúa la importancia del azar y los problemas de comunicación de la sociedad actual.

Otra joya del cine Argentino. Y van unas cuantas.
Michi
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