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España España · Granada
Críticas de Rosario
Críticas 2
Críticas ordenadas por utilidad
8
8 de febrero de 2011
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Merece la austeridad y no abusar de la palabra, mejor el número y no la letra, mejor la noche, la humedad, la falta de aderezos, el frío en el discurso aunque a veces se tiña de una posibilidad cuando hay un diálogo de tirarnos la pelota y que no caiga antes de contar diez.
Cualquier motivo sirve para ser quienes somos pero algunas situaciones nos describen con la precisión de un pendolista. No podemos escondernos de nosotros, llevamos demasiado tiempo incubando tibiezas y afectos, olas y pasos subterráneos, familia y territorio. Nos crece el pecho casi de repente y somos mujer o madre antes, sin quedarnos siquiera embarazadas, sin que se note; ni el reproche es airado sino dolido, discreto.
En realidad Cristian Mungiu habla de la calidad y los límites: ¿hasta dónde estamos dispuestos a dar por el “otro”? No cualquiera sino el “otro” que nos toca al lado, con el que convivimos y compartimos parte de nuestro tiempo. Pero no es una cuestión geográfica sino ética o modal, esa tercera dimensión no de tiempo ni de espacio sino honda, vertical, el taladro de las generaciones que llega a un atrás insospechado y tabú seguramente: el hijo deseado o el silencio de la muerte.
Siempre está la vuelta, la pregunta: todo “otro” es uno. No podemos confundir aprendizaje con filantropía, o ambas con simpleza. Lo que sucede en los sentidos nos obliga a mirarnos, nos remite a nosotros. Otilia no es la heroína de la pesadilla de Gabita. Gabita no es la víctima. Son el “otro” para cada una, realidad necesaria para sentir, pedir perdón, querer y odiar, no entender y apostar. La vida nos pone en situaciones para ser sin juicios: Gabita, Otilia, el Sr. Bebe... Y nunca más volver a hablar de ello.
Rosario
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4
26 de diciembre de 2010
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
F. dice que escriba sin poesía; parece una invitación a la vida. Sin lo decorativo. Será difícil, solo conozco la tentación de la metáfora; debajo el hueso.
Las casas también se deshabitan y quedan oasis de memoria donde hubo plurales. Talla grande de silencio.
Hay que hacer maletas, cosas para recordar que las hicimos. Pequeñas heroicidades, extravagancias que pasan como un rayo y pensarlas resulta ya imposible. Perdimos la oportunidad de salir del coche en medio del lavado automático e irnos para siempre. Debimos hacerlo porque al fin, acabamos fuera del coche, de la casa, de su vida, pero fue vulgar.
Una gaviota de pico rojo interrumpe el tráfico para coger un trozo de pan. Se la respeta a pesar de la rapiña. Será por no hacer sangre, por mirar lo pequeño que distrae, por miedo a mancharse de jabón en el tren de autolavado. Como La mosquitera, de Agustí Vila (2010).
Se pierden amigos y se pierden; hay grandes perversiones intramuros que soportamos sin límite, aprendiendo con el mismo frío pero de distinta marca. Remontémonos a los abuelos, y más allá. De donde viene el terco lema de los grados. La culpa hereda, la soledad contagia.
Rosario
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