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Críticas de Henry Morrison
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Críticas 17
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
3
19 de junio de 2023
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Cuando era niño, y alquilaba en el videoclub "Golpe en la pequeña China" de John Carpenter, uno de los tráilers que venía antes de la película, era el de esta "El hotel de New Hampshire". Aunque me llamaba la atención, no la vi hasta hace pocos años.

Por el tráiler que había en aquella cinta, El hotel... parecía una comedia amable y familiar, que giraba en torno a los enredos de una familia en una especie de resort vacacional. Me pregunto qué cara pondrían los que la alquilaran en el videoclub basándose en que habían visto el tráiler, porque la realidad es que se trata de una absurda cadena de acontecimientos dramáticos increíbles, Si pasamos lista, a lo largo del filme tenemos tragedias familiares a porrillo, aviones que explotan en el aire, perros domésticos disecados para trauma de toda la familia, incesto, violaciones, zoofilia, atentados terroristas, prostitución, guerrilleros...

Las primeras tragedias te chocan y deprimen, pero conforme se van acumulando sin cesar, pasas a un estado de hilaridad absoluta ante cada locura nueva, una especie de histeria activada cual mecanismo de defensa contra tanta tontería... no vale la pena, ni siquiera por el muy ochentero reparto que por aquí aparece.
Henry Morrison
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7
12 de octubre de 2010
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
En los ochenta, con toda su mítica (en ocasiones, más falsa que un duro de madera) se ensalzan como obras de culto películas muy simpáticas, y absolutos bodrios. Hay de todo, pero sorprende que esta película sea bastante desconocida, pues supera de largo varios de esos títulos que los treinteañeros de hoy tienen en un altar. Sin mayor pretensión que la de ofrecer un rato divertido al espectador, la película resulta ser bastante más fresca y divertida de lo que en principio pueda parecer, toda una oda a la libertad individual, a la anarquía personal.

El señor Shoob (encarnado por el siempre simpático Mark Harmon) se ve obligado a suspender sus vacaciones en Hawai para dar curso de verano en la escuela en la que ejerce normalmente como profesor de gimnasio, cuando al profesor inicialmente previsto le toca la lotería. Por supuesto la clase de recuperación está compuesta por un grupo de auténticos engendros, de niñatos egoístas en los que ya nadie tiene esperanza, a los que todo el mundo considera retrasados, o delincuentes en potencia. El profesor Shoob, un tipejo simpático, descarado y bastante vago, conecta con los alumnos, y decide dejar que estos vayan a su aire y pasar él el rato entre tanto. Pero al final acabará tomándose la clase medio en serio, aunque solo sea para impresionar a la muy seria profesora que da clase a niños superdotados en el aula de al lado (Kirsty Alley, cuando aún no parecía un zeppelin). Para intentar que sus monstruos aprueben en septiembre, el señor Shoob tendrá que pasar por un auténtico infierno, demostrando en el camino que tiene más paciencia que el santo Job...

Entretenida, y mucho más competente que otras de su misma década, posee ese espíritu de absoluta locura lúdica argumental, de personajes secundarios entrañables en los que podía identificarse muy fácilmente el público de la época, y de perros con gafas de sol. ¿Y porqué no? A reivindicar con urgencia.
Henry Morrison
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7
2 de octubre de 2010
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Flash Gordon es una locura. Es una película cuyo guión es tan sumamente infantil, que ante ella, un cinéfilo solo puede reaccionar de dos formas: o verla como si todo fuera en serio, y encontrarse ante un bodrio de proporciones cósmicas, o dejarse llevar por ese espíritu infantil, de aventuras simples, de literatura pulp plagada de tópicos, una mezcla entre Buck Rogers, Fu-Manchú y un día en Disneylandia. La literatura y el cómic ya contaban estas historias en los años treinta y cuarenta, de hecho, de ahí procede el cómic en que se basa, escrito y dibujado por Alex Raymond. Y el cómic es, argumentalmente, tan simple o más que la película, pero es un clásico en su género que nadie discute. La película en cambio.. ay, la película.

Es la historia mil veces contada: un héroe moral, un valiente luchador de los valores de la libertad y la democracia, que llega a un mundo decadente y lujoso gobernado con mano de hierro por un tirano sin igual, Ming (un estrafalario y aún genial Max Von Sydow) donde tendrá que usar su ingenuo, su fuerza y la superioridad de sus ideales para triunfar, y devolver la paz al mundo de Mongo. Todo ello con el villano de turno lanzando lapidarias sentencias, sus secuaces enmascarados, retorcidas torturas y muerte de súbditos traidores, ejecuciones, secuestros, extrañas drogas, princesas sensuales pero perversas (¡ah, pero no todas pueden ser como Ornella Muti!) extrañas criaturas, rituales que nos resultan amenazadores y desconocidos, pero que son allí tradición... es el mundo del cómic, de la literatura pulp, de los seriales de los años cuarenta. Y la película tuvo cojones para reflejar ese mundo en pleno siglo XX, cuando la fórmula estaba agotada y todos pensaban que George Lucas lo había inventado todo con Star Wars, ¡aunque está todo allí desde los años treinta!

Un trabajo artístico impecable, con una banda sonora perfecta para su historia, y cuyo fallo reside en tener el valor de volver a contar una historia mil veces narrada. Si se hubiese estrenado esa película, sin tocar nada, tal y como la conocemos, en 1976, un año antes que Star Wars, todo el planeta estaría llamando genio a De Laurentiis.

PD: Hay una ingente cantidad de personas que creen que Dolph Lundgren ES Flash Gordon! No sé si será por el look de rubiales cachas con vestimenta extraña y luchador por el bien... uy, ¿no será que Masters del Universo bebió de aquí...?
Henry Morrison
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2
25 de octubre de 2009
9 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si las dos primeras entregas de "Mad Max" eran piezas de acción y de la ciencia ficción moderna indiscutibles, piezas de obligada parada para cualquier aficionado o profesional del cine fantástico, sencillas, pero extremadamente efectivas y entretenidas, esta tercera parte se convierte en todo lo que una saga de estas características NO debe ser. Un producto comercial, creado para ensalzar la gloria de las estrellas que participan en él, y desde luego, por motivos económicos y publicitarios. Mel Gibson ha dicho en varias ocasiones que no deseaba participar en esta entrega, pero lo hizo por amistad hacia Miller, y nosotros le entendemos. Estamos ante una violación de las reglas internas de la saga, una perversión de la cruel filosofía de supervivencia. Aquí Max no es ya un anti héroe sanguinario, cruel, que se rige por sus propias normas de justicia inflexible, sino que es un héroe (de pacotilla) que debe salvar a unos niños indefensos y explotados de un mundo horrible, y llevarlos hacia la salvación.

Desde el look desfasado de Tina Turner, a la banda sonora, muy de los ochenta en la peor expresión del término, a los ridículos parches en el guión, simplemente creados para convertir a Max en lo que nunca fue, el salvador del pueblo. El loco Max era la figura envuelta en sombras que llegaba, mataba a todo aquel que consideraba culpable y huía. Su papel nunca fue el de salvador, alguien a quien víctimas indefensas puedan abrazar y agradecer su ayuda, sino el de un asesino de asesinos. Aquí se pervierte dicha filosofía, en aras de lograr llegar a un público más amplio y comercial. Todo elemento políticamente incorrecto, que trufaban las dos anteriores cintas, han sido aquí injustamente eliminados. Se trata de un pobre colofón, de lo que pudo haber sido y no fue, pero siempre nos quedará el maravilloso díptico precedente. Una pena.
Henry Morrison
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9
25 de octubre de 2009
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mad Max, y Mad Max 2 podrían ser historias independientes. Porque en esta secuela tenemos a Max, antaño un joven policía, idealista, intrépido y representante de la ley y el orden, convertido en un hombre solitario, un superviviente que no se casa con nadie y que sigue las leyes de la jungla, jungla en la que se ha convertido el mundo. Ya no hay civilización, todo lo que el Hombre creó, él mismo lo ha destruído, ahora solo queda la lucha frenética de los supervivientes por obtener el poder, es decir: el petrólero que queda en la tierra.

Max, como todos los supervivientes, es una sombra. Una figura vestida de cuero, armada hasta los dientes, independiente, que arrastra tras de si, como única compañía, un perro sarnoso, feroz compañero, y un antiguo Interceptor, símbolo de tiempos mejores. Se ha dejado atrás cualquier nostalgia o lamentación por los tiempos pasados, ahora en la jungla solo cuenta seguir vivo, seguir en la carretera. Mad Max es un western post apocalíptico, donde el hombre sin nombre no es en absoluto un héroe, ni un protector, sino una figura ferozmente individual, que puede ayudar a una comunidad, pero jamás integrarse en ella. Con una fotografía crepuscular totalmente ochentera, y una mágica voz en off, se nos narran las peripecias de dos grupos supervivientes: uno de ellos compuesto por gentes pacíficas que intentan sacar adelante una refinería de petróleo, otro, compuesto por sanguinarios asesinos motorizados que quieren ese petróleo a toda costa. Ninguno de los dos grupos es representado como totalmente positivo o negativo, pues ambos se agarran en una lucha no ya por sobrevivir, sino por conservar el poder, lo cual enriquece la historia. En medio de ambos mundos va a caer Max, solitario, sin nombre. Solo desea huir de todo lo que huela a civilización, pero no va a tener más remedio que meterse en esa guerra...

George Miller no es un gran realizador, pero con las dos primeras piezas de su saga post apocalíptica, refleja a la perfección ese mundo desesperanzado, donde da la impresión de que ya no queda nada de lo que nos caracteriza como seres humanos racionales. Esta segunda entrega, es casi una obra independiente, y no una secuela realizada por motivos puramente comerciales (como sí lo sería la tercera entrega) sino porque aún quedaba algo que contar. En la primera entrega asistíamos al fin de la civilización, pero aquí asistimos a algo mucho peor, el retrato duro y cruel de una serie de supervivientes matándose entre si por canibalizar los últimos restos del poder que, precisamente, fue causa de su destrucción. Todo metido en un elegante envoltorio de película comercial ochentera.
Henry Morrison
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