Se trata de un film que, sencillamente, no es para todos los gustos. A algunos les parecerá pesado el continuo voice over, otros quizás piensen que el devaneo mental y onírico entorpezca la narración, pero... Creo que quienes así analizan, pues, no asimilan la dinámica mayor que este film propone y que excede mucho más allá del tema de la guerra, del cual parte. Es posible que ni el mismo Trumbo haya tenido idea del alcance de esta obra. Lo que acontece a Joe excede la simple impotencia del mutilado; funciona como dura metáfora del existir, como el pensamiento que elabora no ya el hombre (sujeto presto a la vida), sino la "mente" de ese hombre que ignora tanto quién rayos es.
¿Dirección mediocre? ¡Por favor! Todos los elementos está orquestados para orientar, con pureza, hacia el objetivo final del film: Una lúgubre habitación desde la cual se parte a una exploración de imágenes y situaciones verdaderamente creativas, dueñas de una belleza plástica que aturde y conmueve; Una fotografía cuidada y "pensada" para soportar que el mundo más colorido es aquel que se rinde a nuestras aspiraciones y no este donde el gris fusil domina. (sigue en el "Spoiler")

The Pervert's Guide to Cinema resulta una interesante revisión entretenidamente litúrgica (tal es la energía que le imprime Slavoj Zizek) sobre las temáticas subyacentes en algunos de los más notables films y personajes de la historia del cine.
Con divina irreverencia y firmeza argumental Zizek nos plantea una travesía que de lo cinematográfico trasciende hacia los escenarios más excedidos de la psique humana. Zizek borda el contenido del film, amparado en el evidente poder de seducción del acontecer cinematográfico como una suerte de animador del inconsciente colectivo pero también como contenedor y modificador de nuestras inquietudes psicológicas. Hitchcock, Lynch, Chaplin y Tarkovsky ocupan principalmente la atención durante el transcurso del film, sin embargo las referencias son mayores y el listado de películas evaluados resulta amplio y nada caprichoso. Como toda buena obra audiovisual, el guión de The Pervert’s Guide to Cinema facilita el desarrollo continuo de los “actos” expuestos, de manera tal que se establece una ilación progresiva de ideas y conclusiones. El recurso de la mutabilidad escenográfica también contribuye a una mejor asimilación al tema, además de dotar al documental de un humor cáustico (Zizek asiste en persona a los escenarios de las películas sobre las cuales está tratando: cuando habla de Los Pájaros está remando en el bote en Bodega Bay, si es Psicosis ocupa el sótano de Norman Bates, si se trata The Matrix parece casi discutir con Morpheus en la misma habitación, etc.)
Zizek parece buscar en el cine una prolongación a las proposiciones que la filosofía deja pendientes en el nivel del pensamiento. De aquí que estructure su Guía Cinematográfica para el Perverso no con intenciones de responder enigmas sino, por el contrario, para formular otros escenarios de miedo que permitan despertar, quizás, esos nuevos deseos que está generando constantemente el evento fílmico.

Es difícil hacer una reseña de este film sin caer en la tentación, o el error, de describir más de la cuenta y empastelar el disfrute del mismo. Porque en "Roman de Gare" Claude Lelouch apela a los mejores códigos del thriller (eso sí dotándolos de un ritmo original y un montaje muy bien diseñado) para hacer fluir su historia. Una historia de desencuentros, asesinatos, libros, envidia, frustración y redención, como road movie por momentos y en otros interiorista, pero sin decaer. Quizás hacia el final Lelouch se excede un poco en giros y sobregiros argumentales (la sorpresa es buena cuando es poca o medida, porque luego se condiciona al espectador a "esperar" nuevos giros, lo que sin querer termina volviendo previsibles las acciones). Pero es lo de menos. Se trata de un film interesante y entretenido. Bien dirigido, bien montado, repleto de personajes atrayentes y sofisticados (Fanny Ardant está exquisita, Dominique Pinon luce y Audrey Dana encanta), con diálogos ricos y no pocas veces hilarantes (mucho humor negro). Enteramente disfrutable.

Esta historia puede parecer absurda para todo aquel que no haya tenido que sortear los servicios de un plomero o, peor aún, tener que debatir o defender ante su mujer la impericia, osadía o improvisación de estos profesionales. La mía le tiene una especial animadversión a Tato, mi plomero de confianza, y siempre me pide que llamemos a otro; le revienta que lo solicitemos por una cosa, el goteo de un grifo por ejemplo, y el sujeto acabe desmontando el lavabo, las llaves o haciendo un recambio de todo el aparataje del inodoro. El plomero siempre se excusa diciendo que las tuberías son viejas, que la presión es muy fuerte o que los repuestos no son como las de antes. Yo trato de entenderlo un poco, pero no puedo decir lo mismo de mi compañera de vida.
De una premisa tan trivial como esta parte The Plumber, un film sin merodeos, que de entrada se adhiere a los códigos del suspense (música de ritmo monótono, primeros planos insinuantes, un personaje de corte siniestro: guantes de cuero negro, chaqueta, pantalones raídos) y, que asumiendo una óptica adecuada y necesariamente femenina, transmite el agobio, indefensión y asombro que la irrupción de un inesperado e indeseado extraño produce en el hogar. Además en un hogar pequeño burgués. Y aquí quizás esté la clave de la película. El sujeto es un atorrante, arribista, tosco y, por si fuera poco, pésimo como fontanero (en un par de días destroza el minúsculo baño). Si su interlocutora fuese un ama de casa de una zona popular no habría historia: el tipo hubiese sido insultado y golpeado el primer día y ya, a otro lado con sus herramientas y su cháchara. Pero la protagonista es una académica en plan hogareño, tratando de adaptarse al papel de esposa casera mientras da término a su tesis.
El gran mérito de Weir radica en lograr una pieza de humor negro, donde para el espectador común todo parece rozar el absurdo, sin embargo hay una historia interna acerca de los miedos femeninos al abuso masculino y, dentro de este, el desconocimiento de los códigos de expresión y de comunicación entre gente de clases distintas, un enfrentamiento que termina por sacar a relucir lo peor de una protagonista que transcurre toda la historia como víctima y termina convertida en insensible victimaria. El resumen podría ser: "el sueño de la razón produce monstruos" o "no somos todo lo buenos que podemos ser mientras seamos capaces de temer a tanto".
Película breve, de discurso efectivo y fluido, donde se aprecian bien las preocupaciones narrativas y estilísticas de Weir, atraído por el substantivo de las acciones, por los personajes comunes pero de potencia vital y por los escenarios cotidianos donde asistimos, con frecuencia, a lo excepcional.

A pesar de que no rehuye de ciertos tópicos y tipologías del cine animado (El parlanchín atosigando al ostracista y receloso, el enfrentamiento juventud - vejez, el sueño del espectro natural versus el estancamiento urbano) el origen puramente emocional de Up permite que el delirante viaje que se fragua nunca decaiga (y nunca deje de asombrar), sino que por el contrario incremente su interés en la misma medida que las acciones se tornan más frenéticas. Porque, al final de cuentas, el film no trata de una insólita travesía en globo hacia un mundo remoto, sino de una suerte de purificación del ánimo ennegrecido por no (creer) haber cumplido las metas propuestas en la juventud. Aborda el reencuentro con la fibra más esencial del humano, la apertura a nuevos afectos (sin que esto signifique la renuncia a los vínculos del pasado).
En Up tenemos una hermosa muestra de emotividad y acción, de colorido y vértigo, pero también de intimidad y pasión, de nostalgia y esperanza, de alegrías.