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Críticas de Benévolo Cine
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Críticas 9
Críticas ordenadas por utilidad
7
11 de junio de 2016
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
No siempre una película basada en hechos reales me motiva a investigar sobre la verdadera historia detrás, sin embargo, la necesidad de saber un poco más de Michael Edwards fue inevitable en esta ocasión. La cinta me conmovió, a la vez que me adentró en el mundo del salto de esquí, ya que confieso que sólo tenía una vaga idea acerca de aquel deporte.

La trama se centra en el joven Michael Edwards y en su constante lucha por entrar a los Juegos Olímpicos, a pesar de todas las adversidades que surgen en el camino.

Lo primero que cabe destacar es la caracterización de Taron Egerton (Kingsman, 2015), quien recubre a su personaje de inocencia y carisma. Su interpretación nos brinda a un sujeto bastante torpe, pero poseedor de una enorme perseverancia con la que se gana el cariño del espectador. La película gira en torno a él y Egerton la sostiene sin dificultades. Por otro lado, todo el elenco responde de buena manera. Hugh Jackman está sólido como el entrenador Bronson Peary, al igual que Jo Hartley y Keith Allen en sus roles de padres. Incluso Christopher Walken tiene un papel menor, que no deja de ser un aporte en los escasos momentos que aparece en pantalla. Hay un claro compromiso de los involucrados con la historia en cuestión y aquello se evidencia en la totalidad de la cinta.

El guión presenta innumerables clichés vistos con anterioridad en otras películas de superación deportiva. Quizás aquello resulte un punto negativo para mucha gente, no obstante, para mí no representó un mayor problema. La originalidad se sacrifica, es cierto, pero el conjunto no deja de funcionar. En parte, porque los personajes en cuestión son interesantes y poseen un desarrollo adecuado. Además, las emociones están presentes durante todo el metraje. Desde el intenso deseo del protagonista por cumplir sus sueños, hasta el vértigo que desprenden las escenas de salto. La historia nos invita a empatizar con ella, y a pesar de poder anticipar parte de su devenir, me parece que lo logra.

Técnicamente la cinta no se queda atrás. Somos contagiados con el frío de los paisajes por medio de la fotografía. La ambientación consigue transportarnos a la década de los ochenta y la banda sonora acompaña de manera correcta lo acaecido en las distintas escenas. En especial, quisiera destacar la excelente recreación de los Juegos Olímpicos, lugar donde se desarrolla el clímax de la historia. Aquí, el trabajo de dirección de Dexter Fletcher denota una preocupación por todos los detalles que construyen el ambiente. El drama predomina, pero la comedia encuentra su espacio en varios momentos, convirtiendo a la película en una experiencia amena. Simple, sí, pero honesta.

Al final queda la sensación de haber visto un buen biopic; sensación similar que me dejó la "reciente" The Walk (2015) de Robert Zemeckis. ¿Por qué la menciono? Porque probablemente Eddie the Eagle tenga una repercusión discreta, al igual que la cinta de Zemeckis. Con esto no pretendo elevarla a una gran altura ni mucho menos, pero tampoco me interesa ocultar la gran sonrisa que adornó mi rostro al finalizar. Si me preguntan: ¿Vale la pena verla? Yo responderé: Absolutamente.

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Benévolo Cine
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4
18 de mayo de 2016
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya sea por ensalzar la resilencia del ser humano o por llenarse de opitmismo luego de ver a gente triunfando frente a las adversidades, las películas con historias de sobrevivencia parecen estar más vigentes que nunca, y en Estados Unidos aquello lo saben. Sólo el año pasado se estrenaron títulos como Everest, In the Heart of the Sea, The Martian, The Revenant o San Andreas (está bien, omitamos la existencia de la última), entre otras. Este año no parece ser la excepción, así que bajo la producción de Disney, llega una nueva cinta que pretende hacernos empatizar con otro grupo de personas en peligro.

¿La trama? La historia, basada en una novela homónima escrita por Casey Sherman y Michael J. Tougias, que a la vez se nutre de eventos reales, se centra en el rescate de la tripulación de un petrolero en la costa de Cabo Cod, en el mes de febrero de 1952.

A partir de la premisa, el guión se desarrolla mediante dos relatos en paralelo. Por un lado tenemos la desoladora situación de la tripulación naufragada, y por el otro, se nos presenta a Bernard Webber (Chris Pine), quien es el encargado de llevar a cabo la misión de rescate. Además, parte del tiempo se utiliza en contarnos el romance de Webber con su prometida Miriam (Holliday Grainger), que si bien es manejado con ternura, cae en una categoría anecdótica sin mayor trascendencia. Ahora bien, ¿qué podemos decir al respecto? La lentitud narrativa se hace evidente en el transcurso de la película, dotándola de una exacerbada calma que no calza con la situación al límite que se quiere plantear. Es más, aquel ritmo termina contagiando a todos los personajes, haciéndolos inexpresivos, incluso, a sabiendas que están próximos a morir. Creo que tal elemento es el principal punto negativo de la cinta, ya que la convierte en una sucesión de escenas planas de principio a fin. Al menos para mí, el peligro y la emoción fueron sensaciones inexistentes durante todo el visionado, a pesar del aire dramático que quiso aportar banda sonora. Y es que el compromiso por contar una cruda desventura en el mar parece haber sido relativizado a un simple contratiempo. Si ni siquiera los involucrados están verdaderamente atemorizados, ¿por qué habríamos de estarlo nosotros?

Las actuaciones están correctas, propio de un gran elenco, pero ahí se quedan, sin que ninguna logre imponerse sobre otra o destacar sin más. El inconveniente es que al momento de terminar la película, es demasiado fácil olvidar a los personajes en cuestión, debido a que son tremendamente superficiales. Bernard Webber es el héroe de la historia, sin embargo, su caracterización carece de personalidad. Es un poco introvertido y bonachón, listo, no hay nada más que agregarle. Ninguna circunstancia lo altera, nada cambia su estado de ánimo. Es por eso que cuesta creer su "determinación", la que aparece de un momento a otro. Ojo, no evoco al arquetipo romántico del héroe, sino a la necesidad de otorgarle tridimensionalidad al individuo. Uno de los atractivos de estas historias son las grandes hazañas llevadas a cabo por personas comunes y corrientes, que son tan humanas como cualquiera de nosotros. En ese sentido, la película pierde fuerza al entregar un personaje principal pobremente desarrollado.

Lo destacable, en cambio, guarda relación con la gran producción que se ve desplegada en pantalla, al igual que el óptimo manejo de los efectos especiales. La tormenta es inmensa y dinámica, pero termina siendo desaprovechada por la indiferencia de los presentes en el lugar. Tal vez, el momento preciso del rescate sea lo mejor que veremos. Es una secuencia de acción bien lograda. El punto es que hay que esperar más de una hora para llegar a ese instante, perdiéndose el argumento en varios detalles innecesarios y con poca gracia.

Haciendo una lectura general, me queda la impresión de haber visto una película que comienza y termina sin pena ni gloria. Lamentablemente, no alcanza a emocionar, tampoco nos invita a sentirnos parte de la desgracia ni mucho menos a identificarnos con los involucrados. Técnicamente, la cinta es impecable. Tanto la ambientación como la fotografía son excelentes, sin embargo, aquellos aspectos no son suficientes para sostener el producto final. Lo más seguro es que nunca más vuelva a verla, ni siquiera cuando la pasen por televisión.

Para destacar: El rescate de los naufragados en medio de la tormenta.
Para olvidar: Todos los personajes. Lo que es una pena, ya que la historia verídica es bastante interesante.

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Benévolo Cine
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2
16 de mayo de 2016
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al terminar esta película quedé con la amarga sensación de haber perdido mi tiempo, por lo que en un esfuerzo por rebelarme contra aquello, he decidido escribir un comentario. Desde ya manifiesto que no me gustó en lo más mínimo. Creo que los problemas de la cinta son evidentes en su visionado, ya que pareciera haber sido rodada con el guión a medio acabar, sin repensar las ideas que se querían desarrollar y mucho menos la profundidad de los personajes. Y no, no esperaba una obra maestra, pero aquellos componentes son mínimos para que una historia tenga consistencia, sentido y coherencia interna. En fin, una nueva mancha para el cine de terror.

Para quienes no lo sepan, el bosque de Aokigahara es un místico lugar ubicado en las cercanías del Monte Fuji, en Japón, que debido a su histórico historial de muertes (muchos suicidios desde mediados del siglo XX), ha sido asociado, desde antaño, con una serie de mitos, leyendas y creencias sobrenaturales de la cultura nipona. Pese a ello o gracias a ello, la zona goza de una alta concurrencia turística. Ahora bien, olviden todo lo interesante que puede resultar este sitio para una película de terror, ya que su participación en la cinta que nos convoca es meramente anecdótico, curioso. Probablemente, si se hubiera cambiado la locación principal su impacto habría sido mínimo en el argumento.

Algo que me llamó poderosamente la atención es que en el guión trabajaron cuatro personas (Nick Antosca, Sarah Cornwell, David S. Goyer y Ben Ketai). ¿En serio? ¿Cuatro personas para escribir una floja historia sobre gemelas que enfrentan un "peligro sobrenatural"? Fatal. El problema es que el relato es tan inconsistente, que el reciente dato mencionado no es creíble. Los personajes son demasiado planos, en especial los secundarios, que no aportan nada en la película, sino confusión acerca de varias situaciones que plantean problemas sin resolverse. Quien no me crea puede intentar relacionar a Aiden (Taylor Kinney), en el modo en que lo hace la cinta, con la hermana desaparecida. Incluso, el propio pasado y trauma de la protagonista y su hermana es descuidado en unos insuficientes flashbacks. Simplemente no hay explicaciones que contextualicen las decisiones que vemos en pantalla, entonces ¿cómo se puede empatizar?

Lamentablemente, ni siquiera Natalie Dormer se salva, quien adopta una expresión de indiferencia durante todo el metraje. Tal pareciera que su interés en la película era el mínimo. En mi memoria quedó aquella escena donde mira su mano llena de gusanos como si fuera algo cotidiano y sin importacia. Tal vez la culpa haya sido de su personaje, no obstante, aquello me distrajo de la trama en muchas ocasiones.

Otro inconveniente fueron las innecesarias escenas que buscaban, desesperadamente, asustar al espectador. Me refiero a los sueños, a la fantasma-escolar en la cueva y a todos esos gratuitos sustos de brinco. Para pesar de la película, ninguno de estos momentos tenía sentido, coherencia o relación con la historia en cuestión, sino que eran forzados para justificar la clasificación en el género de terror.

Mención aparte para el final, toda una oda de la incomprensión. Y no es que no lo haya entendido, pero es tan inverosímil como absurdo. Tal vez lo único que pude rescatar fue el comienzo, que parecía prometer algo decente, pero que se convirtió en una ilusión rota en menos de veinte minutos. Para finalizar, debo decir que disfruto mucho de las malas películas, tengo una curiosa debilidad por el cine cutre, pero ésta en particular carece tanto de carisma, que se me hizo imposible simpatizar con ella. Lo siento.

Para destacar: mmm...
Para olvidar: ¿No es evidente?

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8
20 de mayo de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como sugiere el título de esta humilde opinión, el visionado de esta película fue una grata sorpresa. Seré más enfático y redundante: ¡Una grata sorpresa! Y a pesar de ser una cinta infantil, creo que como niño la habría disfrutado mucho menos que como adulto, razón que fue despertando y manteniendo mi atención de principio a fin. Con bastante confianza, se puede afirmar que Disney ha hecho un trabajo interesante aquí, desbordando carisma en todos sus elementos, desde la inmensa ciudad, hasta los entrañables personajes.

La historia se centra en Judy Hopps, quien es una perseverante conejita en busca de convertirse en oficial de policía. Una vez logrado su objetivo, deberá investigar un misterioso caso que involucra la desaparación de varios animales.

Lo primero que me gutaría destacar es el concepto detrás. Diversos animales coperando en conjunto no es un elemento nuevo en el cine de animación, no obstante, la película lo maneja a partir de una perspectiva contingente. Una evidente emulación de la actualidad se refleja en la propia organización de la ciudad, la ideología o la tecnología imperante. Por lo que podemos inferir un trabajo meticuloso, plagado de detalles y manejado con gran talento, que desde sus sólidas bases, logra construir un relato con intriga y suspenso, materializado en una investigación que nos va revelando más sobre el funcionamiento de aquel mundo. Aquello pone de manifiesto la construcción de un guión que no sólo se dedica a contar una historia, sino que también se preocupa por envolver a esa historia con un entorno coherente. ¿Y la animación? Impecable, sencillamente maravillosa. Cada expresión y movimiento son un deleite en pantalla, al igual que el manejo de las proporciones entre los mismos animales y sus ambientes habitables.

El humor no podía estar ausente y aquí lo tenemos dosificado de manera inteligente, ya que se evita la melancolía, pero también la posibilidad de empalagar al espectador. Los chistes son efectivos en demasía, asimismo, los momentos emotivos o reflexivos. Hay pausas para desarrollar a los personajes, sobretodo a los protagonistas, y ninguna de ellas se siente fuera de lugar ni tampoco forzada. El ritmo es dinámico, satisfaciendo tanto al público infantil como al más adulto. Además, las referencias a la cultura popular abundan en todas las direcciones, por lo que requiere de nuestra atención para ir siguiendo su desarrollo.

En cuanto a los personajes, no podemos negar que son estereotipos, sin embargo, son clichés que funcionan debido a que tienen conciencia sobre ello. En especial Nick Wilde (Jason Bateman en la voz), quien es un zorro desmotivado, astuto y tramposo. Para mí, lo mejor de la película. Ahora bien, las mismas situaciones que los envuelven van dotándolos de sentido, entonces, aquellas características vistas muchas veces en el pasado se difuminan en el contexto. Lo que considero un punto a favor de la cinta, ya que logra presentar con frescura lo que podría haber sido una clara piedra de tropiezo.

En definitiva, Zootopia reune méritos suficientes para estar entre las mejores películas animadas del año. Tiene una personalidad que la hace única y destacable. Además, trata temas relevantes para la sociedad, que pueden extrapolarse a las distintas relaciones entre los grupos que la componen. Es cierto, es políticamente correcta y no lo esconde, pero aquello no representó ningún problema para mí. Confieso abiertamente que la disfruté a más no poder, así que sólo me queda recomendarla.

Para destacar: La hilarante escena de Flash.
Para olvidar: Esta vez pasaré, ya que el conjunto es muy bueno.

benevolocine.blogspot.cl
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6
17 de mayo de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Debo decir que esta cinta me recordó un tanto a The Mist (2007), al menos en una porción de la idea desarrollada, ya que en las dos existía un inminente peligro en el exterior que influía en las relaciones de las personas encerradas, aunque en la película que nos convoca aquel peligro era mucho menos explícito. Ahora bien, acercarse a 10 Cloverfield Lane resulta complicado, y es que al ser vendida como una secuela de Cloverfield (2008) o como "pariente" de ella, nos obliga a intentar relacionarla de alguna forma. Al menos para mí, aquella tarea fue infructífera y la abandoné a medida que me adentraba en la historia. Probablemente esa actitud me ayudó a valorar esta película por sí misma, pero también me dejó la impresión de que todo se sustentó en una táctica de marketing. Como sea, tras haber disfrutado Cloverfield, a pesar de no ser un adepto del metraje encontrado o falso documental, me animé a ver ésta.

Prácticamente toda la película se sitúa en el refugio, donde sólo tres actores van construyendo un ambiente de tensión en el transcurso de la convivencia. Aquí quien se lleva los aplausos es John Goodman, un actorazo que nutre a su personaje de una histeria que contagia al resto, incluyendo al espectador. Asimismo, sus actitudes caen en una constante ambiguedad. De momento no se sabe si sus intenciones son buenas o son malas, lo que de seguro ayuda a la historia y a la desconfianza colectiva que se quiere generar. Los otros dos personajes no están nada mal y las actuaciones son más que aceptables, aunque quedan un tanto opacadas al lado de Goodman, en especial el rol interpretado por John Gallagher Jr.

A medida que la trama avanza nos olvidamos acerca de lo que ocurre en el exterior, para centrarnos en la interacción que se da en el búnker, la que funciona de buena manera y logra mantener el ritmo de la película. No obstante, en el camino van surgiendo más preguntas que respuestas. En parte, tal elemento logra incorporarnos en un estado de confusión necesario para empatizar con la protagonista, y por contraparte, no satisface todos los puntos de la historia que necesitamos conectar. Sin revelar aspectos centrales de la trama, se pueden mencionar situaciones que caen en el olvido o no tienen un mayor acabado en el guión, como la historia de la "hija" del dueño del refugio. De todas maneras, el pasar por alto aquello no representa un verdadero problema a la hora de seguir el argumento.

Un aspecto a destacar es la dirección de Dan Trachtenberg, quien sale airoso a la hora de considerar su trabajo como un conjunto. Los momentos de tensión son manejados de una manera creíble y la claustrofobia, propia de la circunstancia, se presenta en todo instante. Las escenas con cámara en mano están justificadas y no se abusa de ellas, por lo que se puede apreciar claramente lo que ocurre en pantalla. Además, consigue aprovechar el espacio de un modo óptimo, teniendo en cuenta que todo el lugar representa un ambiente monótono.

Tal vez el mayor despropósito recaiga sobre los minutos finales de la película. Una revelación importante se lleva a cabo en aquel momento, pero, lamentablemente, se resuelve de una forma poco convincente. Sin embargo, el bajón que significó para mí ese minuto en relación a lo visto con anterioridad, no fue factor suficiente para echar por tierra lo que se había logrado hasta allí, que si bien no era genial, estaba bien trabajado y ejecutado. Por lo que no me queda más que invitar a que le den una oportunidad a la cinta. Creo que vale la pena hacerlo. Y como humilde consejo, olvídense de la Cloverfield del 2008 mientras la vean.

Para destacar: John Goodman y su paranoia.
Para olvidar: El confuso desenlace.

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