Hablar de Pratos Combinados es hacerlo de la primera serie producida de la historia de la televisión gallega y eso es mucho decir tratándose de esta parte del país donde hasta hace apenas veinte años atrás el panorama del audiovisual era escaso y bastante precario.

En sus primeros capítulos allá por el año 95 no le dí mucha importancia aún leyendo que tenía un gran tirón de audiencia. Pero cuando me empecé a enganchar no pude parar de reírme con las tonterias de Miro, las astracanadas de su liante cuñado Antón y demás personajes del Bar Suizo: Balbina, Paspallás, la abuela Carme, ...
La cosa no destacaba especialmente por su versatilidad de situaciónes y desarrollo ya que la acción se limitaba a el bar, pero los diálogos y las tramas, de lo mas simples, me hacían muchisima gracia. Las tres primeras temporadas, lo mejor sin duda.

La serie tenía que renovarse o morir. Nuevos personajes, localizaciones en exteriores. Pero el mal ya estaba hecho. La falta de ingenio, la sosería y las historias repetitivas iban parejas a la falta de pelo de Miro y su blanquamiento capilar. Éste y su susodicho cuñado fueron los únicos que resistieron hasta el final de la serie por agotamiento.

Un correcto thriller, sin más, llevado más o menos con interés hasta su desenlace sin que llegue a aburrir demasiado y mostrando todas las cartas prematuranente sobre la mesa depués de un desarrollo un tanto irregular.

Gibson saca de todo su oficio para dar vida a su enèsimo personaje abocado a la venganza, como un atribulado policía y padre necesitado de recuperar terreno con su hija tras el evidente distanciamiento que lo separa de ella. Una hija que tras su breve aparición deja tras de si más secretos que la "perestroika" soviética.

El filme, tras dirimir convertirse en un policíaco con el corporativismo policial como matute del asunto, se tira finalmente por el sobado escenario del crimen y la corrupción empresarial con angostos nexos con las altas esferas y hasta incluso reminiscencias pseudobélicas, pero todo eso utilizado aquí sólo como simple esbozo, poca trabajada excusa argumental de fondo que da pie a una sucesión de personajes tan necesarios como esquemáticos y a otros que resultan funcionales y que guardan incluso lo mejor de la película (atención a Ray Winstone).

Las escenas de acción están muy bien rodadas e intercaladas de una manera efectista en la narración y sobran algunos momentos ridículos como los del secuestro del protagonista en los bajos de la empresa corrupta de marras.

Mi admirado y querido José Luís Garci, mejor cinéfilo que cineasta la verdad, consiguió el primer oscar de la historia para el cine español con este melodrama de gran carga melancólica en la piel del eminente escritor Manuel Albajara.

Garci usa y abusa hasta el hartazgo de la inestimable compañía de Pachelbel y su Canon en D y de Cole Porter para acompañar a las bonitas tomavistas de Asturias mientras el espectador se deja embargar irremediablemnte por la añoranza del no sé que, ni se cómo, gracias al reincidente masoquismo del director.

Quizás el guión no da tampoco para mucho más, excepto como vehículo para los siempre magníficos momentos intimistas que nos reserva la acertada prosa de Garci y que rayan a gran altura, entre otros, en uno de los más sublimes momentos del film gracias a la soberbia y contenida interpretación de un José Bódalo que sienta cátedra una vez más.
A pesar de un desenlace que se presta a forzar aún más la situación, la cosa nos deja con buen sabor de boca.

Pues esto echaba en la tele al filo de la medianoche allá por los añorados años ochenta y nadie se quejaba al espectador del menor o a las naciones unidas o al sun sun corda o a donde coño se quejara la gente entonces (que no habría tales organismos, claro), por emitir semejantes atrocidades en la tele pública que alteraban y atormentaban la tranquila juventud de los niños españoles.

De casualidad y sin quererlo me topé en "El corte inglés" con esta película y no pude dejar escapar la oportunidad de poder meterme un chute de nostalgia en vena a ver si recuperaba esas viejas sensaciones que me habían acojonado tanto de pequeño. Pero..
Si acaso la constatación de que los tiempos han cambiado mucho desde entonces y nosotros también con ellos, y que casi cualquier mierda que echan hoy en la tele te deja a veces más patedefuá que esto sin quererlo.

Pero que Creepshow 2 sigue siendo lo que era eso no hay quien lo cambie. Por mucho recambio de chapa y pintura que le hagan ahora a muchas historias de supuesto terror, uno sigue preferiendo a veces lo no tan malo conocido que lo bueno por conocer.

En definitiva terror de una época, bastante descafeinado visto veinte años más tarde.
!¡Pero cómo hemos cambiado!!

Del otrora aventajado alumno de Spielberg, el sr. Zemeckis, que nos trae aquí un más que resultón suspense de tintes psicológicos.

El director, que del arte de narrar historias con interés sabe bastante, nos va adentrando poquito a poco con una acertada y cuidada atmósfera en una historia de intriga que bebe con brillantez de los manantiales del género mediante el uso, que no abuso, de los típicos golpes de efecto de estos casos pero sin resultar enredantes ni confusos.
Siguiéndola con interés y con una buena puesta en escena, llegamos al último tercio del film con los deberes bien hechos y esperando que el final no decepcione a un transcurrir impecable. No es así. Cuando llega ese momento en que las películas marcan la diferencia o no, al bueno de Zemeckis le da por precipitarse y desdeñar el camino del medio, que suele ser el más facil, optando por un desenlace que resulta superfluo, y que tira casi por la borda todo lo bueno que se nos había mostrado hasta entonces.

Sin dejar de ser un nada desdeñable thriller de suspense y con momentos de gran altura como todos los del cuarto de baño.., la cosa se queda a un trís de dejar huella.