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Críticas de baco vinacho
Críticas 1
Críticas ordenadas por utilidad
9
2 de agosto de 2012
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Léolo no es una película, es un lugar en el que refugiarse y recrearse. Hay muchas lecturas posibles de la película, a mi me gustaría plantear dos.

La primera y más optimista es que Léolo utiliza los sueños como una válvula de escape que le permite no desbordarse por la tensión y sordidez que hay a su alrededor y caer en la esquizofrenia a la que está predispuesto geneticamente, viaja en el ingrávido tren de los sueños que no se posa jamás sobre la locura.
Pero su capacidad de soñar se va mermando cediendo paso a una realidad que avanza a la misma velocidad que su delirio y que lo irá sometiendo a situaciones traumáticas como el intento de su abuelo de ahogarlo, aunque sienta la muerte como un tesoro como una vuelta a la tranquilidad del útero y otros momentos como la caída idílica de su hermano cuando es de nuevo maltratado por el matón, el miedo sigue dentro de nosotros, en lo más profundo como si solo cambiase de forma pero siguiese latiendo en el fondo del inconsciente.
Su sueño como la camisa blanca del mismo le queda demasiado grande para una realidad tan desconsoladora y pesada, pierde a su amor Bianca, que era el hilo de Ariadna que le ayudaba a no perderse en el laberinto de la locura cambiándolo por el sexo sin amor que practica junto con su amigo a una chica en un edificio que se derrumba como su mente, ya no sueña, ya no ama, el amor piedra angular de su resistencia, es resquebrajado por la sórdida realidad de una chica que le muerde las uñas a su abuelo y que en nada se parece a su Bianca, su Italia, su patria de cordura.
Deja de soñar,, de mentirse a sí mismo y cae en un estado catatónico del que no responde ante las insistencias de su madre que acaba por llamarlo Léolo, algo que nunca hace en toda la película en un intento desesperado de que siga soñando. La voz en off proclama:

“Porque sueño, yo no lo estoy, porque sueño, sueño, porque me abandono por las noches a mis sueños, antes de que me deje el día. Porque no amo, porque me asusta amar, ya no sueño, ya no sueño. Ya no sueño, ya no sueño, ya no sueño, ya no sueño. A ti, la Dama, la audaz melancolía que con grito solitario hiendes mis carnes ofreciéndolas al tedio, tú que atormentas mis noches cuando no sé qué camino de mi vida tomar, te he pagado cien veces mi deuda. De las brasas del ensueño sólo me quedan las cenizas de una sombra de la mentira que tu misma me habías obligado a oir. Y la blanca plenitud no era como el viejo interludio, y sí una morena de finos tobillos que me clavó la pena de un pecho punzante en el que creí, y que no me dejó más que el remordimiento de haber visto nacer la luz sobre mi soledad.”


La segunda interpretación parte de un Léolo que delira desde el principio , un Léolo que es el mismo domador de versos , algo que podemos ver en símbolos como cuando aparecen los dos juntos frente a una hoguera dentro de la vagina de su madre en referencia al parto, por lo tanto Léolo nace con la esquizofrenia, otra referencia podemos verla cuando su hermano le increpa por recoger basura cuando solo deben recoger papel, ya que el domador de versos recoge la basura igual, pero crea confusión sobre esta hipótesis la escena en la que el domador de versos aparece con el profesor increpándole que no haga caso del talento de Léolo y que al final de la película coloque su historia junto a otras sin otorgarle un lugar privilegiado como si fuese la suya propia.
Los sueños serían alucinaciones y no la imaginación desbordante característica de los niños y el intento de matar a su abuelo un delirio y no un acto fruto del odio y la moral laxa y confusa de un niño.
Asistimos también al despertar de su sexualidad que también es sórdido como todo en su vida, el director parece querer hacernos ver la extrañeza, fealdad y sordidez de la mente del esquizofrénico.
Los demás miembros de su familia son su abuelo que parece sentir odio hacia los niños y estar amargado, su padre y su hermano que parecen sufrir algún tipo de retraso mental, y sus hermanas Nanette que aparece al lado de un teléfono negro como si solo esperase la muerte y Rita que vive en el desquiciante murmullo de los insectos, ambas posiblemente esquizofrénicas.

Su madre es la única que parece estar cuerda y la que soporta el peso de la familia, Léolo atribuye la culpa de la desgracia familiar a su abuelo, portador de la “célula sobrante” e intenta matarlo, aparece con una camiseta negra a diferencia de cuando predomina en el un pensamiento vitalista que aparece con una camiseta naranja.
Existen elementos superyoicos como cuando el crucifijo cae cuando miente.
Cuando Léolo comprende su delirio en un momento de lucidez cuando su madre mata sus bichos, como si ella fuese la que le hiciese comprender sus absurdas alucinaciones y delirios él encuentra la pieza del disco que cierra el círculo comprende y completa su delirio resignándose a él y dejando de luchar cayendo en un estado catatónico posterior a su esquizofrenia paranoide.

Por casualidades de la vida cayó en mis manos en la biblioteca un libro de Lord Byron titulado “Las lamentaciones de Tasso” con el que me gustaría rubricar la primera interpretación y en el que el protagonista proclama lo siguiente:

“Somos una muchedumbre en nuestra soledad y cada uno de nosotros está aislado por una pared cuyo eco repite las palabras de la locura, todos pueden oírse nadie puede comprender los lamentos de su vecino excepto uno , el más miserable de todos que no estaba hecho para verse confundido con ellos, no encadenado entre enfermos y locos”

Sergio Sanz Navarro
baco vinacho
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