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Estados Unidos Estados Unidos · Raccoon City
Críticas de Maldito Bastardo
Críticas 2.181
Críticas ordenadas por utilidad
5
16 de marzo de 2007
153 de 184 usuarios han encontrado esta crítica útil
× Versiones del Cuento de Caperucita Roja ×

» Versión original:

El cuento de todos conocido ya sea en su fábula original, las revisiones de Charles Perrault o de los hermanos Grimm.

» Versión Hoodwinked:

Pretende ir de original y divertida pero se queda en tierra de nadie: entre “Shrek” y la agradecida originalidad de Nick Park sin despuntar totalmente en ninguno de los dos terrenos. O lo que es lo mismo: la diferencia entre un largo a años luz de presupuesto de uno de la Pixar que daba para más a un cortometraje de animación que podría optar a un Oscar.

Rodada con pequeñas dosis de humor y muchos guiños que al final resultan infantiles.

» Versión John Waters:

Caperucita es un travesti obeso que practica la coprofagía. Vive en una caravana con su madre que ejerce la prostitución y vende videos porno y sado con animales. La abuela es adicta al crack y devora huevos. El lobo es un exhibicionista caníbal que ataca a menores. El leñador es un voyeur que espía y se masturba con ancianas.

Rodada sin presupuesto y por amigos en los alrededores de Baltimore.

» Versión Spielberg:

Caperucita y su madre son judías y se encuentran encerradas en un campo de exterminio. La abuela va a ser conducida a las ‘duchas’ para no volver jamás. Caperucita debe salvarla fingiendo que va a entregarle una cesta con pasteles integrales cero calorías. Le ayudará un supuesto colaborador nazi que fue leñador en su infancia (Oskar Schindler) frente al temible oficial apodado el Lobo, Amon Goeth. Todas las secuencias son lacrimógenas y filmadas con gran pericia.

Rodada en blanco y negro. Duración 190 minutos. 7 Oscar.

» Versión Disney:

Caperucita canta una canción junto a su madre y los animales del bosque. Caperucita canta una nueva canción en el bosque. El lobo canta una canción a Caperucita. El lobo canta una canción cuando está solo. Caperucita canta una canción cuando descubre que su abuela ha sido devorada por el lobo. La abuela canta otra canción en el estómago del lobo. El lobo canta una canción junto a los animales. El leñador canta una canción con los árboles del bosque. Al final: todos vivos y felices cantan la última canción.

Rodada con tanto buen rollito que produce nauseas.

» Versión David Lynch:

Caperucita se adentra en un bosque oscuro, muy oscuro. El lobo es su némesis (en realidad es ella misma). Caperucita sueña que llega antes que el lobo a la casa de su abuela y la salva de ser devorada. Pero despierta: está en el interior del estómago del lobo junto a su abuela. Se besan… en la boca. Un teatro. No hay banda. Silencio.

Rodada en video digital y con división de opiniones.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Maldito Bastardo
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6
5 de enero de 2007
193 de 267 usuarios han encontrado esta crítica útil
La “pobre” y delfina austriaca con sólo catorce años es sacada de su reino para cruzar la frontera con Francia y no volver jamás. Esa joven virginal (vestida impecablemente de blanco), que es recibida por los franceses (con atuendos de tonos oscuros), es desnudada al completo. Los franceses no quieren ni sus limpias bragas trabajadas a mano en Viena. Tan sólo la quieren a ella. Y lo peor de todo: tendrá que abandonar lo que más quiere en este mundo, su perrito Mobs.

Con un inicio tan fashion, snob y arrebatado como el del biopic de María Antonieta (pronúnciese en ‘ferpecto’ francés Marie-Antoinette) y sus anacronismos musicales ya anunciados desde sus títulos de crédito, uno tiene dos opciones (o tres para los sadomasoquistas): huir antes de que cierren las tiendas o quedarse a disfrutar del espectáculo.

Aunque uno de los puntos criticables es la banda sonora (con exquisito gusto por cierto) encaja perfectamente en el anacronismo que nos brinda Sofia Coppola.
Si Rian Johnson llevó el cine negro a la high school (“Brick”), la hija del director de “El padrino” va a trasladar el universo hedonista teen al mundo de la nobleza versallesca.

Marie-Antoinette no es más que la chica nueva del instituto que viene con recomendación. Y de la buena, vamos, que tiene comprado ya el premio de la reina del baile de manera vitalicia. No faltará su club de fans en forma de “animadoras” que ayudarán en todo lo posible, la mala malísima con la que no congeniará (Madame du Barry) y que encima tiene un affaire con el director (Luis XV). Y por supuesto tiene que existir ese oscuro objeto impuesto del deseo (Luis XVI), que estará más ocupado haciendo llaves que de darle “mimos” a su nueva novia consorte.

Con este plantel y la pasarela interminable de modelos, zapatos y pasteles sólo se puede sentir admiración o detestar todo que nos muestra la Coppola.
Yo me quedo a medias: algunas veces sus imágenes y puesta en escena respaldada con esa amalgama sonora me resultan hipnóticas y fascinantes y otras creo estar presenciando un anuncio fashion de champán rodado en Versalles con ropa de época.

Aunque algo tendrá esta mujer cuando causa tanta expectación y odio a partes iguales. Cuando los aplausos se funden con los pitidos. Cannes puede dar fe.
De lo que puede dar fe un servidor es que la recta final es simplemente asombrosa. Pocas veces en el cine moderno se han contado tantas cosas con tres secuencias, dos elipsis y un cambio de cuadro. Es donde todo el “anuncio” sobre la decadencia hedonista de un reino pagada con dinero público cobra sentido y la propuesta visual/sonora no resulta en absoluto vacua y olvidable.
Otros directores dirigirían su mirada a la guillotina, Sofia Coppola es coherente con todo lo que ha contado anteriormente y prefiere otro tipo de “despedida” para la reina del baile o "madame déficit", aunque le faltó decir eso de “¡Qué me quiten lo bailao!”.
Maldito Bastardo
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7
23 de diciembre de 2011
159 de 202 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un personaje como George Smiley, al que Carré confirió el absoluto protagonismo de una serie de novelas, es presentado desde el silencio, la pausa, la imagen y una secuencia nos puede dar señales de su comportamiento: una abeja que se encuentra en el interior de un coche y perturba al resto de pasajeros es ‘invitada’ por un imperturbable Smiley gentilmente a abandonar el vehículo. Esa concisión en dar protagonismo a un personaje que apenas habla y cuya inquebrantable paciencia se convierte en su principal virtud nos podía colocar en la sintonía de ese ‘escorpión’ que protagoniza “Drive”. Pero pese a que tanto Alfredson como Winding Refn parecen querer construir un cine netamente posmoderno sobre cimientos cinematográficos pasados no existen en “El topo” apenas golpes de efecto. Sí aparece una completa percepción del ritmo, montaje, puesta en escena y personajes como una partida de ajedrez directamente con el espectador aunque algunos confundirán lo frío con lo inteligente, real y coherente.

El director de “Déjame entrar” no se ha ceñido a un thriller tradicional de espías con dosis de suspense y romance que hagan erigir la figura del clásico James Bond sino que ha preparado una historia de anti-acción donde la psicología y las palabras aplastan cualquier mínimo y contado disparo que pueda surgir. “El topo” se acerca notablemente al noir elegante con un pletórico, conciso, silencioso e impasible Gary Oldman poniéndose en la piel de un personaje que ya interpretó Alec Guinness. Lo hace con una puesta en escena basada en cristales que nos muestran una verdad visible pero que no podemos palpar. Tal vez esa ubicación sea colocarnos tras las propias lentes de las gafas de Smiley desde donde debe hallar la verdad. El montaje se permite evitar partes informativas y los flashbacks están integrados para perturbar y engañar tal vez al espectador más despistado. Y es que Alfredson ha decidido confiar en la inteligencia de su público para que se introduzca de lleno en una historia de agentes dobles, villanos nacidos del pasado, secretos mortales, intereses y conspiraciones globales en la nueva forma de hacer la guerra que cambió el curso de nuestra historia. Por haber, hay incluso varias historias de amor y todos los elementos propios del género pero tanto su utilización como (des)orden impuesto por el cineasta hace malo aquello de que el orden de los factores no altera el producto.

“El topo” es todo aquello que no pudo ser “El buen pastor” de Robert De Niro. Establece en la memoria y la percepción del recuerdo una manera de supervivencia para su protagonista. Realmente es el cineasta quién habla en esas imágenes: debemos entender el pasado para poder sobrevivir y afrontar el futuro. Si es necesario cambiar de gafas de pasta gruesa, como hace el propio Smiley, posiblemente ayude a ver mejor una realidad oculta que no es visible a los ojos de todos. Pura cuestión de retina cinematográfica.
Maldito Bastardo
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6
12 de octubre de 2006
153 de 190 usuarios han encontrado esta crítica útil
En estos tiempos revueltos y de persecución exacerbada contra los fumadores a uno le viene a la cabeza una secuencia de “Super size me”, donde se recuerda que los próximos serán los obesos. Que a la frase habitual de “me molesta” se añadiría “que comas esa grasa asquerosa, así que ‘apaga’ tu sucia hamburguesa”.

El tema del tabaco sigue siendo muy actual aunque Christopher Buckley escribiese su novela allá por 1994. Creo que ha existido un poco de lío con el tema de los derechos y el habitual mamoneo de productoras. Así que doce años después tenemos la película.

Si Ivan Reitman últimamente no está haciendo los deberes correctamente, su hijo se está tomando muy en serio esto de hacer cine. Cortometrajes premiados y ahora “Gracias por fumar”, con buenas mejores y críticas que todos los últimos esperpentos del padre juntos.

“Gracias por fumar” incluye una colección asombrosa de diálogos ingeniosos y sarcásticos. De mucha y muy mala uva aunque no se posiciona en ningún bando. Simplemente expone. Como el protagonista, un vendedor de humo y demagogia de una verborrea e improvisación imposibles en la vida real.

Emparentada con “El señor de la guerra” aunque más acertada. No hay sensiblería barata para el tema que trata y se le perdona la inverosimilitud de los sucesos por el tono que elige para narrarlos.
Un filme repleto de ironía que habla del tabaco pero donde no se fuma ni un solo cigarrillo, salvo en los fragmentos de películas antiguas que aparecen en la cinta.

Aunque no es redonda, resulta muy entretenida y divertida.

Lo mejor: una colección y recital de enormes frases que no incluyo por una sencilla razón, contaría casi toda la película.
Maldito Bastardo
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8
25 de julio de 2010
130 de 145 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los expertos dicen que al capitalismo le quedan menos de cincuenta años de vida. Cada ciclo, afirman los analistas, no supera los doscientos cincuenta años; y se acerca su fin.
No desaparecerá, como la materia, sino se transformará en ‘algo’ que aún está por determinar.

Con “Pozos de ambición”, ¿qué ha ocurrido? De todo un poco. Nominada pero no oscarizada, con críticas excelentes y otras no tanto. Sobre todo se ataca a lo de siempre: el cine de no-masas es tildado de aburrido aunque contradictoriamente entra en la lista de películas más votadas por los usuarios de imdb; también a ese Daniel Day-Lewis que actúa y sobreactúa según el gusto y criterio y que se lleva otro Oscar por un actuación preparada y memorable.

Anderson en “Pozos de ambición” remite a los orígenes en su arranque; cine puro con la banda sonora magnifica de Jonny Greenwood, componente de Radiohead.
Hay una secuencia magistral: unos raíles de tren en plano general. Obviamente nos remite nuevamente al cine mudo pero observamos que un coche avanza por un camino a su derecha. Anderson utiliza esos raíles para un travelling retro, girando la cámara, siguiendo la acción. Esa marcha no sólo justifica el necesario movimiento descriptivo sino que justifica un movimiento de cámara fundamental en el cine.

¿Y del texto? El capitalismo es falso, grandilocuente, vampírico. Los expertos le dan menos de 50 años de vida pero en sus inicios fue letal: aliado con la religión, legado de sus antecesores, desde el feudalismo a la era industrial se ha ido adaptando. Adaptando y creciendo en número de muertes para construir la ostentación, sus propias pirámides representativas de cada impero hermanadas a las muertes para dar vida al ser, al capitalismo. No huyan de él porque no es lobo, nosotros también formamos parte de la manada.
El capitalismo no entiende de familia: no tiene hijos, no tiene hermanos, no tiene mujer. Lo que tiene “Pozos de ambición” es una puesta en escena ejemplarizante, dotes de gran cine americano, negro como el petróleo… grande y pesado como el acero que soporta toda su historia.

Aquí yacen Welles, Kubrick o Mallick. Emerge la podredumbre del otro lado del éxito, del sueño americano, a una pérdida de la humanidad que alguna vez tuvo. Puede que sea más negra para Anderson que para Welles. No hay ‘Rosebud’ que valga aunque sí hay cierta predisposición del personaje por abarcar su desparecido pasado en ese supuesto hermano que se presenta. Falsos profetas y decepciones como la de la tensión con un hijo adoptado que no obedece a lo que se esperaba de él. Así es y ha sido Anderson.
Porque “Pozos de ambición” se convierte en ese líquido negro que durante siglos carecía de valor y se convirtió en el santo y seña de unos valores que nos preceden y siguen dando bandazos. Es puro petróleo y sangre cinematográfica.

He acabado.
Maldito Bastardo
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