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España España · Barcelona
Críticas de Rómulo
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Críticas 355
Críticas ordenadas por utilidad
8
15 de diciembre de 2016
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
La doncella (The Handmaiden)

Es difícil describir el extraño influjo que ha ejercido sobre mí esta inclasificable, oscura y enigmática realización del director surcoreano Park Chan-wook. Se trata de una película turbia, sombría, pero son dos horas y media de apasionante cine, 140 minutos inolvidables sumergidos en una atmósfera densa y brumosa, como cuando el mal presagio de un ave negra sobrevuela en círculos sobre tu cabeza en una interminable pesadilla. No es un guion al uso o al menos no está construido con base en la estructura más o menos formal a la que nos tienen acostumbrados.
Difuminada entre una incesante y tupida cortina de lluvia, la siniestra y exótica mansión, mezcla arquitectónica del lúgubre gótico inglés y el contrastado estilo de formas rectilíneas, sencillas y apacibles de las viviendas japonesas, será el escenario donde transcurra gran parte de la historia que nos cuenta Chan-woo. En él nos encerrará para intimidarnos e infundirnos dudas y desconcierto.
Si hace tres años ustedes tuvieron la oportunidad de ver aquella transgresora cinta francesa que fue "La vida de Adèle", comprobarán aquí, en una magistral actuación sublimada por estas dos bellísimas actrices, que tanto Kim Tae-Ri en su papel de Sookee, doncella de la misteriosa Hikedo, interpretada por Ki Min-hee, tampoco se andan por las ramas ni pecan de mojigatas a la hora de mostrarse en todo su descarnado esplendor. Ambas protagonizan algunas de las escenas lésbicas más excitantes y cautivadoras -sin atravesar jamás la línea roja que separa el erotismo de la pornografía- que yo recuerde. Sin embargo existe cierta belleza, sensibilidad y delicadeza, casi poética me atrevería a decir, en el tratamiento de tan concupiscente relación originada en el amor y el deseo pero también en la complicidad que implica romper con sus respectivas cadenas en busca de la libertad y así, de paso, consumar fríamente la más dulce y cruel de las venganzas.
Hay dolor, ambición, traición, mezquindad, egoísmo, violencia, sadismo y grandes dosis de perversa e inconcebible maldad en esta demoledora película. El guion ha sido, astuta e inteligentemente, dividido en tres partes. Cada uno de los relatos desmonta el anterior, como en un juego de espejos en el que nada es lo que parece. Y así es como Chan-woo, dueño absoluto de un endiablado dominio narrativo, mueve los hilos a su antojo para hacernos danzar como grotescas marionetas al son de su magnético poder.
Y yo recomendaría, muy encarecidamente, que aquellas almas de santuario permanentemete recogidas en el sagrario de su beatífica existencia se abstuvieran, por muy duro que les resulte, de la tentación de acudir a ver esta cinta no vaya a ser, pues el mundo es un pañuelo, se tropiecen en la sala de proyección con algún feligrés de su propia comunidad, sobre todo si tan desdichada circunstancia se produjera antes de comenzar la función.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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7
1 de octubre de 2016
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tarde para la ira

¿Qué causa el hecho de que un joven actor de reconocido éxito al que no le falta trabajo, vive en la plenitud de su carrera, goza de indiscutible y merecida fama, sostiene sobre sus espaldas, a pesar de su todavía corta edad, una amplia y sólida filmografía, se complique la vida en un momento tan dulce de su trayectoria exponiendo su prestigio para interpretar el movimiento más tortuoso de una producción cinematográfica como es la dirección? Difícil saberlo, pues las decisiones que circulan por cada cabeza y determinan en buena parte la trayectoria de nuestra existencia, responden a un complejísimo mecanismo al que es prácticamente imposible acceder. Sin embargo este es el caso de Raúl Arevalo (36 años) al que hemos visto actuar en películas como "AzulOcuroCasiNegro", "Siete mesas de billar francés", "Los girasoles ciegos" o "La isla mínima" sólo por nombrar algunas de sus más brillantes y destacadas intervenciones cinematogràficas.
Su temerario atrevimiento ha tenido premio porque le ha salido una película estupenda. "Tarde para la ira" es un thriller oscuro, brutal, apasionante, donde las criaturas a las que da vida Raúl se mueven en las sentinas más sombrías, nauseabundas y deprimentes de un barrio obrero del Madrid de hace una década. Ha elegido y dirigido con gran acierto a su grupo actoral donde tanto principales como secundarios bordan sus papeles con convincente y sobrecogedor realismo.
El dolor como consecuencia de un terrible episodio puede destrozar una vida y en la venganza encontrar su dudosa reparación. Un odio sin límites, casi inhumano, la desesperanza de unas vidas miserables, el invierno gélido y temible de un futuro inexistente, los celos, la traición, el deseo, todos esos elementos que contaminan y denigran la dignidad humana se dan cita en este magnífico guion que ha pergeñado Raúl Arévalo junto a David Pulido. Y no sabremos hasta el final las verdaderas causas que empujan a un hombre a consumar de manera fría y calculada las mayores atrocidades; éstas permanecerán sabiamente escondidas, ocultas con notable habilidad durante toda la trama en un viaje azaroso de inquietante incertidumbre para desembocar en un imprevisible final.
Arévalo, en su primera cinta, crea una atmósfera turbia, desasosegante, de personajes atormentados, hundidos en su propia y desdichada mediocridad, con algunas arritmias, es verdad, que quedan semienterradas, felizmente ocultas ante una historia muy bien hilvanada y la fuerza de un guion potente, efectivo, que debiera merecer todo nuestro reconocimiento.
Ojalá no sea éste el germen de una semilla estéril y que nuestro novel director continúe en el futuro dándonos muchas otras satisfacciones a riesgo, incluso, de perder a un soberbio actor.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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8
1 de diciembre de 2021
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Duda razonable - Historia de dos secuestros

Lo que acabo de ver, un documental mexicano publicado por Netflix, es sencilla y llanamente, espeluznante. La deriva de México, incluso para los que hemos vivido muchos años en ese país, no es comprensible y desborda los límites de la razón. Cualquier suposición de la mente más desmedida estaría destinada de antemano al fracaso ante la escalofriante realidad por la que atraviesa la nación mexica.
Como esos crustáceos obligados por mor de su naturaleza a retroceder constantemente, México parece tozudamente empeñado en imitar el comportamiento de tan singular especie.
El testimonio que el documentalista Roberto Hernández nos ofrece en “Duda razonable” es demoledor. En cuatro episodios, resume de manera ágil y eficazmente extractada, el caso de dos secuestros acontecidos en Macuspana, una localidad del Estado de Tabasco fronterizo con Guatemala.
Por este delito, Héctor Muñoz Muñoz, Gonzalo García Hernández, Darwin Morales Ortiz y Juan Luis López García, fueron arrestados en junio de 2015 simplemente porque el destino les colocó en el momento adecuado en el lugar equivocado.
Sin mediar investigación alguna, son encarcelados y torturados con saña por la policía hasta lograr su confesión con la finalidad de presentarlos ante la fiscalía como culpables de un delito que no habían cometido.
Y a pesar de que en el jucio -en la versión más cantinflesca que usted pueda imaginarse- la defensa demuestra la inocencia de sus defendidos más allá de toda duda, el tribunal, en complicidad con la fiscalía, los declara culpables. El rosario de perversas y burdas manipulaciones, al extremo de atentar contra la vida del propio abogado y su familia, utilizadas por la fiscalía en provecho de sus fines, resultan, si no obedecieran a la más demencial de las realidades, una siniestra invención.
No traten, mis improbables lectores, entender, desde la estricta lógica de la cordura, algo que únicamente pertenece al inefable universo del absurdo paradójica e insólitamente normalizado en México.
Y si un país en el que se producen 40 mil asesinatos al año -sin considerar otros miles y miles de diferentes delitos- de los cuales el 93% quedan impunes y donde las cárceles están sobrepobladas, podemos concluir que la inmensa mayoría que las habita son inocentes, mientras que los verdaderos culpables gozan de plena libertad. Así queda demostrado con meridiana claridad en el estremecedor documental del regiomontano Roberto Hernández.
Lo dicho, México es un país ininteligible, surrealista y disparatado, en el que la excepción se eleva a categoría de regla y la corrupción sistémica en todas y cada una de las áreas de la Administración se cobra cada año miles de víctimas inocentes con la consiguente desesperación y sufrimiento de familias enteras. Aterrador.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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8
4 de octubre de 2018
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
El repostero de Berlín (The Cakemaker)

Mis queridos e improbables lectores, la película que acabo de ver, “El repostero de Berlín”, es sencilla y llanamente, una exquisita golosina, tanto o más que las deliciosas galletas y pasteles que hornea el bueno de Thomas. En efecto, el israelí y alemán de adopción Ofir Raul Graizer debuta en el cine con una de las películas más elegantes, delicadas y tiernas que este cronista recuerda. Y es que nuestro director -que también ha escrito el guión- produce el milagro de describirnos un dolorosísimo drama sorteando con gran sutileza el siempre más que socorrido camino del tremendismo. Y eso, menos aún en un debutante, no es nada frecuente y supone, además, un notable mérito.
Graizer mueve intermitentemente su cámara entre la sosegada, moderna y bien trazada ciudad de Berlín y una antigua Jerusalén dividida entre estrechas callejuelas, caótica y bulliciosa como un enjambre de esforzadas abejas. Parece querer mostrarnos el marcado contraste entre ambas metrópolis, que respiran de forma diferente pero permanecen unidas por el hilo conductor de un amargo pasado que los judíos isrelíes aún no han podido romper y del que todavía recelan.
El noble y tenaz Thomas, en el papel de repostero, protagonizado por el joven alemán Tim Kalkhaten -un hallazgo casual a través de una red on-line después de que Graizner desechara a más de 200 candidatos-, y que debuta en el cine al igual que su temerario descubridor, no solo da la talla sino que se agiganta ante sus compañeros de reparto, todos ellos reconocidos y experimentados intérpretes israelís como Sarah Adler, Zohan Shtrauss, Roy Miller o Stephanie Stremler. La mirada de Kalkhaten, limpia y transparente como un espejo, aguanta imperturbable prolongados primeros planos que harían parpadear al más curtido de los actores.
Si yo fuera usted, por nada del mundo me perdería esta maravillosa película porque reconforta y alecciona, renueva nuestra fe en algunos seres humanos y demuestra que el mejor antídoto para la reconciliación no es otro que el de conocernos y comprobar que no somos tan distintos los unos de los otros.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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8
30 de junio de 2018
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Western

Es una lástima que la directora alemana Valeska Grisebach no se haya prodigado con mayor generosidad a lo largo de su carrera cinematográfica. "Western" es apenas su tercera película y han trasncurrido once largos años desde que filmó la enternecedora y realista "Sehnsucht" en la que utilizaba actores no profesionales. Como entonces, ahora también dirige y escribe un guion que resulta ser una lección de talento y sabiduría.
"Western" no es precisamente un western propiamente dicho pero reproduce -y ello se hace evidente en su estructura- algunos códigos que nos recuerdan y retrotraen al legendario género nacido en la cuna del cine estadounidense y que tantos momentos de felicidad me regaló desde niño.
Una cuadrilla de trabajadores alemanes monta su campamento en las proximidades de un pueblecito búlgaro cerca de la frontera griega. A partir de ahí la convivencia con los nativos se hará inevitable. Con estos mimbres, Grisebach va creando un clima de creciente tensión. La película se vuelve poco a poco asfixiante y la constante sensación de que la tragedia podría desencadenarse en el siguiente fotograma mantiene expectante y sin respiración a un espectador que presiente la fatalidad de un desgraciado desenlace.
Nuestra competente directora, evitando recurrir a tópicos mil veces manoseados, capta con pasmosa fidelidad y elegante sutileza la atmósfera turbia y enrarecida de un mundo de hombres construido a la exacta medida de sus deseos, donde las mujeres han quedado relegadas a un segundo plano. En este recóndito lugar de Bulgaria, sumido entre los pliegues de un paisaje impenetrable, el tiempo parece haberse detenido durante siglos. El miedo irracional al forastero, las barreras del idioma y las notables diferencias de intereses entre unos y otros, contribuyen a acelerar un conflicto que parece inevitable.
Y no quisiera terminar esta reseña sin destacar el extraordinario trabajo de su principal protagonista, Meinhard Norman, enjuto como un junco, alto, de rostro imperturbable, sobrio y parco en gestos, fiel reencarnación de un Jack Palance redivido -tan vez el único que comprende la verdadera dimensión del problema-, compone un personaje monumental que guardaré en mi memoria por mucho tiempo.
"Western", en fin, es una película maravillosamente distinta, contenida, sucinta en diálogos, en la que los gestos y las miradas prevalecen sobre las palabras, cocinada a fuego lento, sin prisas, donde la reflexión predomina sobre la acción y cuyo resultado no es sino una exquisita composición que brota de la sensibilidad, sabiduría y buen hacer de una mujer que conoce muy bien la naturaleza de los hombres, algunos de los cuales no deberían haber abandonado jamás la apacible quietud de sus establos.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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