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Críticas de Juan Ignacio
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Críticas 414
Críticas ordenadas por utilidad
6
6 de abril de 2019
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Dayanand Kumar, un hombre viudo, de 77 años, vive con su hijo Rajiv, su nuera Lata y su nieta Sunita. Después de unos sueños, para él premonitorios, y a pesar de gozar de buena salud, decide que es hora de irse a Benarés, ciudad sagrada del hinduismo, para morir allí. Debido a la firme decisión de su padre, Rajiv se ve obligado a acompañarle en dicho viaje, a pesar de que está desbordado de trabajo. Una vez en Benarés se alojarán en el hotel Salvación, más bien una pensión muy modesta que solo ofrece la estancia, uno de los muchos hospedajes económicos que hay en la ciudad para quienes, como Dayanand, piensan que su hora ha llegado y quieren hacerlo en tan sagrado lugar.

Asistimos como espectadores a una historia simple, afable, contada en tono de comedia, si bien su trasfondo está ocupado por el final de la vida y la preparación de los hinduistas para ese momento. La película también nos habla de la familia Kumar, de sus relaciones entre sí, de su día a día y de sus preocupaciones. En el mismo tono que guion y dirección se presentan: una fotografía exquisita de Michael McSweeney y David Huwiler que ilumina de forma espléndida tan bellos parajes, y una música muy apropiada, sin tratar de destacar nunca y sí de acompañar al relato, de Tajdar Hunaid.

Se nos muestra la tradición y creencias de Dayanand, un hombre ilustrado, más apegado a lo primero que a lo segundo; un hombre que a pesar de su edad comprende el mundo nuevo que se desarrolla en su sociedad, tan inmovilista durante siglos, aunque no lo comparta, ni mucho menos, en su totalidad. Las vivencias y el ser de personajes secundarios también se nos relatan de forma eficaz: Rajiv, el hijo de Dayanand, un hombre agnóstico, que a pesar de ello se siente mucho más arraigado que su padre a tradiciones morales que ya se empiezan a quedar obsoletas. Vimla, su más que dura, cruel existencia de sus últimos 18 años vividos como viuda, no esperando nada más que el momento de su muerte; para su sociedad y, por supuesto, para su entorno, dejó de existir al tiempo que lo hizo su marido. El peculiar Mishraji, el dueño del hotel, hombre disciplinado para dirigir su negocio y al tiempo dotado de la suficiente caridad para tratar a sus clientes en tan delicados momentos; hombre de sabiduría empírica que conoce perfectamente cuando le llega de verdad a cada uno de sus alojados el trance de morir. Y, por último, la joven Sunita, la nieta de Dayanand, quien prefiere trabajar a casarse con un hombre impuesto por sus padres.

Debut cinematográfico del joven Subhashish Bhutiani, con tan solo 25 años durante el rodaje, con un guion escrito junto a Asad Hussain, quien es el autor de los diálogos. El neófito director aborda un trabajo sencillo, sincero, costumbrista e intimista, donde todo transcurre con la misma calma que el flujo del río Ganges. No obstante hay que achacársele lo excesivamente convencional de su dirección, se nota su bisoñez, como también se aprecia la escasez de presupuesto de la producción, llegando a afectar esto último al resultado final de la obra .
Juan Ignacio
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8
9 de marzo de 2019
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Columbus (Indiana) es una ciudad de menos de 50.000 habitantes, pero es mundialmente conocida por albergar un buen número de construcciones de estilo moderno. Ello se debe a que Joseph Irwin Miller, un industrial millonario, nacido allí, un enamorado de dicha arquitectura, llevó a su ciudad a los arquitectos más prestigiosos de esa expresión artística para que construyesen toda clase de edificaciones. Hoy Columbus, debido a lo anterior, se puede decir que es una ciudad museo.

Esta película comienza cuando un reconocido arquitecto coreano, de visita en la ciudad anteriormente mencionada para dar unas charlas, sufre un ictus cerebral y queda en coma. Su hijo Jin (John Cho), de unos 50 años, traductor, acude desde Seúl. Una vez allí se encuentra con su padre, entre ellos apenas había relación, sin saber cuánto tiempo permanecerá en dicha situación. Al poco tiempo de llegar conoce a la joven Casey (Haley Lu Richardson), de 19 años, quien trabaja en la biblioteca municipal y, si bien hace ya un año que se graduó, no se atreve a dar el paso de marcharse a una universidad donde poder desarrollar su vocación por no dejar sola a su madre que hace poco ha salido de una cura de dexintoxicación de la drogadicción. Ambos, con mucho tiempo libre, congenian y pasan bastantes horas charlando sobre la arquitectura local, de la que Casey es una gran entusiasta, y algo sobre ellos mismos.

Kogonada (este es un mote que le puso su familia siendo niño, él trata de mantener en secreto su verdadera identidad), nacido en Seúl, de pequeño emigró junto a sus padres a EEUU, es un video ensayista que ha basado su trabajo en grandes directores de cine como: Ozu, De Sica, Bresson, Hitchcock..., y debuta en el cine con esta obra (de escaso presupuesto y rodada tan solo en 18 días) que escribe, monta y dirige de manera admirable, aunque se le pueda achacar, únicamente, que quizá mantenga la cámara estática casi siempre; si bien, incluso con esta salvedad a su exquisita tarea, hay que reconocer que él mismo ha declarado estar influido al rodar esta cinta por el maestro Ozu, lo cual era una de sus características.

Opera prima que resulta ser una joya dentro de una sencillez aparente. Con delicadeza, sin incidir nunca en lo que narra, con la cadencia propia de un río, manso, que no para de fluir, Kogonada nos va mostrando el alma de dos seres que, al igual que la arquitectura y la naturaleza (Columbus se encuentra situada entre grandes parques y jardines) que les rodea, resultan cercanos en cuanto a gustos, motivos familiares y vitales que les hacen encontrarse en ese lugar y, al mismo tiempo, contrarios. Da gusto asistir como espectadores a la apacible influencia de los dos seres protagonistas entre sí, la cual les hará cambiar a llevar el camino que en realidad desean; y lateralmente, presenciar un amor intenso, juvenil, no correspondido; la no aconsejable vuelta atrás en otra atracción de juventud hace tiempo pasada... Movimientos propios, nunca en línea recta, sino zigzagueantes y, no obstante, siempre hacia adelante tal como pide la esencia del discurrir del ser.

En el aspecto técnico destacar la fotografía, sobre todo la nocturna, de Elisha Christian. Y en el artístico reseñar la excelente interpretación de Haley Lu Richardson, así como las notables de Parker Posey, Michelle Forbes y Rory Culkin en sus respectivos papeles no principales, pero ineludiblemente necesarios para la conjunción tan bien conseguida de esta obra.
Juan Ignacio
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7
4 de marzo de 2019
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La acción, en el presente, transcurre en el barrio de Mazzeh (Damasco). Sin embargo se puede deducir que lo que esta historia nos refiere va mucho más allá de lo ocurrido en un tiempo y lugar concretos, que el interés principal de Philippe Van Leeuw, director y guionista, es mostrarnos el comportamiento humano en una situación límite como es un asedio militar.

Durante las horas que tiene la luz de un día asistimos a la angustia con la que se vive en el único piso aún habitado de un edificio ya en parte destruido por efecto de las bombas. Oum Yazan (Hiam Abbass) junto a sus tres hijos (entre unos 15 y 8 años de edad), Yara, Aliya y Yazan; su suegro, Abu Monzer; la criada, Delhani (cingalesa e hinduista), interpretada por Juliette Navis; el novio de Yara, Karim; y Halima (Diamand Bou Abboud) junto a su bebé, a quienes se les ha dado cobijo, pues su piso, en el mismo edificio, ha sido destruido. Los maridos de Oum Yazan y Halima se encuentran ausentes. El de Halima ha salido temprano para agilizar los trámites de la huida, esa misma noche, tanto de él como de su mujer e hijo rumbo a Beirut; de lo que le ha ocurrido al tratar de alcanzar la calle, de lo cual Delhani ha sido testigo, Oum Yazan impide que su mujer, Halima, se entere, al menos de momento, para tratar de mantener, de alguna manera, el orden en el hogar. El marido de Oum Yazan ha quedado bloqueado sin poder regresar a su domicilio.

Así las cosas, con los cortes intermitentes de los suministros de agua y luz, el sonido de disparos de fondo, Oum Yazan trata de evitar que el pánico se apodere de los habitantes de la casa y, de esa manera, ganar tiempo hasta que su marido vuelva.

Con un buen argumento, un guion que no está a la altura de aquel (lo teatral prima sobre lo cinematográfico) y una brillante dirección, con buenos encuadres, utilizando bien los gran angulares y persiguiendo durante buena parte del metraje a los personajes con la cámara, con lo que se gana, posiblemente, una dinamicidad más natural que con el trabajo en la sala de montaje, lo que en este caso puede ser adecuado, Van Leuw traslada al público de manera eficiente la zozobra existente en ese interior; del exterior solo conoceremos, y solo en instantes, lo poco que se ve de él a través de los cristales de un par de ventanas.

Corto y exhausto espacio de tiempo en el que presenciaremos la lucha de esa madre coraje por mantener a salvo a sus hijos en una situación muy desesperada y con escasas posibiliadades de que haya una salida satisfactoria a ella. Pero toda la lucha, en la que todo no será entrega absoluta por parte de ella al prójimo, sino también bajeza moral, no llegará solo de parte de esa madre de familia, sino que el papel de Halima (inmensa en su creación Diamand Bou Abboud) será el del sacrificio real, no querido, por supuesto, en un principio, pero al poco tiempo asumido para lograr la salvación de su propio hijo y también de los demás. Dos mujeres enormes en la demostración de lo más excelso de su humanidad mientras el único hombre en la casa, el abuelo, no tan mayor como para no poder ayudar, se muestra ausente y rendido en todo momento. Esta circunstancia no queda tampoco pasada por alto por el espectador, ni lo que el guionista y director ha querido manifestar con ella.

De mi opinión sobre el desenlace escribo en la 'zona spoiler'.

Como he ido avanzando, las actuaciones de las tres mujeres protagonistas son magistrales; de Hiam Abbass ya se tenían suficientes evidencias de su calidad; en el caso de Diamand Bou Abboud y Juliette Navis casi se puede hablar de geniales y felices descubrimientos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Juan Ignacio
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6
25 de febrero de 2019
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La acción se desarrolla en la abrupta costa de Cornualles donde las hermanas Widdington, Ursula (Judi Dench) y Janet (Maggie Smith), septuagenarias, o muy cerca de serlo, soltera la primera y viuda, desde hace mucho tiempo, la segunda, viven solas en un caserón frente al mar que fue propiedad de su padre. Un día de invierno, tras una fuerte tormenta, su rutina diaria se verá alterada con la llegada de un naufrago a la orilla de la playa. Las hermanas Widdington acogen al joven, herido en un tobillo, en su casa. El hombre superviviente del naufragio resulta ser un virtuoso violinista, polaco, llamado Andrea (Daniel Brühl), y, presuntamente, fue arrojado por la borda del barco, con rumbo a EEUU, en el que se había introducido como polizón. Desde el primer momento las hermanas demostrarán un gran interés y afecto en los cuidados a su huésped, en especial, Ursula.

Charles Dance, conocido actor británico, se adentra en el mundo de la dirección con este film adaptando un cuento del prolífico autor, también británico, William J. Locke. Dance, quien escribe el guion igualmente, realiza algunos cambios sobre la historia original, como la edad de las hermanas de 45 y 48 años, en el relato corto, que pasa a ser la de las actrices Judi Dench y Maggie Smith (69 años ambas durante el rodaje), cuya inclusión en la película, la baza más fuerte de ésta, se había asegurado el director desde un primer momento. La fecha de los hechos también está modificada, de 1910, antes de la Primera Guerra Mundial, a unos años antes de que se declarase la Segunda. La secuencia final no existe en la obra escrita.

Estamos ante una historia puramente inglesa tanto en el fondo como en la forma. El amor que siente Ursula por el joven violinista Andrea es tratado con suma dulzura y buen pulso, pues de delicada manera se manifiestan los sentimientos amorosos de una mujer mayor que, muy a su pesar, nunca ha podido conocer el amor pleno. El caso de su hermana, Janet, es distinto; ella, aunque viuda desde hace mucho tiempo, desde la primera Gran Guerra, y si bien parece haber olvidado los sentimientos que pudiese haber tenido hacia su marido, no siente la necesidad de amar que su hermana; Janet es, además, una mujer con los pies en el suelo que ve, aunque con sumo cariño, lo ridículo que resultan los deseos de su hermana hacia el joven.

Relato costumbrista que nos muestra un pueblo que vive casi enteramente de la pesca, también aparece algún ganadero, y todo lo hace apaciblemente, incluido los efectos del alcohol en la concurrida taberna, la única, parece ser, del lugar. La presencia del personaje de la delicada y bella Olga Daniloff (Nastacha McElhone) tampoco cambia nada, ni se inmiscuye demasiado, en la tenue trama principal. Personaje que también provocará otro amor que tampoco será correspondido y que pasará, como casi todo en esta narración, de una forma un tanto etérea. El papel interpretado por Miriam Margolyes, de forma brillante, dando vida a Dorcas, la criada de las Widdington y la sensatez en esa casa, es el contrapunto cómico del amable drama.

En definitiva, exposición detallada y, al tiempo, ligera, de amores imposibles, de soledades, ya más invernales que otoñales y, por otra parte, de vidas, las de los jóvenes, que tan solo pasan por un lugar frío, desacogedor, el cual abandonan ante la llegada de un mejor tiempo y un futuro que se les presume mucho más esperanzador.
Juan Ignacio
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7
17 de diciembre de 2018
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Cortometraje de aparente sencillez que en tan solo doce minutos, los otros dos se los llevan los títulos de crédito, nos muestra una lección de animadversión clasista de alguien (una mujer con poder económico y adicta a la cocaína) que se cree superior a otro (el camello que la abastece asiduamente de droga) cuando en realidad, tras el encuentro, ella va a quedar en una situación vital mucho más desesperanzada y con peor horizonte que la de su oponente, a quien supone, petulantemente, en un rango, social y humano, bastante inferior al suyo.

Escueto ejercicio cinematográfico, bien sustentado en unas notables fotografía e interpretaciones, que sin alarde ninguno presenta y resuelve una situación, curiosa y original, de forma brillante y efectiva.
Juan Ignacio
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