¿La teoría de la conspiración es un planteamiento ridículo y simplista, solo apto para mentalidades pueriles, o en verdad supone el último sustrato de la realidad, su visión exacta? ¿La paranoia es una reducción al absurdo de las infinitas y enrevesadas complejidades humanas o la mirada más acertada sobre las emboscadas, trampas y trucos que enmarañan la existencia del hombre? ¿Locura o lucidez? ¿Desvarío o cordura?
Pudiera ser esta película un homenaje encubierto al "Shutter Island" de Scorsese (de hecho, el pimpollo que protagoniza esta obra tiene un extremo, extraño parecido con nuestro Leo DiCaprio, ¿por qué será?), que se da un baño de cultura exquisita europea, dícese de "La montaña mágica" de Mann y "El castillo" Kafkiano, tal vez sea esa la cosa y su misterio intrincado (o eso nos gustaría creer a nosotros, los más pedantes). O quizás no. Más bien no. Apunta a cuento gótico, a maldición, leyenda negra y desafuero grueso, a mezcla de historia y delirio. Al arcano pozo de los miedos más acendrados en el ser humano, los que tienen que ver con sus propios horrores, los que emanan de su interior y no tienen ningún posible remedio, los creados por él, sin excusa, vergüenza o perdón. Había en su día una condesa Báthory que encerrada en su castillo se dedicaba a torturar y asesinar doncellas para buscar la fuente de la eterna juventud. O un tal Gilles de Rais que hizo/cometió desenfrenos sin cuento también. O, puestos a jugar, sin parar, por qué no otra versión de "El corazón de las tinieblas" Conradiano, del "Apocalypse Now" de Coppola. Willard se va a buscar al coronel Kurtz al infierno alpino suizo, al espanto del balneario donde hay una comunidad de zombis a su retortero, "El juego de los abalorios", donde él ha huido de la hipocresía abominable de Occidente, de sus mentiras eternas. Un poco de todo. Incluso de "La juventud" de Sorrentino. Sí. Y de "Cocoon". Y del fantástico americano. Y podría seguir. Sin fin. Hasta morir.
Pero cada uno tiene sus manías y preferencias. Y aquí va la mía. No me lo invento. Lo dice el médico jefe* y yo lo recreo que da gusto. Vamos...
Dios murió. O lo mataron. Los franceses, como siempre esos malditos gabachos jodiendo la marrana. En verdad la cosa viene de más atrás. Quizás de Copérnico, Galileo, Newton y toda la pesca renacentista (ahí comenzó todo, el principio del fin, el origen de le enfermedad. No tanto, estaba desde siempre, latente, pero allí aparecieron los primeros síntomas galopantes que luego fueron creciendo), heliocéntrica, gravitacional, reformista y protestante. Ahí Dios se puso un poco malo. Ya no era tan joven, guapo y chulo. Pero digamos que la puntilla le llegó siglos después. Con los enciclopedistas franceses y la entronización de la razón en detrimento de la fe. Nietzsche, el pobre y santo loco, tan genial, atrabiliario, temerario y eternamente adolescente, solo le puso el epitafio a la pifia francesa. Sí, Dios había muerto, no había duda. Y la humanidad quedó coja, ciega y perdida, huérfana. Sin nada a lo que agarrarse. Hundidos en la miseria y la pena. Muchos mundos nuevos surgieron. Vanguardias, cambios, disparates que reflejaron esa soledad desolada y esencial, esa tierra de nadie en medio del abismo, sin asidero ninguno, esa bola de materia agonizante. Pero eso fue más claramente después, su explosión alucinada (ya en el siglo veinte, nada menos). El proceso, por tanto, fue lento y progresivo. Y, resumimos y reducimos que si no nos perdemos, hubo dos resultados tras el funeral del Gran Hacedor. El hombre se miraba al espejo de su desidia y asombro aterrado. O, mucho mejor, había que sustituir la divinidad recién fallecida por otra u otros que habían sido apartados durante siglos a un puesto de secundarios que no merecían, como antiguamente en que los dioses eran muchedumbre (Grecia o Roma lo sabían). Y la candidata elegida fue, como ya dijimos, la Razón. Y a esta diosa (más o menos) joven y prolífica le salieron muchos hijos y numerosos parientes. Pero por encima de todos la Ciencia (no la de Aristóteles, una mucho más invasiva y todopoderosa). Y, por fin, cómo no, la Medicina (ya estaba desde los tiempos de Hipócrates o el buen Galeno. Pero nada que ver los pobres con lo de ahora. Nacieron mucho antes de tiempo. Se hubieran hecho millonarios con esta proliferación tropical, abismal de su oficio y alrededores. Con este poder omnímodo). Cada vez más. Hasta hoy. Hasta esta película.
Digámoslo así. Hoy todo es enfermedad. Todo el mundo está enfermo. Tú también. Aunque no te lo creas o no tengas síntomas.
Ponle que se no te levanta, que tienes jaqueca, que te gustan las tragaperras, que tienes miedo a la muerte, nervios por los exámenes, agujetas, temblores, pánico, que te gusta la botella, los polvos mágicos, las jeringas, el sexo, que lo odias (el sexo), que te quieres morir, que te aburres, que pegas a tu gente, que eres tonto, bobo, lerdo, que te mueres, que estás acabado y no tienes remedio, que te has gastado todo el dinero, que amas el fútbol por encima de todas las cosas, que aborreces el deporte, que no comes o en demasía, que te la cascas todo el día, que eres muy sensible e inteligente, que abominas del mundo, que piensas demasiado, vade retro, que eres un gorrón, sinvergüenza y ladrón, un caradura.... No te preocupes, solo estás enfermo. Tú no tienes culpa ninguna. Y además hay solución urgente, a tu medida. Ya verás como sí. Vete al médico, al endocrino (da igual si gordo o delgado, si poco o mucho), otorrino, laringólogo, psicólogo, ginecólogo, psiquiatra, oftalmólogo, dermatólogo, esteticista, oncólogo...
(Sigo en el spoiler, no tengo enmienda, es todo una jodienda)

Sentido homenaje a un clásico contemporáneo popular que rezuma inteligencia, buen hacer y buen gusto, sentido y necesidad; de esos remakes que son completamente imprescindibles ya que le dan un nuevo aire al ya vetusto modelo en el que se inspiran.
La participación femenina llena la pantalla de gracia y sabiduría, la trama, de humor y verdad, todo, de ritmo y viveza; ellas no son como los tíos, son mejores, no les copian en este caso descaradamente sus modos y/o actitudes como pudiera parecer a primera vista, en un repaso despistado y/o superficial, tal vez precipitado, qué va, ellas son mucho más valientes y generosas, sensibles y delicadas, humanas quizás, arriendo la ganancia.
El único pero se lo pongo a Hemsworth, que es demasiado mono y las afea un poco en la comparación, mejorando lo presente, está muy buenorro el hermoso, ñam.
Calma y arrebata pensar que se puedan hacer obras así, de este calado inusitado, te hace ver que las cosas no son como en los días más oscuros parecen, vamos, que van bien, en la mejor dirección, y que el género humano realmente rebosa fe, esperanza y caridad. Algo debemos estar haciendo correctamente, o por lo menos no tan mal, para que surjan gozadas de tan gran calibre, como esta que nos ocupa y arroba, tan libre, inaprensible e indescriptible.
Si la presentación de los personajes o personajas nos llena de orgullo y satisfacción por su apretada innovación, qué podemos decir entonces del resto, eh, dime, de todo lo que sigue a continuación, de ese argumento que nos quitan de las manos, chispeante, de esas interpretaciones esforzadas, refrescantes, de esas réplicas descacharrantes y diálogos punzantes, corrosivos, abracadabrantes, todo tan bien humorado y electrizante.
Y el villano es genial, a la altura de Mefisto el anticristo, un prototipo masculino desgraciadamente muy abundante en nuestros felices días, ese frustrado ser solitario y virginal y acomplejado que al no poder ni saber dar la talla, odia a la humanidad entera como desahogo e impotencia, violenta y neciamente, incapaz de apreciar el patán el bienestar general, la revolución positiva e inclusiva de la que en realidad a manos llenas disfruta. Menos mal que ellas no se arredran, se fajan, pundonorosa y alegremente, con tan enorme rival y le cantan las cuarenta, toma zasca, lo que, obviamente, supone una gran labor social.
Obra que demuestra que sí se puede, que nunca es tarde, que el progreso no es un mito, que algo está cambiando, para mejor, que la noche se mueve, que debajo de los adoquines está la arena de la playa y que no todo es propaganda y repetición, aburrimiento y estupidez. Esta creación nos abre una puerta a un mundo nuevo, superior, a un futuro pleno, a una resurreción, también de la magullada carne, tanto tiempo deseada y anunciada que disfrutarán en todo su apogeo nuestros nietos, tantos, esos seres ya tan afortunados, se me hacen los dedos huéspedes solo de pensarlo, los envido a muerte, hosanna, en lontananza recompensados gracias a tantos sacrificios actuales y venideros.
Perdonadme que abandone por un momento mi pertinaz juicio crítico, pero yo entiendo esta película como algo más que mero entretenimiento o solo belleza, para mí, trasciende, en mi humilde sensación es como una llama de libertad, una luz en el camino, una señal que nos habla al corazón, libro de las mutaciones, puro regocijo, anunciación.
Si la primera dejó el listón muy alto, la nueva ha tocado el mismo cielo con las manos. Espero que haya una secuela y una precuela. Deseo con todo mi ser que esta idea tan brillante se consolide como franquicia taquillera e indispensable del cine que vendrá, ya. Lo quiero con todas mis fuerzas, también con mi alma.
Ea, un saludo emocionado a toda la platea, todo sea por ellas, nosotros y nosotras, que las queremos tanto, casi como a Glenda.

La guerra (ocupación, sometimiento, humillación y afrenta) de Charlie. Más bien de Gila. O del tío Gilito. O de Benny Hill. O de Bugs Bunny. O de Bad Bunny. Con perejil. Todo. Con nabos. Muchos. Pistonudos. Morrocotudos. Y coles. Abundantes. Atorrantes. Infamantes. Seguro que de Bruselas.
Primera parte (en realidad no hay tal división ni contratante, me lo invento para parecer más cuerdo, poner marcos y divisiones siempre funciona, limpia, asea, otorga grandeza) de chuflas patrióticas a puro delirio pueril (prohibido, so pena de destierro, con muchos rombos, a seres mayores de trece años ver esta obra moral), infladas soflamas libertarias para mentes con muchas ganas del hermoso sacrificio y el burocrático muere, siempre hay una causa si tú realmente lo quieres por la que regalar tu inútil vida que al fin y al cabo te sobra y para nada te sirve, vírgenes que te esperan allá en el cielo sumisas y obedientes, martirologio y mucho trampantojo, de cartón piedra todo, romanticismo inmolado y amolado de adolescente con acné y mucha fiebre, en la sangre, a mi Sabino que los arrollo, es lo que tiene, las venas del cuelo (y de la polla) hinchadas a todo trapo y viento en popa a toda vela y el pulso muy alterado, don erre que erre.
Murieron con las botas puestas y el corazón en la boca. Mezcla de no me pises que llevo chanclas y la trece rue del percebe. Por mi gente yo me muero y esto no hay quien lo remedie o qué más dan cuatrocientos golpes/muertos más si ya están los cementerios llenos y de los nazis malos, ya verás tú, como así nos libraremos, para a continuación poder disfrutar como locos de la maravillosa libertad que nos espera con los brazos abiertos y en seguida vendrá, el paraíso y toda la felicidad que tanto nos merecemos, como chicos buenos que pelean en una bella batalla contra el indiscutible mal, de una vez por todas lo conseguiremos. El comunismo, parece que igual no lo sabéis pero ya os lo adelanto, os deleitará en el futuro, buenas nuevas traerá a cada rato, será de mucho jajaja, de continuo pasmo y asombro, ya veremos.
Segunda parte todavía más descacharrante si eso cabe, a por el Czaka jocundo que es un gordo cervecero que nos ríe las gracias alemanas y a por el Gruber pequeñajo tan hiriente e inquisitivo el pingajo (aunque en verdad su peor defecto, el que le llevó a la total perdición, fue su horrendo pacifismo, el no querer derramar ni una maldita gota de sangre de sus numerosos enemigos, ya que pudo matarlos a todos varias veces y en cambio no pudo, o no quiso, le venció su fanatismo pro vida, qué pena, es lo que tienen las grandes ideas, los no abortistas).
Una organización en la sombra, el pueblo unido jamás será vencido, para desarmarles, a este par de bribones muy truhanes y grandes miserables, que los alemanes son muy malos, vale, pero es cierto que tampoco les sobran las luces, les vamos a llenar de pistas falsas la vida entera y se las van a tragar todas a trompicones, que por algo (a continuación spoiler) perdieron la guerra, no te creas que la seño es tonta.
A esta cosa peliculera de mucha brillante raigambre y rocoso prestigio, a esta obra Langiana (del Langui mismo) solo le faltó, para la total perfección, musicote, algún bailongo hermosote, mi vida hubiera entregado yo gustoso por disfrutar de entreactos frenéticos, musicales, por haberles visto bailar a los nazis, entre ellos, apretujados valses, repletos de sones.
¡Vivan la resistencia checa y el ejército fantasma!

La ciudad fantasma. Amnesia.
Más allá del hecho de lo ridículo que pueda ser el juicio de Nuremberg (se habla de juzgar crímenes contra la paz mundial cuando qué otra cosa es una guerra, cae por su propio peso, perogrullo), absurdo (cómo va a juzgar el vencedor al vencido, juez y parte, de hecho, con ganarle ya le está juzgando bastante, se cae de maduro, llueve sobre mojado, más de lo mismo), injusto (utilizar la justicia con mayúsculas para imponer la victoria, sal en la herida, humillados y ofendidos, la fuerza, barniz o supuesto civilizado decoro donde solo hay aplastamiento, poner la firma o rúbrica de la legalidad al triunfo, la pátina moral donde solo hay pragmatismo, táctica, juego de intereses, tomarse, en definitiva, la justicia por su propia cuenta, por el pito del sereno), banal (convertir en espectáculo grueso hechos espantosos; de hecho, hablan de que tuvieron que adelantar la emisión de las imágenes más morbosas o aterradoras porque la prensa, cómo no, qué novedad, la carnaza, se estaba aburriendo y estaba empezando a no prestar atención o asistir a las sesiones), propagandístico (eso sobre todo, los rusos y los yanquis queriendo ser los protagonistas, los unos más justos si cabe que los otros, más vencedores o señores del nuevo en ciernes mundo, más merecedores del reparto del botín de guerra; el cine al desnudo, como instrumento del poder, su verdadero o último sentido moderno aquí confirmado hasta el delirio o el paroxismo) o hipócrita (apenas acabado el juicio ya no interesaba nada divulgar las imágenes encontradas que dos días antes eran la clave y el sentido de todo ni tampoco la posible importancia histórico moral testimonial de estas contaba porque los gringos ya estaban a otra cosa, a rebañar el pastel, mucho más preocupados de tener contentos a sus nuevos socios, esbirros o lacayos europeos o, en verdad, de repartirse/arramplar con lo que dejaban los rusos igualmente ávidos y denodados en esa ardua y poco agradecida tarea de tomar tierras y gentes aprovechando el desconcierto y la debilidad del resto y así todo, así son las cosas, nos rasgamos las vestiduras y ponemos el grito en el cielo con la misma facilidad y alegría que dos minutos después se nos olvida o lo metemos todo debajo de la alfombra tan contentos y ya no queremos saber nada de todo esto, del asunto insidioso que antes nos volvía locos, que no nos menten la bicha, el cuchillo de palo y la casa del herrero) este documental es interesante y merece la pena como ejemplo de la farsa/estafa de todo (de cómo se encubren ocultan o visten las motivaciones más rapaces, sórdidas o mezquinas con ropajes bien pensantes rimbombantes vacuos y cutremente predicadores, pienso para el pueblo, morralla para las masas, el material del que están hechos los sueños, las historias versiones oficiales y toda la ficción más reconocida y aplaudida, uno y lo mismo), juego de espejos ciegos sin salida, y como pequeña aventura en la que los hermanos Schulberg se embarcan en la misión imposible de rescatar unos documentos valiosos que prueben el tamaño monstruoso de la atrocidad nazi para así avivar los intereses espurios de su país aunque vistan de seda a la mona, aunque nos traten de hacer creer que son mundiales o altruistas esos deseos o necesidades, con un final feliz y una homilía como colofón horror.

Océanos de fuego (Hidalgo). El hidalgo de los mares. Vagabundo y caballero. Un dandi no muy de Baudelaire o vaya a usted a saber. Promesas del este. Viento del Este, viento del Oeste.
¿Qué pasa con los mexicanos, las proclamas, manifiestos, revueltas dónde las aparcamos, de repente de todo nos olvidamos, la ley del silencio, ahora no toca, no nos quejamos, como putas nos callamos, a otra cosa mariposa, pasamos, miramos para otro lado, nada en este caso reivindicamos, hay víctimas de tercera, lucha de clases hasta en la afrenta, en los óscar nadie habla, y las cuotas/cuitas dónde quedaron, el tratamiento que aquí se les da de siervos o esclavos muy poco disimulados nos parece correcto si los que mandan no nos señalan que por ellos lloremos, nosotros solo obedecemos, somos plañideras nada más que cuando nos lo ordenan, un papel acantinflado, cómico siniestro, inocente como un animalejo, esa mirada sobre él (el gran Alfonso Bedoya que en esta película echó el resto, fue su testamento o epitafio, el adiós muchachos que yo ya os dejo, me largo, ya nos veremos si eso, aquí exhaló su último y cinematográfico suspiro) tan condescendiente y bobalicona, granujienta y piadosa, picaruela y sórdida, simpática y aterradora, compasiva y tontorrona, como si fuera casi una penosa mascota?
Es un Jesucristo, solo le falta la sotana y la biblia, también la luenga barba, que se ha ido de misiones al Oeste a evangelizar almas descarriadas, a los salvajes concretamente, paganos y miserables, si no de qué, o qué iba a estar haciendo allí este atildado y pulcro señoritingo de rancio abolengo entre tanto patán y gañán, primates y borregos, bastantes orangutanes, mucho destripaterrones y zopenco, un hombre con tanta clase y dinero perdiendo así a lo tonto tanto tiempo, sí, claro, y yo me lo creo, cuando podría estar salvando el mundo en cualquier otra mejor parte, surcando los mares, leyendo las confesiones de San Agustín o a Boecio, por ejemplo, lo dicho, a sembrar la palabra de Dios que allí se fue, de ahí su orgullo luciferino, pasivo agresivo, ni una mala palabra ni una buena acción, todo por detrás, a la chita callando, de tapadillo o contrabando, como traficando con tabaco malo, a escondidas, a la anochecida, sin querer pisar mucho la dudosa luz del día, que nadie me vea que me avergüenza, salvo el mexicano que es nadie, que no se enteren, que no lo pregonen estos cabrones, desprecia tanto a toda la gente, la considera tan baja y de poca categoría comparados con él, con sus horizontes de grandeza, no están ni mucho menos a su olímpica altura, tan vil y grotesca, poca cosa, ¿yerra o acierta?, que les hurta/niega en redondo toda la información básica o más esencial sobre su excelentísima persona, cree que no la merecen, que se la tienen que ganar, que es un premio al buen comportamiento, como presos de su reino o niños en el recreo, que tienen que superar las pruebas del samurai para acceder a su sancta sanctorum, a su recóndito e inhóspito secreto, el monte y Mahoma, que no son, como él mismo bien dice, dignos de su amor, de su respeto y atención, que solo los elegidos más selectos tendrán cabida en la fortaleza de su soledad, las murallas de su alma sí pasarán, podrán nombrar si acaso su misterio, su arte para iniciados, la gruta del averno o el ascenso a los cielos, todo lo mismo, pero se tendrán duramente que aplicar, con su mirada sabia y escrutadora los examinará y ya si eso discernirá, el polvo de la paja de un plumazo separará.
Eso, diabólico, perverso, satánico, sádico, malévolo, colmillo retorcido, espíritu como un ovillo, hipócrita, fariseo. De tan repulsiva y asquerosamente bueno, el peor con mucho de entre todos, un esputo o absceso, baboso y bulboso, un asco todo.
Lo mejor de estas películas tan clásicas es que te dan unas ganas locas de huir de tu exitosa realidad, sacristía lóbrega o vomitona furibunda ahíta de placeres, fiestas y satrapías, cuarto oscuro o trastienda abyecta repleta de regalías, exequias y alegrías, para irte a vivir allí ya que en su mundo también te puedes tirar doce horas seguidas pegándote de hostias con los más garrulos o fuertotes, hablemos un poco de paso de Heston, ese hombre, el macho, el último de su especie, como el lince, ya no se hacen, ahora son cuarto y mitad de un trozo, solo trescientos gramos, nada más me llevo, se queda usted con el resto, no me da el presupuesto, esto es como el estraperlo, y al día siguiente amanecerás sin un rasguño, la cara como el culito de un bebé, como si te hubieran puesto botox del más bueno y económico, el pelo en su sitio y el ánimo por las nubes, un chute de sana adrenalina, el peligro es el mejor estimulante, te afila el hocico.
Puedes jugarte la vida un millón de veces y poner a prueba tu suerte o moral de hierro, fanática, kamikaze, que dará igual porque sabes a ciencia cierta, empíricamente demostrado, que eres inmortal, condición necesaria de toda ética digna de tal nombre, de lo contrario, sin tal indispensable e innegociable premisa, es truco o estafa, agua de borrajas, puedo prometer y prometo, vaho, niebla, humo, nada, que nunca morirás, jamás, y si no, demuéstramelo, o falséamelo mejor.