La gravedad es una constante que predomina en la filmografía de Bergman. Dada la cantidad de películas que producía anualmente (en la década de los 50, sin contar sus funciones teatrales, solía hacer de una a tres obras), algunas le tenían que salir mejores y otras peores. Cuando le salía bien parece un juez tenebroso y estricto, cuando fallaba simplemente parece neurótico y pesado. Para mí "En el umbral de la vida" está entre sus fallos. No veo en ella complejidad emocional, más bien personajes bidimensionales pues Bergman apenas si es capaz de sacarlos de sus aflicciones y siempre parecen estar dando vueltas en torno a lo mismo, como si no fuera posible otro tema, de forma que terminan por resultar obsesivos e indigestos. Además, el hecho que la película transcurra en tan limitados espacios tampoco ayuda a rebajar la sensación de monotonía. Pero está claro que el epicentro de esa antipatía que la película me despierta está que entre tanta jeremiada pretendidamente íntima y delicada no se proyecta sensación de conocimiento, tan sólo melodrama, y por lo tanto acabé por pensar que estaba viendo a un grupo de egotistas desvariando a placer. Tan desequilibrada la encuentro que casi me parece filmada por Fassbinder.

Para colmo de males, el personaje que ha de ejercer de contraste, la mujer teóricamente más optimista y luminosa, me suena falsa tanto en sus parlamentos como en la misma actuación de la fea actriz que le da vida. Noto que Bergman la pone en pantalla sin creer de verdad en ella y por eso no funciona.

No veo por lo tanto al autor que acierta a evidenciar los excesos de severidad del carácter luterano como luego hizo en "Fanny y Alexander" o el gran perfilador psicológico de "Sonata de otoño" o "Cara a Cara", sino a ese icono de la pesadez tan condenado por sus inquisidores. Así que, si alguien está pensando en ver una buena obra del cineasta sueco, lo mejor es que siga buscando o si desea encontrar una agradable reflexión sobre la maternidad, pues lo mismo. Sólo se la recomiendo a gente con ganas de oír gimotear en sueco o que guste de ver a actores en bata.

Encontramos la historia de Simone, una joven que tras un accidente y sentirse cercana a la muerte, decide reconducir su vida cumpliendo el viejo sueño de convertirse en madre. Para ello recurre a su amigo Philippe, que ya tiene una pareja y no parecen estar en una relación abierta. A ella le da igual, sigue adelante con su idea. En la conversación clave (un fantástico y largo plano filmado en un callejón, lo cual sugiere privacidad y secreto) ella apela a cierta promesa que se hicieron de más jóvenes: si a los treinta ambos no tenían a nadie él le haría un hijo a ella. Personalmente ese momento fue para mí un reventón, el hecho que dos personajes adultos se tomen en serio una promesa frívola y adolescente me hace pensar en teleseries norteamericanas, llenas de situaciones absurdas propiciadas por personajes ridículos, así configurados para beneficio del espectáculo. Pero el esperpento no ha hecho más que empezar, resulta que Philippe, en vez de admitir sus sentimientos o cortar la situación, termina dando una respuesta absurda para salir del paso, dice que sólo tendrá el hijo en un desierto, y así los dos se embarcan en su maravillosa aventura humana.

Cuando la acción se traslada a Utah te das cuenta que las escenas anteriores no son más que una mala excusa que Villeneuve se ha pescado para salir del paso, porque lo que en verdad desea es ubicar a sus personajes en ese escenario y crear unas imágenes desnudas, de pocos elementos, muy expresivos, y que sin duda son el gran aliciente adulto de este título. En no pocos momentos viene a la memoria los fotogramas más icónicos de "Paris, Texas". Desgraciadamente el relato sigue su curso y te das cuenta que el gran gancho es la inmadura historia de amor entre dos personajes no muy brillantes.

Así, lo que Villeneuve ofrece en su primer largometraje es un cóctel que mezcla unos personajes sacados de "Friends" y el realismo poético de Wim Wenders. Es un mundo que obviamente no pretende ser un fiel reflejo de la realidad, por algo los secundarios son tan esquemáticos, carecen por completo de entidad y los principales tienen la mentalidad de un adolescente, no son capaces de afrontar sus sentimientos de forma adulta y racional, al contrario, prefieren la huida hacia adelante. Aún y así, las licencias me parecen excesivas y se embarca en situaciones disparatadas que sólo te convencen si tienes menos de 20 años.

Decir que se trata de un trabajo "irregular" me parece un acto de generosidad. En verdad creo que estamos frente a un fiel retrato de lo que es Denis Villeneuve como cineasta: un competente fabricante de imágenes, que sabe manejar la cámara y crear encuadres de gran vistosidad con elementos sencillos, y por otro un guionista con poco chicha, amante de gestos prosaicos, cuando no directamente absurdos. Este formato de película, la verdad es que no le beneficia, pues potencia sus carencias. Sabemos gracias a los posteriores títulos firmados por el director quebequense que ese regusto prosaico es uno de sus colores preferidos, sólo que en otros títulos, gracias a que son de formato mayor y más espectacular, ese defecto se camufla con más habilidad. Si se hubiese centrado en este tipo de películas de personajes, si no hubiera dado un giro en "Polytechnique", dudo que su carrera hubiera avanzado hacia "Prisoners" y llegado a rodar la secuela de "Blade Runner".

¿Andaba por entonces Wenders empachado de Dreyer y por eso realizó una ñapa como ésta, sin argumento definido, de personajes estólidos y puesta en escena austera, con la que ingenuamente pretendía inducir a la contemplación y así sumergirse en la intimidad del alma? Sea así o no, está claro que ponerte ante semejante atajo de antipáticos, aburridos de estar ociosos y que lo único que están dispuestos a hacer es dejarse llevar por la inercia y perorar ad eternum sobre las vaguedades más superfluas, es, como poco, una broma de muy mal gusto puesto que querer adentrarse en semejantes sujetos es como hacer turismo en una cámara de gas a pleno rendimiento. No creo pues que haya casualidad alguna en que Handke venere a Milosevic y también haya firmado este guión. Hay que ver lo mal le caemos todos!

Sea falso o auténtico, si algo falta aquí es movimiento. Consigue que las películas de Tarkovsky parezcan la Jungla de Cristal. Es tan machacona que no me extrañaría leer por ahí que tuvieron que repetir un montón de tomas porque los técnicos y los asistentes se les iban cayendo redondos al suelo, mareados por el indigesto tedio de la acción, rompiendo así la lánguida atmósfera del rodaje. Mientras van en tren, dan un paseíto o matan el rato tirados en algún sofá los plastas se van observando unos a otros con el mismo asco con el que uno podría mirar un armario repleto de cabezas humanas y seguro que tácitamente se pican a ver cuál de ellos resulta más insoportable. No consiguen ser mínimamente interesantes ni por error. A personajes así se les esquiva como a apestados, no pasas el tiempo con ellos.

Y te dices que bueno, que de un momento a otro se van a dar cuenta que no merecen seguir viviendo y por propia iniciativa se suicidarán uno detrás de otro si no en grupo. Y no, a ese respecto no hay suerte. El único placer que proporciona esta película es finalizar. Has perdido 100 minutos de tu vida que podrías haber empleado en cosas más provechosas como por ejemplo enviarle un e-mail a tu perro o hablarle en inglés a la nevera. Ahora averigua el paradero de Wim Wenders, ves a por él y tírale de las greñas hasta que pida perdón.

Wendersito, amiguete, las pajas mejor en privado.

Parecía que aquí Guy Ritchie quería volver por sus fueros, al que fue antes de casarse con Madonna, pero esa falta de sentido del humor que tan bien le sentaban en sus dos primeras películas (y que pasaron a formar parte de su personaldiad como director) aquí se hecha muy en falta. Hasta se añora, porque a sus historias de mafiosos le quedaba muy bien que no se les acabaran de tomar en serio. Quitando eso queda entonces es el típico thriller de acción americano que busca impresionar al espectador con sus aires rutilantes y la actitud de sobrados que llevan los personajes. Vi demasiada escena relantizada combinada con la canción de turno y a los actores con pose chulesca, que se pasan la mitad de la película con aire muy sobrado y sin venir muy a cuento (que si la partida de ajedrez, ahora jugando al golf en lo alto de una terraza, así porque sí). En general me pareció que la película divaga demasiado y da muchos rodeos, tantos que acaban por no conseguir mantener la atención, que la subtrama se líe demasiado y se cruzan por la historia demasiados personajes súperfluo, cada uno planteando complicaciones innecesarias en la trama, que luego no acaban por aportar demasiado. A lo mejor si veo la versión doblada me entero mejor, pero a día de hoy me pareció una película muy vacua. Incluso me aburrí viéndola porque esas escenas que se supone debían ser impresionante a mí no me dijeron nada.

Eso sí, no se le pueden negar los esfuerzos en la dirección a Guy Ritchie como por ejemplo el uso de la cámara, la combinación de trucos entre escenas o ese control de la tensión, como por ejemplo en ese momento de la película en el que hay tres discusiones que se van intercalando y las tres van subiendo de intensidad a la vez hasta que al final las tres explotan. Para mí eso demuestra que no es una chapzua, que ha habido trabajo en ella, pero eso no salva nada. La película es bastante fallida, la historia no resulta muy interesante, sobra demasiado artificio y tanta voz en off y demás trucos para intentar impresionar.

Tachar como defecto el hecho que cada personaje no posea un conflicto interno me parece una bobada. La psicología no es asignatura obligatoria y además es un artificio forzado, pues es bien sabido que las psicologías no se manifiestan en toda situación. Ahora bien, también es cierto que cuando unos personajes se mueven por el mundo como si flotaran y nada les importara también chirría. En el caso de este primer gran asalto me doy cuenta que lo que ocurre es que los protagonistas son meras caricaturas, personajes invencibles que sabes que siempre se saldrán con la suya porque sus oponentes son monigotes que sólo están ahí para que el papel principal se burle de ellos y los utilice como felpudo. No hace falta implicar SIEMPRE a hijas desvalidas o grandes amores para encontrar sustancia, pero si lo único que se juega el personaje es ganar mucho dinero y no ir a la cárcel, es obvio que no estamos ante una aventura excitante con gran capacidad para emocionar. Esto mismo también vale para una historia que ocurra entre corredores de bolsa.

A favor hay que reconocerle lo vistosos que son los escenarios, todo parece ocurrir no sólo en lugares verosímiles, también el tiempo transmite relieve. Curiosamente, en una película acerca del robo del dinero lo que más destaca es el dinero gastado en vestuarios, extras y demás regalías habituales de las producciones de alto presupuesto. En el fondo creo que, por más que sabemos que abunda lo superficial y cursi, las producciones de Hollywood nos hacen caer una y otra vez en sus redes por su capacidad para recrear mundos. "El primer gran asalto al tren" no es norteamericana pero cumple con ese perfil y cuando vemos la estación de tren en plena actividad en verdad lo parece.

Lo que falla a Crichton no es la dirección. No es un prodigio, tiene un estilo visual muy justito, pero sí es un eficiente artesano y sabe dotar de un mínimo ritmo y efectividad al montaje y los planos rodados. El guión, eso sí, es bastante desastroso: un festival de situaciones complicadas resueltas con casualidades y soluciones rebuscadas. Para mí el colmo fue la "fuga obligatoria" de cierto personaje condenado al cadalso. O esas llaves necesarias para sacarse unas esposas que pueden ser entregadas gracias a un beso. Siendo benevolente se podría leer como un homenaje al Rocambole de Poson du Terrail, pero en general todo apunta a soluciones fáciles y apuradas que el guionista se sacó a falta de otras mejores y más consistentes.

Tan pronto te das cuenta que ningún monigote es tan molón y cipotudo como Sean Connery es inevitable empezar a caer en las redes del tedio, pensar que todo es previsible y que por mucho que se esfuercen en sorprender al espectador con trucos sacados de la chistera, en el fondo es inútil porque el héroe es imparable. "El primer gran asalto al tren" hace válida esa regla que una narración es tan buena como interesante es el villano o el antagonista del protagonista. En este caso, entre otros, vemos a un banquero lerdo y bobalicón, por lo tanto el interés de la obra es tan grande como el de atarse y desatarse los cordones de los zapatos durante 110 minutos.

Es una historia que es un caramelo para producciones comerciales. Tiene elegancia, peligro y una vaga irreverencia. Es ideal para el lucimiento de sus estrellas, por eso hay cientos de "Ocean's Eleven", "Los hermanos Bloom" y demás patochadas que dejan de tener interés tan pronto que te sale pelo en los genitales.