Pues sí, El caballero negro es una mierda de película, no os lo voy a discutir. En ella trabaja Martin Lawrence, el típico actor cutre que solo sirve para este tipo de metrajes y que en algo medianamente serio daría pena, como Gil en una porno, más o menos.

La trama es facilona y estúpida, algo absurdo y sonrojante. Un tío que viaja en el tiempo y aparece mucho más atrás, en no sé que siglo. Soltando su vocabulario imbécil y poco sustancial. Medievos que se hacen los tontos, como si el moro ese pintara algo allí.

Y todas las razones que vosotros le queráis añadir...

Pero pasa una cosa, que cuando se hace una peli como esta y todas tus expectativas se colman sientes como si el tiempo que has invertido en verla no se hubiera perdido. Porque cuando un drama no te llega algo, cuando una de intriga te deja indiferente, cuando con una comedia te ríes nada o cuando con una "obra maestra" vas al baño y a por agua 13542 veces, es que algo va mal.

Por eso brindo por El caballero negro, una de mis comedias favoritas. Una peli con la que me mearé tantas veces la pongan. Puesto que para eso está.

Nuestro querido Jacques Tourneur, el director de "Retorno al pasado", se alió con la RKO y empezó a hacer Serie B a cascoporro, pelis con ínfimo presupuesto con ganancias suculentas. Pues bien, con ese mismo común denominador rodó "Berlin Express", un film entre documental, intriga, cine negro o policiaco, como se dice por ahí en otra crítica, con clarísimos tintes panfletarios y con el americano del vídeo.

El americano del vídeo es el americano modelo, o incluso el del chiste, ese que salva al alemán, que no se sabe si es nazi o no, al francés, después de decirle: "Cuidadito, que esta chorba es mía, no te equivoques", al inglés, después de tirarle alguna que otra puya y al soviético, este último es caso aparte (Spoiler). ¿Y quién mejor para ejercer ese papel? ¡Sí! Robert Ryan que lo borda el hijo de su madre, yo creo que él es así en realidad, de puertas para adentro.

Dos losas hacen que la peli esté bien pero ya está: la voz en off se diluye como un azucarillo, la fuerza que se transmitía al principio (introducción de personajes) se pierde después al dejar de utilizarse este recurso, y el final, demasiado moralista.

Lo mejor: Sin duda la versión documentalista de la obra. Los ecos de la guerra, la marca del horror en cada esquina, un mundo en transición.

A quienes la quieran ver aviso, esta es una peli de dos rombos. Si eres un niño tu padre la tendría que tener bajo llave, incluso sería recomendable ponerle superpuesta otra portada al DVD por si la madre se equivoca y piensa que por ver dos muñequitos en la portada es cine infantil.

Cine de animación que nos dibuja la guerra de tal modo que muchos quisieran para sus films, los que presumen de ser duros y directos, crear tan desolador paisaje. Bajo esa montaña de cine bélico, a Isao Takahata le vale con crear la simple historia de dos niños huérfanos que ven el amanecer un día tras otro, sobreviviendo no sólo de las bombas sino de la vida misma.

Vosotros habéis soltado lágrimas. Las mías han caído dentro de mí. Como los aviones que sueltan bombas. Cicatrices en el terreno.

Y uno se da cuenta de que aunque no aplastes a una luciérnaga vivirá poco porque las mata la vida. Mientras, arrímate a su luz, es la que más cobija.

Obra clásica del cine español que por razones diversas no he visto hasta ahora.
De las pocas que he visto de Berlanga y he de decir que la dirección me ha fascinado, mención aparte de la voz en off, que penetra y te sumerge en la historia.

Un pueblo humilde se ve desbordado por la llegada de los americanos a sus tierras y la llegada del secretario general que exige un gran recibimiento. Este es el punto de partida. A partir de aquí el pueblo se ve forzado a cambiar sus costumbres por unos días.

Al principio se nos presenta a los personajes angulares de la trama de una forma sin igual y al frente de todos ellos se encuentra el gran Pepe Isbert, un actor único que me inspira una ternura indescriptible.

Todo ello con el aroma de un gran clásico, para mi la obra más grande de nuestro cine.

Divertidísimo film que sale de la batidora al meter comedia, crimen y una pizca de estilo "road movie". Algo corta pero muy intensa y cautivadora, teniendo como arma secreta una simpleza y buen hacer desbordantes. Esas caídas impropias, propias de aquella época, de un disparo de bala esta vez hacen soltar una carcajada en vez de un lamento.

A Cagney le viene al pelo el papel, interpretando a un tío al que se la sopla todo y que se rie de todo aquel que se le cruza en su camino. Alguien al que la mala suerte acude para después esquivarle. Una fusión de fortuna y desgracia que impregna toda la película dándole un sentido crucial y acertadísimo al guión.

Quizás algo olvidada, aunque preferiría decir que se ignora su existencia porque por ella no pasan los años. Se ve moderna y fresca, cosa difícil con siete décadas a sus espaldas. Y con detalles como los monos, el elefante... que me da a mí que han inspirado a otros films menos olvidados o, en su defecto, más conocidos.

Muy recomendable, incluso para algunos: chavales de hoy a los que el cine en blanco y negro les echa para atrás.