Aprecio mucho la anterior película de Gregor Jordan, esa gema del noir hortera y tarantiniano que responde al nombre de Two hands, pero con Buffalo Soldiers ha patinado. Básicamente porque ha basado toda su gracia en un humor negro a veces completamente injustificado. Este debe servir de apoyo a la historia, pero no como un fin en sí mismo. Jordan parece no entenderlo y te mete cada dos por tres punzadas satíricas nada funcionales, más que nada notas de bilis para hacer ver que lo que allí prima es un humor trasgresor que puede con todo (seguro que el eslogan publicitario “Prohibida en USA” ha sido recibido por sus responsables como un regalo del cielo). En medio queda una confusa y poco divertida crítica a la actitud de los cuerpos militares estadounidenses asentados en el Berlín dividido del 89, con alguna escena conseguida (los soldados drogados apuñalándose tranquilamente), peroratas pretendidamente profundas narradas en off, una Anna Paquin perdidísima y la sensación de que todo podía haber dado para mucho más. Mejor revisar Tres reyes.

Lo mejor: los soldados en pleno colocón.
Lo peor: la nula coherencia del conjunto.

Gratísima sorpresa la de esta pequeña cinta, tan malévola y divertida como en el fondo insustancial. La mayoría cita a Tarantino para referirse a ella (y no sin razón), pero creo que su principal modelo a seguir ha sido Viviendo sin límites, el magnífico debut de Doug Liman en la dirección. No sólo por la estructura, sino también por el tono irónico y "rompedor" con el que disecciona a una pequeña parcela de la juventud, vinculada trágicamente a través de un doble accidente acontecido a esa particular hora bruja que da título al film. El resultado es una curiosa y por momentos tronchante parábola sobre la mala suerte y las sorpresas del destino, con Hillary Swank (pre-million dollar baby) y Patrick Swayze (que parece haber encontrado su hábitat idóneo en producciones independientes de calidad) como principales ganchos para atrapar al público. Jocoso y negro divertimento.

Lo mejor: esa amputación, ¡ouch!
Lo peor: buscar trascendencia y salir con las manos vacías.

Con Reinas no te ríes, no te emocionas, no te lo pasas ni bien ni mal ni te da por reflexionar sobre el matrimonio entre homosexuales. ¿Qué falla? Todo en general, pero muy particularmente la indecisión de Gómez Pereira y sus guionistas, que no saben si decantarse por la comedia de enredo o el drama de sentimientos y se quedan en una cosa que no es ni la una ni la otra. Un batiburrillo de grandes actrices y actores insulsos (nula vis cómica de Unax Ugalde, comprobado), a excepción del siempre magnífico Lluis Homar. Eso por no hablar de los múltiples lugares comunes que pisa (no necesariamente en el terreno de la homosexualidad) o el tufillo a monserga progre que se cuela de vez en cuando como un cuesco inoportuno. Pese a todo, entretiene.

Lo mejor: las actrices.
Lo peor: su pobre balance cómico.

Una crítica sobre la condición de las clases bajas en la nueva Europa o una película sobre la naturaleza del miedo, según los ojos que la vean. En uno u otro caso, entronca con títulos como Hostel y así, sólo que sin humor, y es realmente esta falta de humor (y, por consiguiente, esa abundancia de gelidez ambiental y seriedad tonal) lo que hace especialmente memorable al film, que va enganchando al espectador poquito a poco hasta enredarlo en el núcleo central de la trama. El problema es que más allá de ese núcleo sólo hay reiteración. Es un problema menor, porque 13 Tzameti no llegua a aburrir en ningún momento, pero suficiente como para descubrirnos que la historia de Babluani esconde menos de lo que parece a simple vista. Aún así, una experiencia incómoda y recomendable.

Lo mejor: su frialdad.
Lo peor: desvelado el misterio tiene poco que contar.

Brett Ratner sigue siendo un puñetero inepto demasiado mimado por los directivos de Hollywood, y su After the sunset una muestra más de la inocente vacuidad a la que parecen abocadas muchas de las nuevas producciones comerciales que llegan de América. Sin embargo, intentaré explicar brevemente porqué me parece superior (o al menos más disfrutable) que otros títulos del insigne caballero, incluido ese bodrio de El dragón rojo que tan acertadamente definió Ángel Fernández-Santos ("Amorfo amasijo de rutinas, estruendos y soserías"): Salma Hayek está muy guapa y Woody Harrelson bastante divertido. ¿A que he sido breve? Sí, también he sido bastante superficial, pero a tu enemigo es mejor responderle con sus mismas armas. El gran golpe (insípida traducción española) no es otra cosa que unas vacaciones de sus protagonistas filmadas de tal modo que, conectadas entre sí mediante el montaje, den una sensación de continuidad y aparenten conformar una determinada ficción, una determinada historia. O a lo mejor la historia existe, pero era tal la sensación de déjà vu que experimenté mientras la contemplaba que acabé sin prestarle la más mínima atención.

En serio, ¿todavía hay alguien que vibre con los últimos golpes de una simpáticos ladrones de guante blanco a punto de jubilarse? ¿Cuántas veces hemos visto esta película? ¿Diez, veinte veces? Joder, es que ya cansa. Lo positivo es que en el caso del film que nos ocupa la cosa se narra con ligereza y (anodino) desparpajo cómico, haciendo el invento algo más digerible. Y si en algún momento nos impacientamos ante la poca chicha de los secundarios (la poli negra, el mafioso negro) o la poca intensidad o elaboración de sus escenas cumbre (el robo del tercer diamante), no importa, ahí tenemos a una increíblemente sexy Salma Hayek o a un cachondo Woody Harrelson para animar la función. El giro final, inane, tampoco es de lo peor. Resumiendo: un vulgar pero mínimamente entretenido pasatiempo veraniego, bastante más agradable (por su falta de pretensiones) que Family Man o la citada peli de Hannibal el Caníbal que perpetró el bueno de Rattner. Si al final resulta que lo más decente que ha hecho este señor es el díptico ese de Hora punta, con el colega de las hostias Jackie Chan...

Lo mejor: Woody Harrelson.
Lo peor: su insultante falta de imaginación.