"Los abrazos rotos", la última y esperada película de Pedro Almodóvar, estaría a medio camino entre "Todo sobre mi madre" (su indiscutible -y rotunda- obra maestra) y "La mala educación" (su película "más floja"). A mi modo de ver, Almodóvar se mueve como pez en el agua cuando se trata de tocar el universo femenino: sabe cómo emocionar con esos melodramas intensos, con esos personajes femeninos tan bien construidos, con esos guiones que oscilan entre el drama y las situaciones cómicas. Y la prueba está en películas tan extraordinarias como "Todo sobre mi madre" y "Volver".

Pero es salirse del tiesto y... algo falla. "Los abrazos rotos" es una película compleja, demasiado compleja, por sus capas narrativas, por sus continuas idas y venidas; no es en ningún momento una mala película, pero tampoco una gran obra. Da la impresión de que el espectador se va a perder en esos intrincados laberintos que ha construído el director manchego: una amalgada de situaciones que harán las delicias de los más cinéfilos, y, al mismo tiempo, no dejaran de desconcertarle.

La tormentosa relación entre los dos protagonistas (unos Lluis Homar y Penélope Cruz inspiradísimos) se diluye entre tantas capas narrativas y pierde por el camino la intensa necesaria para conmover (algo que Almodóvar ha conseguido en otras películas y que ahora no consigue). Sin embargo, es apreciable el cine de Almodóvar por su fuerte impronta de autor. Él es el dueño absoluto de la película, para bien o para mal, y eso se nota y mucho. Es una cinta 100% Almodóvar, reconocible hasta con los ojos vendados.

Anna y Lotte son mellizas. A la edad de seis años, por circunstancias que no desvelaré, son separadas bruscamente. Anna irá a vivir al campo con unos parientes humildes que la obligarán a trabajar duramente. Lotte, en cambio, vivirá con unos parientes ricos, rodeada de afecto y ternura. Estos hechos y la inevitable contienda de la Segunda Guerra Mundial marcarán para siempre sus vidas, acercándolas por extrañas casualidades y distanciándolas cuando poco a poco se dan cuenta de las muchas cosas que las separan.

"Gemelas" es un drama intenso y emocionante que va atrapando al espectador a medida que avanzan. Las vidas paralelas de las dos protagonistas están ensambladas de una manera natural, de modo que se pasa de una historia a la otra sin apenas notarlo, sin perder el interés. Las actrices, en especial las chicas que interpretan a Anna y a Lotte en su juventud, resultan muy convincentes en sus papeles, conmoviendo al respetable en muchas ocasiones.

El western no ha muerto. La prueba es que de vez en cuando surge algún director, yo diría un poco osado (en términos comerciales), que decide quitarle el polvo y realizar una película que trate de revitalizarlo. Es el caso de Eastwood o Costner en los años 90, o de intentos más recientes como 'The proposition' de John Hillcoat, 'El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford' de Andrew Dominik o 'El tren de las 3:10' de James Mangold.

Ahora le toca el turno a Ed Harris, un actor de trayectoria impecable y con una corta pero interesante carrera como director. Ocho años después de su acercamiento a la figura de Jackson Pollock, uno de los referentes del expresionismo abstracto, Harris elige un western de corte clásico para su siguiente paso como director.

Su argumento no dista mucho de los western mencionados anteriormente (tiene puntos en común con 'Sin perdón' de Clint Eastwood o con 'Open Range' de Kevin Costner). Sin embargo, es un western atípico en su desarrollo, raro e interesante. El personaje de Renée Zellweger (y no la actriz que me pareció bastante pésima) aporta una serie de matices a la historia que resultan muy interesantes. Su entrada en escena trastoca hasta tal punto a los dos hombres de la película, el inexpresivo y taciturno Virgil Cole y el lacónico y sugerente Everett Hitch, que por primera vez, sin dejar de pegar tiros, hablan de sentimientos.

'Appaloosa' será un western, pero sobre todo es una historia que habla de temas tan diversos como la amistad, el amor, la traición, el valor, etc. Y es una película en que el desarrollo de los personajes ocupa un espacio vital en la historia. Y no son de una sólo pieza, son seres sintientes, que viven y mueren. A excepción de la discutible elección de Zellweger, todos los actores se ciñen a sus personajes con asombrosa habilidad. Desde Ed Harris hasta Viggo Mortensen (quizá el mejor del cuarteto protagonista), que logra transmitir con sólo una mirada o con largos silencios la química que establece con su compañero de armas, hasta Jeremy Irons felizmente recuperado como un villano capaz de despertar una profunda antipatía en el respetable. Y no me olvido de Lance Henriksen, enorme como pistolero rival, y de la pequeña y sabia aportación de Ariadna Gil como mujer experimentada en cuestiones de amor.

Ojalá que 'Appaloosa', junto con 'El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford' (aunque tenga una visión más revisionista) y 'El tren de las 3:10' sea el comienzo de una revitalización del western. Es un buen intento, notable y valioso.