En un pequeño pueblo rural de Corea, comienzan a suceder cosas terribles. No importa cuando leas esto, es un punto de partida que podría valer para definir muchísimas de las películas producidas en ese país en los últimos quince o veinte años.

Acostumbrados a ofrecernos al resto del mundo los argumentos e historias inquietantes que las productoras de occidente no se atreven a producir, el cine coreano hace las veces de recreación, fetiche e inspiración, que termina por convertirse en un calco mal delineado toda vez que tratamos de imitarlo en alguna de nuestras industrias.

El cine coreano es una expresión que habla sin tapujos de la maldad, la miseria y el destino de las personas. Es la tragedia griega de nuestro tiempo. Mientras aquí aún cubrimos las capas de nuestras historias con el finísimo y delicado velo de la moral occidental, en Corea hace tiempo que ese velo está andrajoso, lleno de mierda y se ata alrededor de las historias hasta estrangularlas y sacarles sus fluidos, derramando sobre el celuloide historias llenas de odio, autodestrucción y maldad natural.

Maldad natural. Es un concepto casi residual en nuestra sociedad, a pesar de estar en su misma raíz: según la tradición cristiana, Jesucristo se sacrificó para salvarnos, librándonos del pecado que nos impedía la vida eterna. Dios entrega a su único hijo, para que pague por el mal de la humanidad. Y este es un concepto clave. Dios no señala culpables, ni censura conductas. Es consciente de que el ser humano es malvado y así se refleja en la Biblia a través de la historia de Adán, Eva y sus hijos.

Hoy, sin embargo, vivimos en una sociedad que renuncia a esa idea, aunque se articule sobre ella. Una sociedad con una estructura sociopática e insensible, que aplasta sin tapujos a la mayoría de sus miembros y a todo aquel que se opone a ella, en detrimento de un reducido número de personas que, lejos de sentirse culpables, señalan y culpabilizan a los aplastados, como el niño que aplasta un insecto y después retira el pie para reírse del lamentable estado en que ha quedado. No puede aceptarse la idea del mal natural cuando es la misma esencia sobre la que se sostienen los cimientos del sistema. No, siempre hay una explicación. Lo llaman codicia, egoísmo, disociación, ambición, traición, falsedad, mentira. Elija su propio concepto.

La maldad no parece maldad cuando quien la ejerce no genera litros de sangre, muerte, ni gritos de dolor. La maldad no parece maldad cuando lo que genera es una bonita casa de diseño con vistas bucólicas al mar o a la montaña, sin mancharse las manos. Esos son nuestros villanos. El banquero, el ejecutivo, o el mafioso que viven rodeados de lujos a costa de los demás. Los roles están limitados, al igual que los motivos. Donde los villanos del cine de occidente exponen mil razones para cometer sus actos, los villanos del cine coreano responden con un escueto ''¿y por qué no?''. No hay razones, sólo la voluntad de ejercer el mal.

''El extraño'' es una película que se adentra en este territorio, para dejarnos claro que el mal no es un concepto azaroso. La maldad no es ese anzuelo esperando a ser mordido por un pez que menciona uno de los personajes, si no que es una fuerza de voluntad dirigida a provocar daño a determinadas personas sin necesidad alguna de causa o razones. Dios no juega a los dados, y el diablo tampoco.

Los personajes se enfrentan una y otra vez a esta fuerza que se lanza contra ellos, desde varios frentes, con el fin de derrumbarlos. Es una fuerza que miente, que engaña, que arrebata y destruye sin remordimientos. Todo ello es resultado de la maldad, nunca a la inversa. Los protagonistas son personas indefensas, porque no pueden comprender el por qué de los acontecimientos. El mal es unidireccional, y solo lo entiende quien lo ejerce, que puede o no reconocerlo como tal.

Demonios, fantasmas, chamanismo o cristianismo. No importa cómo se llame, quién lo ejerza, ni cómo trates de entenderlo y protegerte de él. El mal no entiende de razones, solo señala y actúa de forma implacable. El mal es universal.

La fuerza de las ideas que transmite esta película hace que se claven en el fondo de tu ser. La idea en si ya es maravillosa y además, consiguen sacarle jugo correctamente dotando a la película del tono que necesita en cada parte.

Tal vez lo único que no encaje correctamente en la película sea el final, aunque ni mucho menos es malo y deja un bello contraste con el film.

Un 8.

Cruella nunca fue una villana al uso. No al menos en su mundo.

La mayoría de villanos de Disney, de un modo u otro, siempre tuvieron sus razones. O eso creían. Eran personajes simplemente malvados, que actuaban desatando sus viles actos por venganza, por ambición, por no tolerar un desaire, o simplemente por envidiar la belleza o felicidad de la protagonista.

Cruella nunca fue así. Nunca tuvo razones para querer despellejar vivos a aquellos dálmatas, más que el simple placer de vestir esas pieles que tanto ansiaba. Era una narcisista, una psicópata, una mujer excéntrica movida por impulsos que no necesitaban más justificación que su propio ego.

El guión de "Cruella" coge todas esas cualidades que ya conocíamos de la versión animada y nos ofrece una vuelta de tuerca, para explicarnos el turbulento viaje que convierte a una niña peculiar e inquieta en la mujer desquiciada y capaz de todo por conseguir sus objetivos: "los demás son obstáculos".

Con el telón de fondo de un Londres sucio y frío, se nos presenta el viaje de una Cruella que crece y vive entre los decadentes bajos fondos de una época efervescente en la que el punk, el glam-rock y la liberación sexual y cultural de los 60's y 70's le ofrecen la oportunidad perfecta para soltar su melena bicolor y ofrecer al mundo su peculiar y extravagante visión.

Emma Stone y Emma Thompson ofrecen dos brillantes actuaciones, en un duelo interpretativo magistral, en el que dos mujeres se miden en astucia, narcisismo y crueldad para encontrar, y mantener, su privilegiado lugar entre -o sobre- los demás. El desarrollo de la trama juega sus mejores bazas para intentar sorprendernos, y sabe jugarlas bien. Apoyada en una narrativa basada en las explosivas emociones y ambiciones de su protagonista, la cinta divaga de la tristeza, a la alegría, con varias breves pero intensas paradas en la más absoluta locura.

Disney toca el cielo de su revisionismo y lo hace humanizado como nunca a una de sus villanas más carismáticas.

Que nadie la descarte para la temporada de Oscars. Aquí hay muchísimo talento.

Llegué al cine sin demasiada esperanza después de ver los penosos trailers y esperaba encontrarme un truño, quicir, una mierda como un puño.

Y la película se quedó a medio camino de serlo, pero sin llegar a aburrir. Me explico, alternando un 80% de escenas que pretendían ser graciosas y un 20% que realmente lo eran, constantemente me veía invadido por la sensación de que a partir de esa escena, la película caería en picado y se haría prácticamente infumable. Por suerte, no sucede esto y la película no deja de ser entretenida, pero el abuso en ocasiones de un humor que o bien es demasiado estúpido, o bien demasiado gamberro, puede llegar a irritar a más de uno.

Pero, ¿Cómo es posible que una película como la descrita logre ser constantemente entretenida? El secreto es el dúo formado por Robert Downey Jr. y Zach Galifianakis, cuya química salva la cara al director a la vez que los consagra a ellos como referentes del cine de humor actual, uno por su ironía y su humor socarrón (Si te gusta no dejes de ver Kiss Kiss, Bang Bang o las dos Ironman) y otro por parecer poseedor de una estupidez que parece no tener límites (Resacón En Las Vegas).

Por lo tanto ¿Es ''Due Date'' recomendable? Si, pero sin pretensiones. En el momento en que decidas verla pensando que no vas a parar de reír, es cuando te la arruinarás.

Últimamente se hace raro ver películas así en la cartelera, donde en la actualidad, todas las películas de acción mueren en el intento de intentar conseguir algo de originalidad, ya sea mediante CGI o por tramas enrevesadas y rebuscadas.

Los mercenarios es una vuelta a los comienzos del cine de acción clásico, del que marcó época en los 80, de aquel en el que no se escatimaba en balas ni en explosiones, y, la verdad, se agradece poder disfrutar de algo así, yendo además de la mano de los mejores del género.

Si quieres sentir la sensación de que la inercia de las escenas de acción te mantienen pegado a la butaca y sonreir con los chistes malos, clásicos de las pelis de acción ochenteras, esta es tu película.