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Críticas de Sabino (Diari Menorca)
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Críticas 38
Críticas ordenadas por utilidad
7
26 de abril de 2014
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las identidades secretas de los superhéroes...Los hombres tras las máscaras... De todos ellos, Peter Parker es el más querido y el que despierta sentimientos más cercanos en el seguidor del cómic, of course, y eso lo sabe a la perfección el realizador Marc Webb, responsable de ‘The Amazing Spiderman’ (2012) y de esta continuación ‘The Amazing Spiderman 2: El Poder de Electro’ (‘TAS 2: Rise of Electro’, 2014)… Webb, para distanciarse del agotamiento en el que cayó la trilogía anterior dirigida por Sam Raimi, sigue profundizando en el carácter tontorrón y adolescente de Parker (Andrew Garfield, siempre superguai), con los conflictos de identidad (y hormonas) que ello conlleva… La relación con su tía May (Sally Field), el turbio pasado de sus desaparecidos padres y, sobre todo, el precioso amor que siente por Gwen Stacy (magnífica de nuevo Emma Stone) prevalecen a la ambiciosa pirotecnia que exigen los villanos de turno: Electro (Jamie Foxx), el Duende Verde (Dane DeHaan) y el Rhino (Paul Giamatti)…Y es que tanto malo no es bueno; ya se sabe, tres son multitud… Y más para el pobre Spidey…
(+) La pareja Garfield-Stone y el extraordinario Harry Osborn de DeHaan…
(-) La sensación de acumulación (de villanos, de intereses románticos, de defectos y vulnerabilidades del héroe, de pasados oscuros…), a pesar de disponer de tanto metraje (142 minutazos)

Herman Mankiewicz, guionista de ‘Citizen Kane’ (Orson Welles, 1940) y hermanísimo de Joseph Leo, ya lo sentenció en 1937: “En una novela, el héroe puede follar con diez chicas y al final casarse con una virgen. En un film esto no está permitido, tanto el héroe como la heroína han de ser vírgenes. El villano, no obstante, puede follarse a quien le apetezca, pasárselo tan bien como le dé la gana y hacerse rico engañando y traicionando a todo el mundo… Pero al final tienes que matarle”… Ante la imposibilidad de que Hollywood reflejase libremente la maldad, se echó mano a los malvados de los cómics. Los malos de papel, al vestirse de celuloide, se les enmascaraba deliberadamente con humor e ironía sus perversidades o felonías. Un malo de cómic en la viñeta quedaba hasta en un segundo plano, pues se le trazaba con cuatro garabatos que impedían que trascendiese su auténtica perversidad, pero al cobrar dimensión cinematográfica, éste brillaba con luz propia y arrasaba hasta en el más minúsculo rincón del fotograma… En estos casos fílmicos, los villanos resultan mucho más interesantes y atractivos que los buenos, insípidos y planos por su intachable moral superheroica… El inocente Superman no tiene nada que hacer en un pulso con el maquiavélico Lex Luthor y Batman se ve como el tonto del pueblo ante el cachondo e imaginativo Joker… Pero el caso de Spiderman es harina de otro costal…
En la anterior ‘The Amazing Spiderman’ (2012), el realizador ‘indie’ Marc Webb iniciaba el ‘reboot’ del personaje con el Lagarto como villano de la función; Curt Connors (Rhys Ifans) se convertía involuntariamente en un monstro irreflexivo y de múltiples capas personales, morales y científicas, pero el malo importaba poco esta vez, pues Webb apostaba claramente por la perspectiva adolescente del héroe interior, preocupado por evidenciar un cambio radical hacia las anteriores películas de Sam Raimi…El agotamiento de éstas quedó totalmente al descubierto en la tercera entrega ‘Spiderman 3’ (2007) y en su sobreexposición del personaje a multitud de subtramas inconexas y villanos algo desafortunados… Resulta extraño pues, que en esta inmediata secuela, ‘The Amazing Spiderman 2: El Poder de Electro’ (2014), a la hora de plantear la contrapartida antagonista obligada de nuestro arácnido favorito, Webb haya caído en las mismas redes defectuosas que hicieron caer a su predecesor: catarata multirreferencial de tramas y personajes secundarios, con triple ración de malos (y un par más de ellos desfilando de puntillas, ofreciéndose a futuras entregas) y cierta necesidad de ofrecer un espectáculo visual mejor que lo visto anteriormente…
Para bien o para mal, el tremendo metraje del film, la sobrecarga de enemigos y sus excesos lastran la frescura con la que Marc Webb irrumpió en el universo de Spiderman, pero lo cierto es que esta es la película que más se acerca al cómic de todas las anteriores… La fisicidad ligera del trepamuros se palpa en todas las escenas de acción, todas ellas vigorosas y extraordinariamente ágiles; la configuración de los personajes sigue primando por encima del diseño de producción visual y la delicadeza con la que Webb trata la hermosa relación entre Spiderman/Peter Parker y Gwen Stacy, confirman la personalidad propia que ha adquirido la renovada franquicia arácnida… No importa que haya tantos villanos de turno que parece que se tengan que ponerse en fila para atizar al pobre Spidey… Al final los malos muerden el polvo, como nos recordaba Mankiewicz, y muere quien debe morir… Con esto no digo nada… Y lo digo todo…
Sabino (Diari Menorca)
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8
13 de diciembre de 2013
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Con ‘El Crack’, mi idea fue únicamente filmar un film noir, como dicen los clásicos aunque, entre nosotros, me conformo con que haya salido gris marengo. Ojalá que ‘El Crack’ sea cuarto y mitad de apasionante de lo que fueron aquellas películas que vi de chaval en los cines de barrio, en programas dobles, todas adictivas, atravesadas en fundidos en negro, confusas, saxo (y sexo) abundante, narradas por la voz de un detective, pesadillas que iban encabronándose a medida que progresaban y en las que los protagonistas, con sombrero tanto hombres como mujeres, se besaban deprisa, sin fiarse del todo” José Luís Garci
UN HOMENAJE AL GÉNERO
‘El Crack’ es el cuarto largometraje de Garci, tras ‘Asignatura Pendiente’ (1977), ‘Solos en la Madrugada’ (1978) y ‘Las Verdes Praderas’ (1979), y supuso un giro vertiginoso e inesperado en la carrera de un director que acabaría moviéndose como nadie en los terrenos del melodrama clásico, puesto que esta cinta abraza como ninguna los arquetipos y los tópicos del cine negro más tradicional y muestra el personal homenaje que el oscarizado cineasta español quiso rendir al género (y que continuaría al año siguiente con ‘El Crack 2’, excelente secuela de ésta)…Pese a tratarse de un film altamente prototípico con respecto a las producciones norteamericanas a las que debe su esencia, ‘El Crack’ debe su nombre al momento político y social que vivía España a principios de los años 80; Garci retrata un Madrid que iba desapareciendo paso a paso, el Madrid de la Transición, el de las partidas golfas de mus, los bocatas de calamares a todas horas, las adolescentes de provincias engullidas por la urbe y los bares de carretera barnizados con coñac pegajoso y enmoquetados con hueso de aceituna…
Precisamente el prólogo que abre la película no puede ser más esclarecedor y desmitificador, cuando Germán Areta (Alfredo Landa) evita un robo en una cafetería de servicio por parte de dos desgraciados de poca monta… Areta es un expolicía, apodado ‘el piojo’, que intenta trabajar decentemente como investigador privado, “un tipo duro y solitario que trata de sobrevivir en una sociedad podrida gracias a un trabajo sucio” como él mismo dice en una secuencia… Landa borda a este detective atípico, pero convincente, que habla poco, observa mucho y actúa rápido… Un tipo de hombre que no cabía en esa España gobernada por la avaricia, los intereses económicos y el poder, del mismo modo que la historia que nos presenta José Luís Garci con esta cinta es un canto a un cine que se ha perdido y que ahora debemos reivindicar con fuerza y convicción…
Y LANDA SE LEVANTÓ DE LA SILLA
El recientemente desaparecido Alfredo Landa logró crear un personaje absolutamente memorable, pero no podemos olvidar a la excelente galería de secundarios que arropa al silencioso Areta: desde la María Casanova, que encarna a la enfermera que lo cuidó al estar convaleciente, hasta ese divertido Moro de Manuel Rellán, el típico rufián que sigue a todas partes a su amo, pasando por clásicos como Manuel Tejada o el imprescindible José Bódalo… Todos ellos, junto al aplastante piano de Jesús Gluck y la fantástica oscuridad fotográfica de Manuel Rojas, apuntillan esa atmósfera puramente policíaca que ensombrece la Gran Vía madrileña, escenario privilegiado de la película que poco o nada tiene que envidiar a Los Ángeles de los años 40 o a ese Nueva York de míticos combates de boxeo en el Madison Square Garden, evocado con nostagia desde la barbería del Frontón Madrid y visitado en los compases finales del largometraje…
En definitiva, la emoción del ‘noir’ trasladada a Preciados y al emblemático Cine Callao en un momento clave de nuestra historia reciente… Garci nos contagia un sentimiento complicado en el que las viejas mitologías fílmicas se ensamblan, de manera sorprendente, a realidades y formas propias… Un romanticismo cinematográfico que adopta esta esfera social y urbana tan nuestra, con un Alfredo Landa inmenso, el antihéroe a un Simca 1000 pegado que es puro arquetipo, aunque no riñe con la verosimilitud, y cuyo sentido del honor y la decencia es invadido por la congoja de un nihilismo existencial, como mandan los cánones…
En el artículo ‘Buenas noches, jefe’ del diario ‘El País’ del 9 de Mayo de este año, el escritor y crítico Marcos Ordóñez terminaba su homenaje a Alfredo Landa con estas palabras…
‘Los pocos días en que le pillé animado hablaba de un singular proyecto que le había armado José Luís Garci: ‘El Crack 3’. “La idea es esta: Germán Areta, viejo y jodido, se ocupa de un nuevo caso desde su despacho, sin levantarse de su silla de ruedas. ¿Qué te parece?”.
“¿Qué me va a parecer, Alfredo? Me parece de puta madre. Tienes que ponerte con eso ya, pero ya”.
Costaba creer que Landa ya no iba a levantarse de aquella silla.
Todavía me cuesta más aceptar que Alfredo esté corriendo ya por las verdes praderas.’
Sabino (Diari Menorca)
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4
20 de noviembre de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
(+) La acrobática persecución por la nieve, visualmente prodigiosa
(-) Si estos bichejos podían despertar algún tipo de ternura o melancolía en cierto sector del público, la película lo ha incluido en los descartes…
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Sumidas en una eterna reformulación mutante (que le es propia por autonomasia), las Tortugas Ninja llevaban siete años sin pisar las salas cinematográficas tras la terrible e insoportable propuesta animada dirigida por Kevin Monroe en 2007, hasta que el espabilado hocico ochentero de Michael Bay ha dado de nuevo con ellas… Con la salvaguarda tecnológica del CGI, regresa el “cowabunga” y la pizza a raudales con un aspecto bastante renovado y, supuestamente, repleto de humor, acción y transgresión… Bay reinicia a Michelangelo, Leonardo, Donatello y Raphael aspirando a una jugosa franquicia futura con otras dos bazas más que seguras: un director tan impersonal, protocolario, eficiente y pragmático como Jonathan Liebesman (‘Invasion a la Tierra’, ‘Ira de Titanes’) y su resucitada musa, Megan Fox, encargada de dar vida a la intrépida reportera April O’Neil… Lejos, muy lejos, estamos de aquellas inofensivas series animadas para la tele y de las tres películas de acción real llevadas a cabo a principios de los 90, cuyo humor, estética videoclipera (aparición del “rapero” Vanilla Ice incluida) y casposos trajes obra de la Jim Henson Creature Shop lograrían sonsacar más de una lagrimilla furtiva a cierta generación…
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¿Se te arrugó la nariz con polvos pica-pica mientras veías Tocata? ¿Escuchabas a un artista que sí se llamaba Prince? ¿Jugaaaaaaste con Joaquín Prats? ¿Bebías Casera Cola Sin Cafeína? ¿Rebobinaste cintas de cassette con un boli para no quedarte sin pilas? ¿Te hacían esperar dos horas después de comer para bañarte?... Si es así, es probable que tengas motivos para acudir al cine a ver cómo se las gastan hoy en día las Tortugas Ninja Mutantes de la mano del aquí productor Michael Bay, ese cineasta mainstream total, con especial fijación por los años 80, y cuyo mayor éxito (en su ya de por sí multimillonaria filmografía, of course) es la adaptación cinematográfica de los Transformers, los populares muñecos de Hasbro, otro icono juvenil ochentero… Si no aguantabas la tortura de esperar el chicle central del Kojak, si leíste ávidamente libros de la colección ‘Barco de Vapor’, si llevabas la paga semanal en una cartera acolchada Mistral, estás en territorio explorado y muy conocido…
En 1984, bajo el sello independiente Mirage Studios, Kevin Eastman y Peter Laird parieron un tebeo violento, barriobajero y bastante soez llamado ‘Teenage Mutant Ninja Turtles’, cuyo objetivo primigenio fue reírse un poco de aquella trascendencia oriental que impregnaba los legendarios comicbooks del maestro Frank Miller en aquellos años, especialmente su aportación ‘Ronin’ al personaje de Daredevil, muy influenciada por los grabados japoneses y las artes marciales… Rápidamente se convirtió en el título independiente de más éxito de la primera mitad de los ochenta y convirtió a los descacharrantes quelonios en figuras mediáticas de alcance universal, lo que desvirtuó bastante el sentido de homenaje paródico inicial… La evolución de las tortugas de marras siempre ha ido pareja a una búsqueda de popularidad exasperante, situándose por defecto a medio camino entre la animación catódica y la consagración cinematográfica que, al menos hasta ahora, nunca ha llegado…
Para ello Jonathan Liebesman, marioneta artística para los propósitos monetarios de Bay, propone un vehículo fílmico altisonante, de elevado tono pirotécnico y recargado gusto por el vértigo digital, la cámara en movimiento continuo y la estética de videojuego, como mandan los cánones actuales… Servido con similar recebo visual y sonoro al de la saga ‘Transformers’ y pensada en paralelo a ésta, ‘Ninja Turtles’ reitera la filosofía de Michael Bay por actualizar un merchandising de hace casi treinta años al gusto del dólar contemporáneo, pero poco más… Tampoco es que estos personajes le deban tanto al séptimo arte para que Mr. Bay deba respetar y/o homenajear su espíritu 80’s, pero es probable que las coreográficas peleas entre ratas, tortugas y robots samuráis o el mismísimo bótox de la Fox dejen bastante indiferente a los chavales de hoy en día y hasta puede que decepcione a los mayores generacionalmente implicados… Total, la herida cultural es básicamente la misma, solo que cambiamos mercromina por betadine… A Bay y a Liebesman, una Carta de Ajuste urgente, por favor…
Sabino (Diari Menorca)
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10
27 de mayo de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
(+) ¿Es posible destacar algo en esta impecable obra maestra? Cada plano es un regalo en esta alegoría de la imaginación…
(-) Que pueda verse en la interpretación de Fiennes un manierismo o una caricaturización que no son…
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Un país europeo tan exótico que no existe, un sinfín de personajes estrambóticos, la irrupción del nazismo en clave de fábula, los sempiternos planos frontales… ‘El Gran Hotel Budapest’ (2014) aglutina los elementos más reconocibles del cine preciosista e imaginativo de Wes Anderson y se antoja como el cénit artístico y conceptual del genial autor texano… Una hermosa comedia coral, clásica, vertiginosa y ligera como las de antes que, sin duda, ya es uno de los títulos del año…
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Tras dos películas particularmente emotivas y evocadoras como son ‘Fantástic Mr. Fox’ (2009) y ‘Moonrise Kingdom’ (2012), ambas excentricidades con una particular perspectiva de lo artesanal, lo melancólico y lo infantil, el cineasta Wes Anderson parece haber querido elevar la apuesta de su particular y ensimismado universo de la extravagancia… En ‘El Gran Hotel Budapest’ (2014) se palpa más que nunca ese lúdico regreso al pasado, a la mirada limpia y preciosa de la inocencia, a ese momento en el que el cine te impregna, te contagia su precioso veneno y te retuerce el alma para siempre; para ello, también habita una especial fascinación reivindicativa por el ‘storyteller’, el clásico cuentacuentos, la figura que resucita Anderson en su homenaje confeso a Stefan Zweig, un escritor austríaco cuya prosa ficcional quedó maldita bajo la losa del fascismo y sorda por el estruendo de las dos grandes guerras, y que decidió quitarse de en medio cuando vio dónde había ido a parar su preciada Europa, suicidándose en el exilio brasileño… Anderson, tan dandy de la delicadeza y la impostura como cronista de una forma de entender al artista…
En el exuberante cónclave europeo que es el falso reino de Zubrowka -imposible no acordarse de la Freedonia de los Hermanos Marx en ‘Sopa de Ganso’ (‘Duck Soup’, Leo McCarey, 1933)- puede observarse con nitidez la evidente fascinación del director por el glamour cosmopolita de la Europa de entre guerras, representado en el cine por Ernst Lubitsch, la ‘Casablanca’ de Michael Curtiz (1942) o el Alfred Hitchcock en su etapa inglesa… A Anderson le gusta recrear un tipo de cine que ya no existe, el de la economía formal, el de la precisión en la puesta en escena, el de la exposición impoluta y brillante de situaciones y personajes; ‘El Gran Hotel Budapest’ es pura anacronía impostada, posmodernidad retroactiva de una nostalgia fresca y lúcida, como ese hotel sesentero casi vacío, de insultante y feísta funcionalidad decorativa, cuyos pintorescos fantasmas que lo pueblan deciden retroceder a los esplendorosos años en los que tan majestuoso parador estaba gobernado por el inefable Monsieur Gustave (portentoso Ralph Fiennes) y su escudero Zero Moustafa (la revelación Tony Revolori), que encarna esa adolescencia plena de altivez, inocencia y chispa que, a su vez, representa al cine de Anderson… Una historia se introduce en otra y como en un juego de muñecas rusas (evocado a su vez con la alternancia de formatos panorámicos), el ‘storyteller’ teje su particular ensoñación de pastelitos rosas…
Los encuadres frontales y cenitales, la actitud de ‘slapstick’ permanente en sus personajes, la infinidad de texturas y cromatismos, el entrañable uso de las maquetas, el gusto por el detalle, la brillante música de Alexandre Desplat, la complicidad de un reparto estelar que se divierte (habituales y no tan habituales como Adrien Brody, Tom Wilkinson, Willem Dafoe, Tilda Swinton, Edward Norton, F. Murray Abraham, Jude Law y un largo largo etcétera)… Wes Anderson no solo ha formalizado su particular estilo visual y ha consagrado su autoría (más allá de esa eterna condición indie de ‘auteur’ pop), sino que ha habilitado definitivamente su espacio de reflexión hacia la fascinación por lo pretérito, no como una parábola deconstructiva (al estilo Tarantino) o como un homenaje abierto a sus referencias clásicas, sino como una reinterpretación efusiva y afortunadamente ingenua de la cultura y la historia… Antes de que todo fuera tan tecnológico, tan digital y tan fácil (y tan aburrido, of course) de exponer en una pantalla de cine, desde un lugar perdido en las montañas de la memoria llamado ‘El Gran Hotel Budapest’, Anderson nos recuerda cómo era eso de imaginar…
Sabino (Diari Menorca)
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5
15 de marzo de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
‘Gru 2. Mi Villano Favorito’ (‘Despicable Me 2’, Chris Renaud y Pierre Coffin, 2013). Una vez desarrollado el personaje hace tres años en la primera entrega, esta secuela indaga en la posibilidad de que este tierno ex-supervillano, cuya voz original pertenece a Steve Carrell, se enamore de Lucy (Kristen Wiig), su nueva compañera para combatir el crimen… Eliminado el factor sorpresa del film inicial, con Gru hechizado por el lado bueno de la ley y abocado a la familiar redención, la chicha la ponen los minions, los divertidísimos secuaces amarillos del protagonista que, por cierto en el 2014 ya dispondrán de su propia película… Fataría más…
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A todos los miniones en potencia
(+) Los numeritos musicales de los miniones, en especial el ‘I swear’ de los All 4 One… ¡Ah! ¡Y la gallina!
(-) El climax cómico de los protagonistas principales; suave, frágil, apenas sostenible, inocentón…
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LAS NUEVAS INQUIETUDES DE GRU
En el film iniciático de esta saga del desgarbado antihéroe, ‘Gru. Mi Villano Favorito’ (‘Despicable Me’, Chris Renaud y Pierre Coffin, 2010), se planteaba un interesante y atractivo punto de vista: dar la vuelta a un mito cultural oscuro y fuertemente negativo (en este caso, los clásicos supervillanos megalómanos) mediante la exposición a la inocencia, el amor y el cariño incondicionales de los niños… Ya visto en la clásica de Pixar ‘Monstruos S.A. (‘Monsters, Inc’, 2001; por cierto, con secuela también en cines, ‘Monstruos University’), la película ofrecía la progresiva transformación ética de Gru (Steve Carrell), un tipo borde, cínico, cruel, un malvado clásico, que forzosamente debe convertirse en padrastro de unas niñas huérfanas… Su sueño de entonces, el colmo de la villanía, era robar la luna; ahora tres años más tarde, sus inquietudes se “reducen” a colmar los deseos de sus niñas, es decir, cocinar barbacoas infantiles, asistir a regañadientes a reuniones escolares, ayudarles en los deberes, etc…
ÁNDELE, GALLINA…ÁNDELEEEE!!!!
De supermalo desfasado a padre modélico… Reconozcámoslo. La gracia del primer film residía en la profanación del ideal malvado, la caída en desgracia de un supervillano gótico (cuyo calado estético, entre steampunk y pop sesentero, haría las delicias de Tim Burton) y su reconversión a padrazo con férreos valores familiares… Una vez asumido el argumento anterior, Gru es un aburrido marujo, calvo y cuarentón, al que sus hijas le buscan novia desesperadamente y, por ello, las opciones argumentales para la esperada secuela se reducen bastante a esos motivos, lo que descuida bastante las posibilidades cómicas de esta continuación … Aparece una txurri pelirroja, Lucy (Kristen Wiig), y la cosa se desvía hacia la comedia romanticona de espias tipo Superagente 86; y aparecen Eduardo El Macho, Floyd, la gallina guardián del Salsa & Salsa y una serie de potenciales supervillanos que moran en el centro comercial Paradise, cual 13 Rue del Percebe turístico con amplias posibilidades criminales, para intentar elevar el proyecto a modelos continuistas o mínimamente efectivos o efectistas de lo expuesto anteriormente…
CHEETOS CARISMÁTICOS
Pero, al final, la función queda absorbida casi en su totalidad, por ese montón de capsulitas amarillas que siempre siguen a su jefe, esos bichitos con forma de ‘cheetos’ llenos de carisma y cachondeo, que se llaman minions… Renaud y Coffin, conscientes de la capacidad robaescenas de esta murga gualda, les han otorgado auténticos galones de secundarios de lujo, así como algunas escenas musicales auténticamente sublimes, evocando a los Village People o a los All 4 One… Aumentar las prestaciones de los ambarinos revoltosos (y sus versiones malévolas en clave violácea) se convierte en un arma de doble filo, pues por un lado demuestra las carencias artísticas y dramáticas de los teóricos protagonistas y, por otro, encumbra a estos personajillos como los amos involuntarios de toda esta franquicia… En 2014 tendrán su propio vehículo cinematográfico, para evitar confusiones, of course…
Sabino (Diari Menorca)
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