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España España · Granada
Críticas de Kikivall
Críticas 1.996
Críticas ordenadas por utilidad
4
9 de noviembre de 2020
0 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El irregular director, escritor y actor Eli Roth, aficionado al cine violento y de terror, nos ofrece un film de venganza ya visto antes en pelis de Bronson, 1974, del mismo nombre (aquella mejor), e incluso pelis de Eastwood.

En la historia el Dr. Paul Kersey (Bruce Willis) es un famoso cirujano que vive con su esposa e hija en Chicago. Un día, su esposa (Elisabeth Shue) y su hija (Camila Morrone) son brutalmente atacadas en su casa. Al enterarse Paul, un tipo tranquilo, siente deseo de venganza y viendo que la policía no da abasto, decide tomarse la justicia por su mano, matando a cuanto asesino se le cruza, incluidos los agresores de su familia.

Guion cortito de violencia seca y facinerosa, Roth alimenta los bajos instintos de los espectadores del género y amantes del siempre reiterativo Bruce Willis, para ensangrentar la pantalla y la platea de un loco festival de fuego y sangre, que debe acabar, pues ya no entran más muertos en la pantalla.

Diálogos ramplones, sin mordiente, el film es una nadería plan videojuego de pistolitas.

Película a mayor gloria de la Asociación Nacional del Rifle en los EE.UU.
Kikivall
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5
15 de octubre de 2019
0 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un niño de ocho años de familia numerosa queda olvidado en su casa y en el transcurrir del metraje la criatura aprende a apañárselas por su cuenta, lo cual incluye hacérselas pasar mal y muy mal a un par de listos bribones roba-viviendas.

Película ‘taquillazo’ con enorme música, Chris Columbus a la batuta y un actor nene revelación, Macaulay Culkin, infante muy avispado y simpático cuyos papis dieron el campanazo e incluso acertaron el pleno con la participación del infante en este film: ¡cartón lleno!

Tiene de bueno que muestra cómo un niño en casa, a su aire, tiene una capacidad de descubrimiento insólita. Lo cual que a veces los padres y educadores mutilan por la cara.

Poco después de esta primera entrega, el productor y guionista John Hughes repetiría el mismo invento hasta provocar el más grande hartazgo de niño jamás visto.
Kikivall
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5
11 de diciembre de 2013
4 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
“La guerra de papá” es una de esas películas por la que sentí cierta curiosidad allá por el año 1977 cuando la vi. Primero, por tratar el tema de la guerra en el personaje del padre de familia, don Pablo (Héctor Alterio), en plena transición; y segundo, por tratar el tema de la psicología infantil –que me interesaba- de manos de la conocida obra de Miguel Delibes: “El príncipe destronado”, que refleja la obra. La película narra la historia de una familia numerosa, centrándose en el papel de Quico, un niño de tres años que ha sido “destronado” por su hermanita de ocho meses. Se centra también la película en la doliente madre y esposa casada con uno de los vencedores de la contienda civil española que siempre refiere el tema de la guerra, por eso la peli adoptó ese nombre de “La guerra de papá” y no el título de la novela de Delibes.

Con los años la película ha quedado anticuada, las interpretaciones mediocres, el guión de Valcárcel y Mercero (que es quien dirige la película), bastante deficiente, para lo que es la hermosa obra de Delibes. El niño Lolo García no lo hace mal, pero Teresa Gimpera y el propio Héctor Alterio están para matarlos. Tan sólo se salva Verónica Forqué que en sus inicios como actriz, borda su papel de criada de la casa.

De manera que en mi opinión, lo que ha quedado de esta película es un poco la referencia al mundo infantil del niño. Pero las maneras, el estilo e incluso los aspectos técnicos de la película resultan trasnochados: se ha quedado antigua sin más.
Kikivall
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Elijo creer
Documental
Argentina2023
6,1
234
Documental, Narrador: Ricardo Darín. Intervenciones de: Leo Messi, Lionel Scaloni, Ángel Di María ...
6
23 de diciembre de 2023
3 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace prácticamente un año, el 18 de diciembre de 2022, Argentina ganó su tercera copa del mundo de fútbol. Me encontraba yo en el país y aunque vi los partidos por televisión, tras la victoria contra Francia y la posterior euforia colectiva, salí a las calles a presenciar la alegría desatada entre la gente, pues en Argentina el fútbol es casi como una religión. Con una economía depauperada por los desmanes kichneristas, el fútbol fue el año pasado una importante inyección de vitamina y razón para que durante algunas, el pueblo olvidara sus penurias.

Fue hace unos días cuando, de nuevo en el país austral, fui a ver este documental donde se repasa la hazaña del pasado año. Es un filme bien documentado, bien realizado por Gonzalo Arias y Martín Méndez, conducido por un guión escrito casi en verso por Méndez y declamado por un Ricardo Darín con una voz sensacional y emotiva al fin.

Los protagonistas son Lionel Scaloni y la súper estrella Lionel Messi (ambos Lionel), que lideran a un grupo de aguerridos y técnicos jugadores, que son quienes realmente hicieron posible el sueño de más de cuarenta millones argentinos que vibraron, sufrieron, lloraron, agitaron hasta el paroxismo y saltaron de sus asientos al cielo cuando Gonzalo Ariel Montiel introdujo el balón en el último penal lanzado a la puerta del portero francés Hugo Lloris.

Hay que subrayar, además de os mencionados “Lionels” la épica actuación del arquero argentino Dibu Martínez, sin cuyos reflejos y valientes salidas la cosa habría sido otra; y la brillantez y el aplomo del veterano lateral Ángel Di María, cuyas galopadas resultaron también definitivas; obvio que el artífice de la proeza fue el inconmensurable capitán Leo Messi, que se echó sobre los hombros a la selección y que “eligió creer”, como reza el título.

Pero fue el momento del gol de penal de Montiel, lo que marcó el punto de inflexión para cualquier habitante del país austral que vivió con atención y emoción los partidos de su selección contra Arabia Saudí (gran primer jarro de agua fría), México, Polonia, Australia, Países Bajos, Croacia y la Francia de Kylian Mbappé. Copa del Mundo y delirio.

Pues de esto va este documental, donde se narra el épico título obtenido por la Selección Argentina en el Mundial de Fútbol Qatar-2022, con testimonios de los protagonistas, contados desde la intimidad y en primera persona. Elijo creer es la producción oficial de la AFA, el Grupo Octubre del sindicalista Víctor Santa María y distribuida en salas por Digicine y por HBO Max en streaming.

Estupendo el relato en off de Ricardo Darín, con material conseguido por el acceso irrestricto de la productora a la intimidad de los jugadores, antes, durante y después de la consagración en Qatar 2022.

En él se condensan tres espacios que funcionan como ejes narrativos:

- Por un lado, el espacio público en las múltiples tomas de Buenos Aires a la vuelta de los jugadores, una ciudad albiceleste plenamente volcada con el Ómnibus que llevó a los jugadores.

- De otra parte, el foro privado de las casas habitadas por familias, grupos de amigos o espectadores solitarios que juntan las manos y contienen la respiración hasta el último penalti.

- Finalmente, el set de filmación montado especialmente para que los jugadores brinden su testimonio sobre las jugadas más memorables, los goles y las emociones que experimentaron en cada etapa de esos 29 días que duró el Mundial de Qatar 2022.

El relato está narrado en primera persona, una primera persona del plural que podría sintetizarse en la frase que Messi lanzó ante los periodistas después de la derrota frente a Arabia Saudita: “Que la gente confíe, este grupo no los va a dejar tirados”.

La predicción del capitán argentino se cumplió y es emocionante volver a vivir ese recorrido desde la butaca de una sala de cine, en la gran pantalla y con el alivio de conocer los resultados, o sea, sin sufrimiento.

Los jugadores brindaron su testimonio y los extractos de las entrevistas se combinan con registros de cada jugada, de modo que aparece la de lo que ocurrió en el campo y la dimensión subjetiva, o sea, cómo lo vivieron los protagonistas. Hay destellos de humor del portero Dibu; la emoción casi a punto de lágrima de Di María; pasajes increíbles de un Messi en su mejor momento; relatos desgarradores como el de De Paul cuando recuerda su lesión.

En el relato salen tres hitos: la derrota frente a Arabia y la recuperación ante México; la previa del partido con Países Bajos; y la final ante Francia, donde se suceden jugadas magistrales de Messi, memorables paradas del Dibu, defensas claves de Otamendi, Lisandro Martínez o Cuti Romero, y apariciones decisivas de Di María, como la crucial jugada en la final que terminó en gol. Pero también la creatividad y la osadía de los más jóvenes como Julián Álvarez, Enzo Fernández, Nahuel Molina o Alexis Mac Allister.

Este documento reconstruye la fiesta de un país, la masiva manifestación alrededor del Obelisco, la caravana de jugadores y la euforia que se vivió hace un año. De ello fui testigo y visionarlo ahora es como traer a la memoria tan intensos días de fútbol en este querido país al que le hacía falta moralmente esa copa.

Hoy ya son otras cosas las que puntúan, como el cambio de régimen, el nuevo presidente Javier Milei y las nubes flotando en un panorama que pinta regular, pero que, como ha manifestado Milei, será la libertad la que supere la cuesta arriba.

En cualquier caso, el visionado de este documento es siempre buena oportunidad para volver a conseguir una sinfonía de corazones al unísono y recordar aquel el enorme logro del deporte argentino.

Más extenso en revista ENCADENADOS: https://encadenados.org/criticas/elijo-creer-2/
Kikivall
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7
3 de febrero de 2024
2 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película está basada en hechos reales que afectan sobre todo a la población juvenil venezolana, durante el tiempo de las manifestaciones organizadas por el Movimiento Estudiantil Venezolano entre los años 2014 y 2017.

Comienza con las protestas de 2017 en Caracas, la lucha estudiantil en el periodo de barricadas callejeras y cortes de carreteras. Este es el punto de partida para la tragedia que habrá de acontecer a su protagonista Simón (McGaffney), «Simón» escogido por el director Diego Vicentini para «atribuirle la mitología de Bolívar a todos esos jóvenes anónimos».

Nuestro protagonista es un joven estudiante de ingeniería, es el líder de “El equipo”, un grupo de compañeros de clase, quienes se organizaban para movilizar a la población para salir a las calles a protestar en contra de las políticas del gobierno del presidente Nicolás Maduro.

En esas revueltas Simón fue detenido y torturado junto con otros manifestantes y compañeros. La violencia, la saña y las penas físicas infligidas provocarán, como vemos en el metraje, heridas físicas y morales, que dejan huellas imborrables.

Después de estos sucesos, cuando lo dejan en libertad, Simón opta por escapar a Miami. Allí se debate entre quedarse allí o volver a la lucha y el riesgo ser apresado de nuevo.

Simón trata de adaptarse y superar el tema idiomático y económico. También se esfuerza en superar los traumas que le asolan y que le impiden el sosiego: ataques de ansiedad y un malestar psicológico crónico. También se siente culposo de haber abandonado a su grupo de colegas en la lucha contra los opresores.

El joven es asesorado por una chica norteamericana (muy bien la Nawartschi), a la cual le relata cuanto le ocurrió en su país, las razones de su exilio y los riesgos que implicaría su vuelta. Se ve por ello obligado a contarle su tiempo tormentoso de prisión y suplicio. Lo cual implica no sólo cumplir con un trámite legal, recordar los sucesos traumáticos sirve también de terapia.

En Miami, la presencia de su amigo Chucho (Jaramillo) le sirve de lenitivo en su rutina, entre tanto desasosiego y dificultades de toda índole por las que debe pasar. Por lo tanto, no estamos sólo ante una película política, es también un thriller psicológico sobre el sufrimiento interior de Simón.

Diego Vicentini en la dirección y en el guion nos arroja a la a la cara toda esta temática dramática y dura en una insólita cinta en la que se aborda el dolor, la incertidumbre y ciertas dosis de suspense, derivadas de la situación política venezolana.

Vicentini nos coloca frente a una realidad de desastre, violencia, necesidad, falta productos básicos como los medicamentos o la alimentación, tal la Venezuela actual. Más de 7,7 millones de venezolanos han tenido que emigrar/huir, poniendo sin remedio su fe en un viaje incierto que no es siempre feliz.

La fotografía de Horacio Martínez colabora acertadamente en ese objetivo de reflejar un presente turbulento que parte de un pasado que se va a ir desentrañando con flashbacks de los recuerdos del protagonista sobre la violencia padecida. excelente la música de Freddy Sheinfeld, que acierta sembrando con notas lóbregas la acción.

Esta película se refuerza con unas actuaciones muy eficientes, actores y actrices como Christian McGaffney (muy bien), Jana Nawartschi (bonita y muy correcta), Luis Silva, Roberto Jaramillo (convincente como el amigo) o Franklin Virgüez (sensacional como el maléfico Lugo).

Simón, más que enrocarse en la hostilidad y el resentimiento, va apostando poco a poco en el decurso de la historia, por un entendimiento entre quienes padecieron la fiereza del poder y los más conniventes con él. Es, así, una película que nos va llevando al lugar del perdón.

Es una película de jóvenes, no hay personas mayores, Vicentini desea alzaprimar el valor de la juventud que apostó por enmendar los males de sus antecesores. El único personaje maduro es el maligno coronel Lugo encarnado por Virgüez, sujeto que provoca respeto y miedo. El resto es un grupo estudiantil liderado por Simón (McGaffney), que es quien lleva el pulso de la narración.

Película sobre las consecuencias calamitosas de los recientes años de bolivarismo pseudomarxista, del calamitoso balance de las recientes décadas de penuria y exilio. También una historia de amistad y pérdidas, de despedidas y de incertidumbre.

Aunque la obra registra un momento histórico desde la ficción, es, empero, una ficción que luce tan real como cercana. Ficción sobre una realidad social y política que se siente a la vuelta del laberinto de la vida de los venezolanos.

Es preciso subrayar que no hay mucho cine venezolano, y prácticamente no se dan en pantalla críticas directas y con visos de realidad de las prácticas funestas y patibularias de un régimen, tal el actual en décadas, cruel y autocrático. Esta primera película de Vicentini muestra la historia veraz de un estudiante, la de sus ingenuos compañeros de lucha, los días en que estuvo encarcelado y en los que fue torturado.

Vicentini, como venezolano que salió del país a los 15 años, sabe de lo que habla. Aborda la historia de Simón en el presente de conflicto interior en Miami, y en el pasado, cuando en 2017 le cayó encima el peso de una verdad intensa y terrorífica, cuando cayó sobre él el poder ejercido desde una represión tipo apisonadora.

Impresiona la terrible y tortuosa relación entre el protagonista y el monstruo que es el coronel Lugo, un ser terrorífico y letal; y si cabe peor, la relación del joven consigo mismo y con la culpa que arrastra. Todo ello bien tratado como trauma, pero igualmente como solución a tanto lastre como acarrea su vida y su conciencia.

Producción solvente, bien llevada por su director, que utiliza material de archivo para dar fe de algunas manifestaciones masivas de la época y de las brutales represiones de manifestantes enfrentándose a la Guardia Nacional Bolivariana en Caracas.

Publicado en revista Encadenados: https://encadenados.org/criticas/simon-2/
Kikivall
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