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Mauricio (Isla) Mauricio (Isla) · Vheissu
Críticas de Jean Ra
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Críticas 265
Críticas ordenadas por utilidad
5
2 de julio de 2006
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fue la primera película que vi este año en el cine y la vi con ciertas expectativas, creía que el autor de la magnífica American Beauty sería capaz de mostrar una vuelta de tuerca diferente al género bélico, pero me equivocaba. Lo que le quedó fue una película inocua, intrascendente, que emplea muchos fuegos de artificio (la portentosa fotografía, la realización, etc...) para resultar visualmente vistosa (lo cual es fácil si tienes 70 millones de dólares para poder gastar), pero que a la hora de la verdad con con la excusa de "es que si la película es anodina es porque la guerra también es anodina" se nos muestra la gran nada, una película que nada dice ni nada aporta. Esa es la regla del todo vale y no, no vale. Por esa regla de tres cualquiera puede hacer una película de lo que sea sin que tenga que llegar a decir nada. Un director de cine ha de tener la sabiduría para saber contar una historia y no limitarse a tirar por el camino fácil, porque al fin y al cabo en la película no se analiza ningún tema importante de los que pudieran sucederse en torno a esa guerra y se limita a mostrar detalles intrascendentes sobre la guerra, detalles que tampoco eran inéditos.
Es muy obvio que bebe de clásicos como Apocalypse Now o La chaqueta metálica, pero solo en la forma, en el fondo se limita a dar mensajes adolescentes y se harta a presentarnos a personajes hechos a base de maniqueísmos y mostrarnos alguna que otra escena forzada (como la escena en la que Peter Sarsgaard se vuelve loco por no pegar un tiro, muy exagerada).
No es mala película pero buena desde luego que tampoco. Tiene sus cosas positivas, empezando por Jake Gyllenhaal, que sabe aguantar bien el tipo, y se nota que está bien filmada, además que, como ya he dicho antes, tiene una fotografía impresionante. Lástima del guión y de lo vacío de su mensaje. No vale la pena hacer una película sobre el soldado del siglo XXI porque lo que queda es una película intrascendente que lo que cuenta a mí me importa un mier**
Jean Ra
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8
19 de septiembre de 2005
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
La pena de esta película es que se la han cargado en la sala de montaje y hace que el guión parezca una birria. El personaje de Balian va a Jerusalén en busca de redención y en plena película parece que eso se olvida. Fallo de guión? Yo diría que no. Se han perdido más de cien páginas de guión que algo vendrían a decir, no? El montaje inicial del director duraba unas tres horas y pico y digo yo que ahí se contaría mucho mejor esta historia, se daría más profundidad al personaje de Sibila y las escenas no sabrían tan apresuradas y superficiales. Una pena que la mano negra de los productores haya destrozado la que podría haber sido la película palomitera del 2005. Se dice que en el Dvd todo este estropicio quedará enmendado, claro que eso no es ningún consuelo.

No obstante lo que si ha permanecido intacto ha sido el poder y la belleza de las imágenes, lo bien ordenadas que están las batallas, el diseño de producción... todo eso muy meritorio. Pero también hay una gran pega que si se le puede achacar a Ridley Scott es esa fea manía que ha adoptado Hollywood para filmar la acción a base de primeros planos absurdos y mareantes que acaban resultando desagradables. Ojala todas las escenas acción se rodaran como en Oldboy en vez de como si el cámara tuviera parkinson.

Creo que a pesar de las feroces críticas anti Scott la película es mucho mejor de lo que se desprecia.
Jean Ra
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9
7 de marzo de 2022
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hasta hace un par de semanas no tenía ni la más remota idea que Fiala y Franz habían filmado su segundo largometraje. Casi siete años atrás vi con agrado "Ich seh, Ich seh" (o "veo, veo", aquí traducido como "Goodnight Mommy"), que comparte algunos rasgos del cine de Haneke o Ulrich Seidl (por cierto marido de Franz) como ahora una visión antropológica de lo más pesimista, una representación muy seca de la violencia y un estilo innegociablemente distanciado y moderno, gélido dirán algunos.

Al comprobar que se trataba de una producción realizada entre Canadá, Estados Unidos e Inglaterra, las alarmas se encendieron, rápidamente sospeché que a lo mejor tomaron el misma camino funesto de otros directores europeos, que por querer introducirse en el lucrativo mercado anglosajón terminan filmando sus obras más flojas y alejadas de sus trabajos previos, normalmente más jugosos y destacables. Ya en los primeros minutos del metraje, compruebo aliviado que no es así, en verdad Franz y Fiala han podido filmar una obra que sigue la estela de Lanthimos, es decir, hacer ciertas concesiones a nivel narrativo pero conservando el control creativo, el criterio y protegiendo el estilo que les dio a conocer.

Se puede afirmar que hay más de Franz y Fiala en el molde comercial que del molde comercial en Franz y Faila. Nos encontramos con un título que efectivamente se puede encasillar en el terror psicológico, en el formato del síndrome de la cabaña (o cabin fever para los que prefieran el término inglés), dónde unos personajes van sucumbiendo al aislamiento y aumentan ciertas tensiones psicológicas hasta alcanzar situaciones de gran violencia.

A ese molde los directores introducen unos personajes que, salta a la vista, comparten un vínculo íntimo con "Ich seh, Ich seh", pues si en la anterior nos contaba la historia de dos hermanos siniestros, en ésta encontramos a otros dos hermanos que, meses después de sufrir una terrible desgracia familiar, viajan con su padre y la pareja de éste a la cabaña familiar, portando en su mente la sospecha y el rencor. Tanto el hermano como la hermana están convencidos que esta mujer, llamada Grace, acertadamente interpretada por Riley Keough, debe ser de alguna forma responsable de su tragedia familiar, dado que averiguaron a través del ordenador de su padre, que según parece debe se terapeuta, del convulso pasado de esta desconocida, a la que pronto prejuzgan y sentencian.

Uno de los aspectos que más me gustó de este título ha sido la ambigüedad que se mantiene la mayor parte del relato. ¿Se trata de una historia acerca de dos hermanos siniestros que inician retorcidos juegos psicológicos para empujar a la locura a su futura madrastra? ¿O bien se trata de una mujer perturbada, domesticada por la medicación, que en verdad es un peligro potencial para las criaturas? ¿O las dos cosas a la vez? (*)

Esas ambigüedades dejan mucho espacio para construir su trasfondo crítico, en el sentido que Grace es demonizada sin pruebas, en base a su pasado. Obviamente quien prejuzga de esa forma tan tajante son criaturas que todavía no han madurado del todo y por eso, porque no se han formado como individuos autónomos, son portadores en bruto de rasgos de su cultura natal, una cultura patriarcal, puritana, que convierte a la mujer en fuente de pecado, en la sospechosa habitual, y que en el caso de la secta a la que perteneció Grace condujo al desastre y en el lado de los Hall es el catalizador de la situación ocurrida en la cabaña.

Además, también resulta muy grato que no sólo se haya contado con un guion solido y rico, también que visualmente se perciba la labor e ideas de la realización, derrochando un criterio diferencial, no tan abonado al estilo funcional y académico del cine de terror más convencional, optando en cambio por unos planos de simetría inquietante, que en los espacios abiertos mantiene ese aire desasosegante y en absoluto rompe con la atmósfera de pesadilla construida durante el encierro en la cabaña. Un tono sutil, sabiamente modulado, con el que se nos conduce hacia las catacumbas del fanatismo (presente en los hermanos y en el pasado de Grace).

No es en absoluto un título de sencilla digestión, apto para cualquier momento, hay que tener cierta predisposición a ver un largometraje que toma un molde reconocible y lo somete a cambios poco complacientes, ya sea en su ritmo narrativo, su sentido de la imagen cinematográfica o en la caracterización psicológica, que se aleja de lo más reconocible y por lo tanto confortable. Se producen situaciones donde ocurren acciones éticamente inaceptables y no todo el mundo está preparado para encajarlo así por las buenas, menos todavía si no recurre a esos artificios que ayudan a digerirlo (los efectos de sonido hiperbólicos, efectos especiales, banda sonora atronadora, múltiple cambio de plano para desnaturalizar la violencia en las escenas más comprometidas). Todo y con eso, qué duda cabe, ha sido producida trascendiendo los moldes de lo convencional, creando una artefacto potente y de lo más inquietante. A quien le guste, me parece que le gustará de verdad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jean Ra
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9
28 de septiembre de 2019
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
No hace tanto le di otra oportunidad a este 'Mal Teniente', al que ya había visto diez años atrás y reconozco sin empacho que no en el mejor momento, en el que podía estar más preparado para absorber la densa narrativa propuesta por Ferrara y las numerosas ambigüedades de ese mundo en el que se ha disuelto la maniquea y confortable distinción entre buenos y malos.

Lo que recuerdo de ese primer visionado es que me pareció bastante desagradable. Creí haber visto una especie de policíaco que no era más que una colección aleatoria de viñetas estridentes y de ritmo empachoso. Lo cierto es que no comprendí los asuntos centrales de la historia del Teniente. No comprendí que en verdad es la historia de un hombre corrupto hasta los calcetines y que, llegado un momento, toma conciencia de su abyección y desea redimirse de alguna forma. No entendí el decisivo y esencial papel que juega el incidente de la violación de la monja, que en esa primera ocasión me pareció una transgresión facilona... cuando en verdad es lo que despierta la sed de redención del Teniente. Y es que ahí el policía se da cuenta de las similitudes que hay entre la monja y él: ambas son personas que confrontan el mal, se empapan de ello, y mientras ella permanece fiel a sus convicciones, incluso cuando sufre un crimen, él se ha degenerado y se ha convertido en algo muy parecido a los criminales que persigue: un ludópata drogadicto que ronda por la ciudad abusando de su autoridad y provocando más daños de lo que repara. Desde ahí se inicia un proceso que convulsiona al Teniente, pero como su pasado es rico en fechorías y se ha embarrado hasta las cejas, las consecuencias le persiguen mientras intenta hallar esa acción que le asemeje a la monja estoica.

La película es rica en escenas escabrosas y pasadas de rosca, quizás su fama se deba a estas escenas, y a la vez es innegable que Ferrara hila fino. En ningún momento el personaje cuenta su propósito, nada se explicita, y sin embargo, cuando entre lágrimas el Teniente se arrodilla frente al altar de una iglesia, Ferrara quiere que aprecies la desesperación de un hombre perdido en su tortuosa senda, un hombre que desea sobreponerse porque necesita expiación y no halla el rumbo adecuado. Yo entonces no presté la debida atención a esta clase detalles. No es fácil de encajar en un mismo personaje esos dos polos tan dispares, el de la postración y el de las drogas y deudas con mafiosos.

Leí en alguna parte que Nicholas St. John, guionista habitual de Ferrara y católico devoto, se negó a participar en este proyecto por considerarlo una blasfemia de tomo y lomo. Ciertamente es transgresora pero, al contrario de lo que pensó el guionista, a mí me resulta sumamente cristiana. Es muy explícita en su exploración del pecado porque es la materia prima imprescindible para luego sostener conceptos como la culpa, el arrepentimiento y la búsqueda del perdón. Sin esas escenas dónde le vemos inyectándose heroína o como intimida a dos muchachas no comprenderíamos hasta dónde alcanza la dimensión de esos males que le corroen la conciencia. Directores como Scorsese o Mel Gibson también abordaron los conflictos de la espiritualidad cristiana desde una óptica más carnal, pero me parece que en la propuesta de Ferrara, al ambientarlo en el mundo contemporáneo, gana mucho más relieve y fuerza.

Lo que sí me gustó entonces y me volvió a gustar luego fue el Nueva York que se aprecia en el trasfondo. Semejante historia, repleta de sordidez, necesita un escenario como ése, una ciudad descomunal, un imán para gente de todo el mundo y por lo tanto óptima para criar a personajes taciturnos y extraños. Madres puertorriqueñas que trafican con droga, prostitutas adictas, policías apostadores, ¿dónde si no en Nueva York? Ferrara dota a esas calles, sus calles, de una atmósfera taciturna y fría, como una jungla de asfalto dónde la ley sólo sirve para contener a las masas pero que bajo el radar florecen estas vidas extrañas, que representan el paradigma de la modernidad. Nadie como Ferrara ha buceado hasta esos extremos en las profundidades tanto de la mente como de las calles, en los límites de la moralidad, mostrando una valentía y una contundencia incuestionables, luciendo un estilo que le permite aunar santidad y abyección.

Así que, en resumidas cuentas, mi opinión pasa de birria de película a obra maestra. Uno de los títulos más remarcables de los 90, atemporal, ajeno a modas. Antes que la recomendación por edad, sería buena una recomendación dónde se indicara que es mejor no verla hasta no tener ciertas tablas y la mente muy abierta.
Jean Ra
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6
24 de marzo de 2017
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
La Palma de Oro en el festival de Cannes de 2016 fue sin duda toda una campanada. Me gustaría de verdad hurgar en las cabezas del jurado y saber qué les impulsó a descartar propuestas mucho más ambiciosas y arriesgadas como The Handmaiden en detrenimiento de esta película de Ken Loach, que no tiene mucho de excepcional por el simple hecho que no es más que otra película más de nuestro querido director socialista.

Y me explico. No es que crea que sea una cinta mediocre, pero tiene todas las virtudes y vicios del cine de Loach y supone un cierto retroceso dentro de su filmografía pues vuelve a las maneras de películas como "Mi nombre es Joe" o "Lloviendo piedras", dónde todo se da mascado y la obviedad reina en cada fotograma. Sólo convence a los que ya estamos convencidos de antemano. Particularmente lo veo mucho más audaz en películas como "En un mundo libre", dónde se adopta el punto de vista de un personaje mucho más complejo, que no es la víctima y por lo tanto no resultan previsible. Pero no, Laverty y Loach se fijan en la pieza más débil del engranaje social y le hacen pasar por todas escenas necesarias para demostrar su tesis sin mayor contradicción.

Y ojo, personalmente me siento afín a esa visión izquierdista de Loach. Y el trasfondo me parece irreprochable. Veo como se representa con mucha verosimilitud un sistema kafkiano de ayudas tan aparente como ineficaz, dónde no se atiende a las limitaciones y circunstancias personales de los solicitantes y se les somete a todo tipo de sutiles vejaciones para que, sin necesidad de mancharse, al final arrojen la toalla, dejen de constar en las estadísticas negativas y se aparten a un lugar a morir en silencio y sin molestar, lejos del foco público. Me imagino que de una idea similar debió surgir la simpática y obvia escena de la pintada. También supongo que después de verla muchos espectadores tendrán claro dónde y cómo se pisotea a los ciudadanos que necesitan asistencia y que ése era el objetivo de Laverty y Loach el primer día que empezaron a gestar este proyecto. No está mal, pero a una obra de ficción se le debe exigir más.

Los resortes que sigue la película para alcanzar ese fin son tan rudimentarios que empañan el resultado. Porque tan pronto conoces a los personajes principales y ves que situación sufren, tienes claro hacia dónde irá la película y cómo llegará a ese punto. Y no falla. Las marionetas se mueven a la posición prevista sin contratiempos. No existe hueco alguno para la sorpresa, la contradicción, la ambigüedad o el contrapunto, elementos que doten al conjunto de mayor robustez. Así, como lo ha hecho Loach, resulta endeble y es fácilmente rechazable por epidérmico. Sí, empatizas con los personajes, su situación te parece indignante pero una película-pasillo, dónde empiezas y acabas en un único punto posible, no remueve la raíz de las ideas ni invita a pensar con mayor profundidad.

Por eso he escrito que me extraña la Palma de Oro, que normalmente se otorga a películas mucho más avanzadas en cuanto a formas estéticas. Sin movernos del espectro del cine de izquierdas, me parece que mucho tiene que aprender Loach de los hermanos Dardenne e incluso Cristian Mungiu. Son directores que a nivel dramático saben escarbar mucho mejor en las situaciones y mostrar situaciones más complejas y han sabido explorar formas de cine-realidad que van más allá de lo que Loach ha sido capaz desde hace cincuenta años.

¿Lo del jurado ha sido una declaración política o una concesión a los sentimientos? Concursos aparte, me gustaba mucho más el camino del Loach documentalista de "El espíritu del 45", dónde su proselitismo de viejo laborista funcionaba sin tantas pegas. Puede que Loach no ambicione tal cosa y que lo que se propone es sensibilizar al espectador. Al fin y al cabo las obras que más han conmovido en el siglo XIX fueron las de Hugo, Zola y Dickens y no las de Lautremont o Gérard de Nerval. La de esos franceses son obras para una selecta minoría y está claro que Loach no se dirige a ese sector. Me gustaría creer que a esos a quien se dirige, tras verla, se pondrán a pensar, luego se movilizarán y no se quedarán quietos, lo que hará posible un sistema más justo que no deje en la cuneta a los Danniel Blake de este mundo. O puede que no, puede que en contra de lo que Bertolt Brecht se proponía, empatizen con la abstracción y se olviden de la idea sin necesidad de tomar nuevo contacto con los titulares de la prensa burguesa. Unos titulares que hablarán de los temores de los mercados, el crecimiento económico y la libertad fiscal y les hará temer su propia situación y piensen que bien, es una lástima que Daniel y Katie sufran pero primero estoy yo.
Jean Ra
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